Crónicas: Tierra arrasada. Crónicas alternativas
Armando Añel | 25/07/2008 16:20
Tags: Crónicas
Poco se sabe de la desaparición de Camilo Cienfuegos, si se descartan las especulaciones relacionadas con unos hermanos Castro celosos de su popularidad. Lo cierto es que el carismático comandante no murió derribado por un caza de la fuerza aérea castrista, como sostienen algunos autores, y ni siquiera desapareció en el mar a causa del mal tiempo. Cienfuegos se exilió en Thamacun el 28 de octubre de 1959, con el beneplácito del propio Fidel Castro.
Durante su niñez, la madre de Cienfuegos visitó el islote en varias ocasiones. La recurrencia de sus rememoraciones thamacunesas seguramente habrá avivado la curiosidad de su hijo, quien hizo escala en la futura Cuba Inglesa al regreso de su primer viaje a Estados Unidos. Posteriormente, el también conocido como “Señor de la Vanguardia” recaló en Thamacun en otras dos oportunidades. De manera que al momento de exiliarse era prácticamente un “especialista” en el islote.
Divergencias con los hermanos Castro. O la irresistible atracción que ejerció sobre el guerrillero una thamacunesa de origen sefardí. O una proposición de la entonces encargada de Relaciones Públicas de Thamacun, Victoria de las Flores, quien lo habría seducido con la posibilidad –laberíntica- de un viaje a la luna financiado por Washington. No se sabe a ciencia cierta por qué Cienfuegos decidió instalarse en el islote, mucho menos por qué el castrismo camufló el episodio con tanta minuciosidad. Aunque no pocos consideran que con ello Fidel Castro se guardaba un as debajo de la manga. Un as que utilizaría en su momento.
El 27 de marzo de 1960, con el pretexto de que Cienfuegos organizaba una expedición en su contra –auspiciada, como no podía ser de otra manera, por las autoridades thamacunesas y estadounidenses-, Castro ordenó que invadieran Thamacun. En poco menos de 24 horas, y en medio del secretismo más férreo, el islote dejaba de ser para siempre jamás. Política de tierra arrasada. Lo que se conoce en Cuba Inglesa como “la fase final del Segundo Éxodo”.
Crónicas alternativas
La sección Crónicas alternativas entra en su segunda edición, y continuará creciendo a medida que los lectores, cronistas y ciudadanos de Cubas Inglesa nos hagan llegar sus trabajos. Esta vez, adicionalmente, enlazamos con el blog Efory Atocha, donde el poeta Santiago Méndez Alpízar (Chago) ha tenido la gentileza de publicar una de nuestras crónicas:
Se trata de Una tarde con Cioran, pasaje en el que el filósofo rumano choca de frente con la escritora thamacunesa Mónica Medler. Medler, cuya Apología de la curiosidad ocupa un lugar preferencial en el panteón literario de Thamacun, reprocha a Cioran la ligereza de sus análisis. Agradecemos a Chago por el espacio concedido.
Crónicas alternativas: Sor Adventicia
un texto de Carlos Alberto Montaner
Mi antepasado Fernando Ladrón de Guevara y Montaner le hizo honor a su extraño apellido, desvalijó el sagrario de la Iglesia del Ángel, abandonó a su mujer y a sus siete hijos y se fue a vivir a Thamacun con Sor Adventicia, una monja española recién llegada a Cuba de quien decían, falsamente, que estaba poseída por el diablo. (Según parece, era al revés: el diablo era el único que no la había poseído).
En nuestra familia siempre se mencionaba con reverencia el nombre de Don Fernando y con perplejidad el de Doña Adventicia, la primera mujer ordenada en el Caribe por la Iglesia Anglicana, como revelara Vicente Echerri en su conocida Historia de la cultura británica en América.
Crónicas alternativas: El libro y el librero
un texto de Espartaco
El libro Llave del Nuevo Mundo, de José Martín Félix de Arrate, no es precisamente el prologado por J. Le Riverend Brusone. El ejemplar que poseo y donde aparecen los sucesos que evoco, es de una colección llamada “Intemporal”. Dicha colección se componía de extraños textos de impecable edición que, aunque con ciertas huellas de polillas, aún era posible leer.
Los encontré cuando aún vivía en La Habana, en la librería Cervantes. La visité en esos días para librarme de ciertos libros que le restaban pudor a mi librero y adquirir algún dinero por ellos. El librero me dijo que esos textos eran “incomprables”. Después de esto y de mirar a todas partes, cuando ya no había testigos, puso en mis manos una rara colección de Ediciones Intemporal, a la que me refería.
Se trataba de críticas de Emilio Bobadilla, llamado Fray Candil y azote de escritores de su tiempo (siglo XIX cubano). Lo interesante es que hacía alusión a obras inexistentes que pude ver quince años después. También tenía un interesante texto de Frederick Hayek, titulado Tendencia al enanismo bajo una crisis en el capitalismo. Nunca lo hubiese mencionado, para no ser tomado por loco, si no hubiese visto cómo se ha reducido en Estados Unidos el tamaño de las cosas bajo la reciente crisis: libras de pan con pulgadas de menos, velas con menos cera, papeles sanitarios de rollos reducidos y un largo etcétera.
El libro al que me refiero y con alusión a Asaelo, confieso creí que se trataba de la mención de Julián del Casal y sus enloquecidas andanzas por La Habana del siglo XIX. Pero al hacer mención a Thamacun en siguientes páginas, hubiese creído que se trataba de una broma de aquel extraño librero, que, a propósito, nunca más pude ver al regresar al lugar, donde otro señor me porfiaba que nunca había trabajado allí. El prólogo de mi edición es de un tal Matías Pérez.
Crónicas alternativas: Espartaco y un episodio de transferencia cultural
un texto de Armando Añel
Si no se trata de la versión de Le Riverend Brusone, seguramente las ediciones provenían directamente de Cuba Inglesa. Creo que conozco la colección. En aquella época –supongo que Espartaco se refiere a algún momento de las décadas del setenta o el ochenta- Cuba Inglesa insistía en extender, como una prolongación de la doctrina Morgan, pero ya en un plano posmigratorio –recordar que aún no vivíamos el auge de Internet-, la política “desarrollista” del islote.
El hecho de que el librero utilizara el término “incomprable” revela una sintaxis propia del Thamacun anterior al Segundo Éxodo. Ese librero era, muy probablemente, un delegado activo a la vieja usanza.
Más sencillamente: Espartaco “sufrió” un episodio de “transferencia cultural”, la principal función de un delegado activo cuando se encuentra lejos de los suyos.
Publicado en: Cuba Inglesa | Actualizado 25/07/2008 16:35