• Registrarse
  • Iniciar sesión

Visiones imperiales (I)

17 Comentarios Enviar Print

En Europa cierta derecha puede, y hasta suele, ser antiamericana (para no hablar de cierta izquierda). Es el caso de la llamada Nueva Derecha, con epicentro en Francia. Dice el académico Alain de Benoist que “la apertura de un Macdonals o de un Walmart son una amenaza mayor para la identidad europea que la apertura de una mezquita”. Y también: “No tenemos por qué elegir entre la internacional del terrorismo y la colonización americana”.

De lo que se desprende que la “identidad europea” constituye una suerte de abstracción vaporosa, o quebradiza, que cual viuda alegre elude a sus pretendientes para no tirar de ellos, empujarlos a la cama y hacerse poseer. Vaga identidad aquella que se asume incapaz de digerir la apertura de un supermercado.

Cuba Inglesa inicia una serie de acercamientos a la política y la cultura americanas bajo el título genérico, potencialmente polémico, de Visiones imperiales. Desde ellos queremos visualizar la “cara oculta” de Estados Unidos, una nación blanco, mediática y diplomáticamente hablando, de la otredad en zafarrancho de combate. Aseguraba Octavio Paz que éste es “un país fuera de la historia”. Un país cronológico, se entiende. Que abre, o preconiza, la prehistoria de un nuevo tiempo.

La eterna batalla

Fragmento de una conferencia homónima ofrecida por Carlos Alberto Montaner en mayo de este año, en Panamá

Los norteamericanos estrenaron su república antes que nadie, frente el escepticismo de los poderes europeos, que pensaban que el experimento estaba condenado a terminar en un inmenso caos. Sin embargo, sucedió algo que ni siquiera estaba previsto por los padres de la patria: al fundar el nuevo orden social en la competencia y en el respeto a la ley, alejando de manera creciente el clientelismo y el favoritismo propios del mercantilismo (o del populismo, diríamos en nuestros días), la sociedad norteamericana comenzó a prosperar de manera acelerada hasta ponerse a la cabeza del planeta desde principios del siglo XX y hasta nuestros días.

Había sucedido lo que el historiador norteamericano Douglass North, Premio Nobel de Economía de 1993, describe como el paso de una sociedad de “acceso limitado”, fundada en el pacto de las élites dirigentes para controlar y repartirse las rentas, a una sociedad de “acceso abierto”, sostenida por la competencia constante en el terreno político y en el económico, mecanismo que renovaba constantemente a los grupos poderosos.

Desde entonces, unos cuantos países, repúblicas o monarquías constitucionales, han transitado en la misma dirección, cada uno con sus peculiaridades, convirtiéndose en sociedades muy ricas, algunas de ellas verdaderamente opulentas. Desgraciadamente, entre esos países no hay ninguno que pertenezca a la América Latina, aunque es posible que Chile, si no se descarrila, se encamine en esa dirección.

Cortesía http://www.firmaspress.com/

El problema del patriotismo

Fragmento de un artículo homónimo de Adolfo Rivero Caro

Si uno piensa que la sociedad americana es fundamentalmente injusta, no vacilará en hacer lo que haga falta para revolucionarla. ¿Aman realmente al país los que lo hacen? Los Rosenberg, por ejemplo, convencidos de que los Estados Unidos eran una potencia imperialista y agresiva, le pasaron los secretos de la bomba atómica a Stalin y a los rusos... ¿Se consideraban patriotas los Rosenberg? Creo que sí. Sin duda, amaban la geografía del país que los vio nacer. Simplemente detestaban sus instituciones. No querían obliterar a Estados Unidos del mapa, simplemente querían hacerlo comunista. No se consideraban traidores. Algunos musulmanes fundamentalistas, de origen americano, tampoco quieren la desaparición de Estados Unidos, simplemente quieren convertirlo en una república americana islámica. Ahora bien, ¿fueron realmente patriotas los Rosenberg? ¿Son patriotas los que aspiran a transformar radicalmente las grandes democracias modernas?

Un país no es simplemente una geografía, un paisaje. Un país es también un denso tejido de instituciones y de costumbres. En Estados Unidos esas instituciones fueron establecidas por los padres fundadores. Casi nadie discute que fueron extraordinariamente exitosas. Sin embargo, no pudieron impedir graves problemas. Los principios sobre los que se estableció la república americana, por ejemplo, eran esencialmente incompatibles con la esclavitud y el racismo. Sin embargo, complejas circunstancias históricas permitieron su existencia. Posteriormente, el Partido Demócrata, perdedor en la guerra civil, entronizó el racismo en una parte del país. Rechazar el racismo, sin embargo, no significaba rechazar los principios básicos de la nación, sino muy por el contrario reivindicarlos. El racismo había sido una brutal deformación de los principios establecidos por los padres fundadores. Era perfectamente posible amar las tradiciones de este país y luchar contra el racismo. No hacía falta ninguna revolución.

Nunca debemos olvidar que las democracias, las sociedades liberales (en el sentido clásico) siempre están bajo ataque. Y que ninguna es invulnerable. Durante todo el siglo pasado estuvieron bajo el implacable asedio de fascistas y comunistas, que constantemente subrayaban sus debilidades e insuficiencias. Hoy siguen bajo el ataque de esas mismas ideas, más o menos diluidas, junto al nuevo y violento asalto del fundamentalismo islámico. No sólo eso. El antiamericanismo une a esas ideologías tan dispares. Los ''progresistas'' de hoy hacen causa común con los dirigentes de las sociedades islámicas, donde las mujeres carecen de derechos elementales. Ahí tienen la grotesca alianza entre Chávez y Ahmadinejad.

Cortesía http://neoliberalismo.com/

En el país del superhombre

Fragmento de un texto más extenso de este autor

Lo extraordinario de Estados Unidos es que por primera vez en la historia surge un país en el que la correlación de fuerzas entre el ser dependiente y el independiente se inclina a favor del segundo. El “superhombre” es mayoría en Norteamérica, o al menos ha sido lo suficientemente numeroso en sus orígenes como para imponer un estilo de vida, una visión determinada de la realidad (el hombre como bestia negra de la Historia).

Estados Unidos es la modernidad en lucha con el pasado, el futuro antes de tiempo, atravesado entre la prehistoria y la posmodernidad (esa que no tiene nombre, que aún no puede ser). Un futuro en permanente fuga, terreno fértil para los juegos de rol. El escenario como significado, carretera sobre la que el protagonista despliega su persecución interminable, su individualidad vertiginosa. “El asceta. El mercader. El explorador”. Como afirma Octavio Paz, se trata de un país fuera de la historia.

La Declaración de Independencia estadounidense adelantó la idea revolucionaria, futurista, de que el ciudadano tiene derecho a la libertad y a la búsqueda de la felicidad. Debe leerse detenidamente: no a la felicidad, sino a la búsqueda de la misma. Una búsqueda que adopta tantas formas como las características del individuo que la emprende, pero que sólo viene como anillo al dedo, en toda su rotundidad y alcance, al “superhombre”. Aquel individuo que descubre, desde la seriedad con la que jugaba cuando era niño, que la vida no es más que eso: un juego de rol.

Cortesía Letra de Molde.



Buscar en este blog

Sobre este blog

El Reducto que los ingleses se negaron a canjear por la Florida

Sindicación

Agregador para sindicación en XML

Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
letrademolde@gmail.com

 

Archivo

Calendario

domlunmarmiéjueviesáb
     12
3456789
10111213141516
17181920212223
24252627282930
31