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Operación Retorno

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El fotógrafo Delio Regueral nos hace llegar una tentadora iniciativa, que ya recorre, en forma de rumor, las calles de Miami, así como varios blogs centrados en la temática cubana. Reproducimos el texto íntegro, que hemos subtitulado Operación Retorno:

“El Movimiento Retorno a Cuba (MRC) simplemente promueve el uso del derecho internacional de cualquier ciudadano del mundo a viajar libremente a su país de origen. Lo hace de un modo impositivo porque no pretende pedir permiso, y pacífico, porque su objetivo es recuperar el país, no terminar de perderlo.

“El llamado es a todos los cubanos del mundo para que el próximo 1ro de enero llegue a Cuba una oleada de exiliados que regresen para quedarse, y que pongan en práctica la famosa campaña de no cooperación, integrándose en la sociedad con todas sus consecuencias, buscando vivienda, trabajo y empezando de cero. El MRC propone como método de regreso el que con motivos turísticos o humanitarios o religiosos se ha venido usando por cincuenta años: viajes directos, por terceros países y por vía marítima. Es decir, se trata de los mismos mecanismos que hemos usado tanto para viajar a la isla como para salir de ella, con la ventaja de poder cambiar la balsa por el bote.

“Se calcula que un cinco por ciento de los exiliados (más de 50.000) volvería simultáneamente a la isla o llegaría días antes, como turistas navideños, el próximo 1ro enero. La oleada masiva, otros 500.000, se espera después de la caída de el régimen, en no más de quince días. Estos cálculos no son sacados de la nada, sino que forman parte de un estudio minucioso de la realidad económica, política y social por la que atraviesa lo que queda de Cuba. Ya están dadas las condiciones ideales para que un hecho como el que proponemos desemboque en una verdadera desobediencia popular a todos los niveles, desde las calles hasta los ministerios y el ejército.

“De más está decir que no descartamos actos violentos por parte de los órganos represivos, pero si una oleada de barcos frente a las costas de La Habana, sin dispersarse a lo largo de la isla, cubierta por los medios de comunicación del mundo entero, coincide ese día, sería más difícil para el gobierno recurrir a la violencia. Por otra parte, de haber dentro de la isla unos cuantos miles de exiliados llegados días antes, ellos también podrían hacer valer su presencia desde tierra.

“Imaginemos el panorama, la reconquista de la isla por su pueblo dentro de la isla, en una invasión pacífica de los exiliados regresando a su tierra”.

Tentadora la iniciativa, como decía al inicio, y todo un desafío para quienes desde el exilio han insistido, reiteradamente y sin que carezca de lógica su planteamiento, en que el problema cubano debe ser resuelto por el pueblo cubano.

A continuación, un artículo indirectamente relacionado con lo anterior. Se trata de otra “operación retorno”, un nueva ofensiva antiembargo desatada por la oficialidad cubana a raíz del paso de los huracanes Ike y Gustav:

Tras los huracanes, el embargo

un artículo de Armando Añel

La costumbre de responsabilizar al vecino de los problemas propios, o de trasladar hacia afuera los problemas de adentro, es tan antigua como la historia misma y no parece susceptible de remisión en un futuro cercano. Precisamente, el embargo estadounidense contra el régimen castrista, clavo ardiendo del que se agarran los simpatizantes del totalitarismo para justificar sus desmanes e incongruencias, engrosa, como referente, los anales de ese victimismo justificativo que ha frenado históricamente a la especie humana. La culpa invariablemente es del otro, del vecino, del “enemigo”. Del “imperialismo yanqui”.

Aunque en el caso de Cuba la ofensiva antiembargo tiene implicaciones adicionales. No sólo disimula la ineficacia del modelo comunista, sino que resulta medular en términos de conservación del poder. Es de sobra conocido el carácter parasitario del sistema cubano, el hecho de que sólo a través de subsidios consigue mantener la cerrazón política y económica que lo caracteriza. La subvención soviética apuntaló durante décadas la parálisis castrista, función que en la actualidad cumple el petróleo venezolano. En esta cuerda, el levantamiento de las sanciones norteamericanas regalaría al castrismo una nueva fuente de subsidios, pero, a diferencia de los chavistas –demasiado sujetos a vaivenes internos y externos-, de subsidios estables, duraderos.

El castrismo es improductivo, luego el castrismo es parasitario, luego el castrismo es dependiente (en su momento de la antigua Unión Soviética, más tarde de Venezuela y siempre de Estados Unidos). Así, tras el paso de los huracanes Gustav e Ike, una nueva ofensiva antiembargo está en marcha, expuesta en la aberración de condicionar las ayudas humanitarias ofrecidas por Estados Unidos al levantamiento de las sanciones. Como siempre, la intelectualidad oficialista, nucleada en torno a la UNEAC, ha salido al rescate de la clase gobernante, circulando una carta en la que alrededor de cinco mil firmantes exigen el cese del embargo. Si alguien dudaba de la absoluta falta de escrúpulos de la dirigencia castrista, esta jugada la retrata hasta la médula.

Y es que cuando el régimen ha carecido de subsidios, ha debido abrirse paulatinamente a la iniciativa ciudadana. Recuérdese la uniformidad social o la inexistencia de una disidencia pública durante los años dorados del neocolonialismo soviético. Recuérdese el Maleconazo y las tímidas medidas aperturistas de mediados de los años noventa, posteriores al subsidio este-europeo e inmediatamente anteriores a la subvención chavista. Recuérdese, en fin, el retroceso de esas mismas reformas tras la aparición de la ubre venezolana. De ahí que la vieja guardia vuelva una y otra vez sobre el levantamiento incondicional de las sanciones estadounidenses, mientras observa de reojo la inestable presidencia de Hugo Chávez.

Pero existe una lógica histórica inexorable. Un régimen que confiscó ilegítimamente las propiedades norteamericanas en Cuba, y se pasó al bando comunista en la Guerra Fría, y amenazó con misiles nucleares a Estados Unidos, y ejerció de rampa de lanzamiento del imperialismo soviético en el hemisferio, y ha acogido calurosamente a los prófugos de la justicia estadounidense, y ha presidido la retórica antinorteamericana durante medio siglo, no puede pretender que Washington, nada menos que Washington, le dé respiración asistida.

Un régimen que ha obligado a cerca del veinte por ciento de la población cubana a exilarse -calificándola de “mafia”, “escoria”, “vendepatria” y otras lindezas por el estilo-, no debería sorprenderse de que algunos de esos mismos exiliados, convertidos en políticos y funcionarios del gobierno de los Estados Unidos, aboguen por el endurecimiento de las sanciones. Es como clavarse un cuchillo y esperar que no brote la sangre. Se cosecha lo que se siembra. Debería saberlo la vieja guardia reaccionaria.



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Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
letrademolde@gmail.com

 

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