Papeles profanos (III)
Armando Añel | 21/08/2008 3:17
Tags: Cultura
A continuación, el segmento final de la carta que originó la serie Papeles profanos. Como advertimos en su momento, Raimundo Menocal y Cueto, autor de la misiva, fue lo que llamaríamos hoy un historiador “políticamente incorrecto”. Incorrecto en grado sumo, como demuestran, otra vez, algunas de las afirmaciones de esta última parte. La carta, recuérdese, fue escrita en el verano de 1965.
Las dos primeras ediciones pueden encontrarse en la sección Cultura, en la columna derecha de este blog. Agradecemos la colaboración del profesor Emilio Ichikawa. Que la disfruten:
Textual: Carta de Raimundo Menocal y Cueto al Dr. Ernesto Dihigo
Si el movimiento iniciado en Yara tuvo todos los caracteres de una revolución social, la propaganda de José Martí no dejó de tener el mismo sabor, con la particularidad de que sus ofrecimientos a las masas se hacían más expresivos y categóricos, a fin de contrarrestar sus deficiencias como caudillo militar, y como medio de imponer con el apoyo de sus simpatizadores su reconocimiento como jefe del movimiento insurreccional (en lugar de Gómez y de Maceo) que se proponía desplazar a España de Cuba.
Es un hecho evidente que Martí ha sido endiosado injustificadamente, pues hay que advertir que sus ideas fundamentales eran disolventes y estaban en pugna con las necesidades de la sociedad cubana. La mayor parte de nuestra intelectualidad se ha estado amparando a la sombra del supuesto apóstol para obtener alguna ventaja de orden personal, tanto más si Martí no representaba ninguna idea superior cubana. Es más, su moral periodística era muy discutible. Me remito al tomo 69, página 19, de la Editorial Trópico, en el que hace una proposición deshonesta a Mercado.
Por su parte, es inexplicable que Martí no escribiera en las revistas cubanas de la época. De esa manera se podría haber calibrado el alcance de su cultura y la bondad de sus tendencias literarias, ya que lo que hubiera escrito hubiera sido escudriñado por críticos tan eminentes como Ricardo del Monte, Manuel Sanguily y Enrique José Varona, que estaban al tanto de lo que se escribía en los principales centros de la cultura del mundo civilizado.
Vencedor el movimiento insurreccional de agosto de 1906, el próximo presidente de Cuba había de ser un representativo de ese movimiento, aparte de responder a las simpatías del gobierno de los Estados Unidos. Es evidente que el vulgo cubano estaba bien penetrado de la propaganda disolvente que hacían los elementos políticos liberales. No obstante advertir las simpatías de las masas cubanas por el candidato liberal, acompañé al cochero negro de mi padre a votar en el colegio electoral que le correspondía, y que se encontraba en la calle de Someruelos, en La Habana.
En efecto, se podía observar la coacción de los elementos de color con todos aquellos que ellos estimaban contrarios al candidato de sus simpatías. El cochero de mi padre se llamaba Rafael, y se podía contar como de la familia. Así, antes de entrar al colegio, le mostré cómo había de anotar su voto a favor del candidato conservador. Ciertamente, la situación se mostraba adversa a la candidatura conservadora, pero cumplía con mi deber de llevar a un elector a las urnas que se decidiera a votar por lo que yo estimaba la candidatura más conveniente para los intereses generales del país. Al salir del colegio electoral, el cochero subió al pescante, yo me senté en el interior y, aunque tenía la seguridad que él había votado por el candidato a quien había conocido desde niño, candorosamente le pregunté: “Rafael, ¿por quién has votado?”. Me contestó, con una espontaneidad que me dejó frío: “Me gustó el gallo y el arado”. O sea, votó bajo el emblema del partido contrario, el Liberal. Luego, se ha de convenir que el atractivo del vicio ejercía mayor influencia en la mente de la inferioridad social que el afecto de la familia y otras consideraciones públicas.
No soy de los que niego o trato de ocultar, por mi parentesco, que el general Menocal, como gobernante, defraudó a la masa de los conservadores que esperaban de su administración la regeneración de la cosa pública cubana, y el cumplimiento de lo ofrecido de realizar una administración eficiente, honrada y económica, es decir, que se cumpliera con el programa de Honradez, Paz y Trabajo. El gobierno conservador fue un fracaso. El vicepresidente de la República, Dr. Enrique José Varona, lo expuso así en su discurso de ingreso en la Academia de las Artes y Letras, en 1916.
Posteriormente, el gobierno descansó en la fuerza armada, que impuso la elección de Alfredo Zayas en 1920. Lo que sucedió después es de todos conocido. Machado sucedió a Zayas, y para salvarse tuvo que huir. A continuación el movimiento del 4 de Septiembre, encabezado por Fulgencio Batista y auspiciado por el Directorio Estudiantil Universitario, intensificó la revolución social.
Bueno es que te informe que, durante la campaña contra la dictadura de Machado, una mañana me encontraba de visita en casa de Montoso y me llamó aparte Carlos Saladrigas para proponerme que nos reuniéramos en mi oficina un grupo de hombres jóvenes, a fin de promover un movimiento de opinión que movilizara al país al objeto de salvar a la sociedad cubana del caos que atravesaba. Nos reunimos una tarde Carlos Saladrigas, Joaquín Martínez Sáenz, Jorge Mañach, Luis Baralt, Carlos Felipe Armenteros y algunos otros cuyos nombres no recuerdo.
Yo había publicado un folleto proponiendo un programa de espíritu liberal para solucionar el problema cubano, en virtud del cual me dejaron cesante en el cargo de Fiscal de Partido de La Habana. En aquella reunión no se le puso atención a mi programa, y después de haber hablado Martínez Sáenz una serie de incoherencias, Carlos Saladrigas propuso que en la siguiente reunión cada uno de los concurrentes llevara su programa. Cuál no sería mi sorpresa cuando en esa reunión posterior el Dr. Saladrigas presentó un programa de ideas socialistas, de sentido muy radical, que fue aprobado por los Sres. Mañach, Baralt y Martínez Sáenz. Respecto al Dr. Carlos Felipe Armenteros, propuso un programa comunista cuya copia no pude obtener.
Estos señores salieron de mi oficina a fin de formar una agrupación terrorista para combatir a Machado. A los pocos meses, y cuando se había formado el movimiento A.B.C., se publicó el programa manifiesto de esa agrupación, que era de inspiración liberal no obstante ser la mayoría de sus directores de ideas socialistas, como lo habían expresado en mi oficina.
Yo tuve el propósito de desenmascarar a los dirigentes del A.B.C., y así demostrar que sus ideas no convenían con el programa que habían lanzado a la consideración del público, pero desistí de hacerlo porque los iba a comprometer, además de estar la situación muy tensa y delicada con motivo de los atentados que se estaban efectuando. Como es sabido, la caída de Machado trajo una nueva situación en el país, auspiciada por el embajador Welles, en virtud de lo cual, se puede decir, el A.B.C. quedó integrado en la revolución social.
Como resultado de la rivalidad demagógica entre Batista y el Directorio Estudiantil, aquel se esmeró en promover medidas de carácter disolvente, como la Ley de Alquileres y la Moratoria Hipotecaria. Para contrarrestar estas medidas de tendencia radical, se fundó la agrupación Asociación Pro Restauración del Crédito Cubano, un movimiento de tendencia conservadora que se estaba afirmando en el país y que hubiera creado un nuevo estado de conciencia en Cuba, si es que no se aprueba y adelanta la Constitución de 1940. Esta estuvo auspiciada por todos aquellos que, como José Manuel Casanova, se proponían apoderarse de las propiedades que habían adquirido a base de hipotecas, para lo cual sobornaron a muchos constituyentes que apoyaron y aprobaron, mediante dinero, una de las Disposiciones Transitorias que favorecía a los deudores influyentes.
Al amparo de la Asociación Pro Restauración del Crédito Cubano fundé el periódico El Siglo y la Asociación Conservadora, y así pude arremeter contra la revolución social, las falsedades, la propaganda disolvente de la demagogia y la inmoralidad administrativa; al paso de pedir el reconocimiento de los derechos individuales de los cubanos. En esta etapa de mi vida escribí mi obra Origen y desarrollo del pensamiento cubano.
El Siglo lo tuve que cerrar a fines del gobierno de Batista, por mi campaña oposicionista, aunque no me pesa haber expuesto mi pensamiento liberal durante más de tres décadas. Después de la caída de Batista, seguí escribiendo en el Diario de la Marina hasta que lo clausuraron.
Es evidente que la nación cubana tendrá que resurgir, pero bueno es hacer constar que, si el defecto de nuestra orientación educacional ha consistido en no seguir nuestras tradiciones de cultura, entre ellas los estudios sobre las civilizaciones antiguas -la griega y la latina-, hemos de convenir que no adelantaremos un solo paso para ampliar nuestra cultura si no adoptamos un nuevo programa de estudios. Estas ideas me las ha venido a confirmar la lectura del excelente trabajo sobre tu padre, que merece ser leído por todos los hombres pensantes cubanos. Te vuelvo a felicitar, y sabes que siempre te tiene en la misma estimación, tu viejo amigo,
Raimundo Menocal.
Publicado en: Cuba Inglesa | Actualizado 21/08/2008 4:29