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El día de los violadores

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Este miércoles se celebra el Día Internacional de los Derechos Humanos. Más que celebrar, sin embargo, lo que hay es que lamentar. En todo el planeta los regímenes de fuerza, totalitarios, dictatoriales, seudodemocráticos o autoritarios, hacen legión, básicamente en el llamado Tercer Mundo. Una situación particularmente lamentable si se tiene en cuenta que el organismo mundial encargado de investigar y denunciar las violaciones de esos derechos finalmente las ha institucionalizado, creando un nuevo Consejo de Derechos Humanos (CDH) cuyos integrantes, en considerable medida, son consuetudinarios violadores de la libertad individual, incluso del derecho a la vida.

Un ejemplo paradigmático es el del régimen cubano. Condenada en infinidad de oportunidades por la ONU, precisamente por su política estructural de violación de los derechos individuales, resulta que ahora La Habana ocupa no un puesto en el banquillo de los acusados, como indica su historial represivo, sino un asiento en el Consejo supuestamente llamado a poner coto a dichas violaciones.

Todo comenzó en junio de 2007, cuando Cuba y Bielorrusia fueron “absueltas de sus cargos”: ya no tendrían que recibir una atención específica de la ONU según las reglas adoptadas por el nuevo CDH. Como guinda, este verano fue elegido presidente del Comité Asesor del CDH Miguel Alfonso Martínez, también presidente de la oficialista Sociedad Cubana de Derecho Internacional.

Con la nomenklatura cubana apoltronada en el Consejo de Derechos Humanos, éste refrenda su condición de réplica maquillada de su predecesora –la antigua Comisión de Derechos Humanos–, víctima de dos señas de identidad complementarias: su connivencia con gobiernos represivos y su clamorosa incapacidad para sancionar a los mismos. Al permitir que sus miembros sean elegidos por una mayoría simple de la Asamblea General, el organismo vuelve a arropar a regímenes delincuentes, dado que es público y notorio el relativismo, la insensibilidad y el desprecio a los derechos individuales que caracterizan a la mayoría de los gobiernos integrantes de Naciones Unidas.

En su momento, allá por la primavera de 2006, Estados Unidos había pedido que los miembros del organismo demostraran un compromiso firme con la protección y promoción de los derechos humanos, que los candidatos a conformarlo resultaran elegidos por las dos terceras partes de la Asamblea General y que cualquier gobierno bajo sanciones del Consejo de Seguridad por violaciones o terrorismo fuera excluido categóricamente. Visto lo visto, era el único modo de diluir la marea autoritaria que ahora mismo inunda el CDH.

Como ya ocurriera con la agonizante –y finalmente revivida– Comisión de Derechos Humanos, pero multiplicando ad infinitum sus dislates e incongruencias, el nuevo CDH sigue haciéndose el sueco frente al siempre espinoso asunto de las violaciones de los derechos humanos. La inclusión del régimen castrista constituyó su piedra de toque, y el episodio se ha saldado, y continúa saldándose, con el más escandaloso descrédito.

Nada que celebrar.



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El Reducto que los ingleses se negaron a canjear por la Florida

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Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
letrademolde@gmail.com

 

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