Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Economía

Desastre anunciado

Al igual que otros programas propagandísticos del castrismo, la llamada 'revolución energética' ha sido un chasco.

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Hace unos años, con gran fanfarria, el gobierno declaró el comienzo de una gran "revolución energética" que no sólo resolvería los problemas de Cuba, sino que también sería un ejemplo para el resto del mundo.

En importantes foros internacionales, fundamentalmente latinoamericanos y de países subdesarrollados, las autoridades se presentaron como paradigma en el uso racional de los recursos energéticos y anunciaron su disposición, "de forma altruista", de compartir los elevadísimos conocimientos desarrollados en esta materia.

La concepción de la revolución energética estaba basada en el cambio masivo de los bombillos incandescentes por los llamados "ahorradores", la amplia sustitución de equipos de refrigeración, cocción, ventiladores y otros de producción soviética —y muchos norteamericanos de los años 1950 y anteriores— por equipos chinos relativamente más modernos, tras recoger los viejos.

Se adoptó también la controvertida decisión de importar enormes cantidades de grupos electrógenos para ser interconectados de forma permanente al sistema electroenergético nacional y para utilizarlos, en menor cuantía, como plantas auxiliares en hospitales y otros lugares.

De acuerdo con las informaciones disponibles, los grupos electrógenos interconectados al sistema tuvieron una generación bruta de electricidad de 2.917,4 millones de KW/hora en 2007, para un 16,5% de toda la energía generada. Paralelamente se incrementó el precio de la electricidad a un nivel que si un ciudadano consume 380 Kw/hora, debe pagar una factura superior al 50% del salario promedio mensual a fines de 2008 (414.00 pesos).

La sustitución de los bombillos resulta una medida racional, que se venía haciendo en muchos países desde hacía tiempo. Esta tecnología procede de naciones desarrolladas, por lo que parece ridículo hablar de revolución por hacer cambios de luminarias.

Lo mismo podría decirse de la política de promover equipos electrodomésticos más eficientes. Pero esto, se hizo después de decenios de utilización de equipos obsoletos, que en muchos casos eran construidos domésticamente a partir de motores y piezas de lavadoras soviéticas. O refrigeradores destartalados, con más de cinco decenios de explotación, altos consumidores de energía.

Mueven a risa las escenas de grupos de jóvenes —mostradas en la televisión—, que cual nuevos descubridores de América cambiaban focos en Venezuela, Bolivia y otros países latinoamericanos, como si allí no hubiera personas con dos dedos de frente para hacerlo.

Los 'todopoderosos' grupos electrógenos

En cuanto a la enorme importación de grupos electrógenos para interconectar de forma permanente al sistema electroenergético nacional, surgen muchas interrogantes, por ser quizás la primera vez en el mundo que esos equipos —producidos para ser utilizados de forma emergente— se usan sin parar, lo cual reduce su vida útil.

Por otra parte, necesitan combustibles con ciertos parámetros de calidad, que no tiene el pesado petróleo nacional, a diferencia de las plantas termoeléctricas rusas y checas que, aunque altamente gastadoras, sí lo pueden consumir.

Además, han sido ubicados en diversos lugares del país, lo cual causa grandes costos de transportación del combustible que consumen, y requieren mucho mantenimiento y cambio de piezas. Esto hace a estos grupos, hoy básicos en la producción energética nacional, altamente dependientes de factores externos. Es una cuestión muy preocupante en los momentos actuales de extrema falta de divisas.

Aunque la llamada "revolución energética" ha tenido en consideración la reparación de las destruidas redes de transmisión y distribución de enérgica eléctrica, todo parece indicar que no se ha hecho lo suficiente, y que quizás los gastos desmesurados que se hicieron en la compra de equipos electrógenos, en gran parte debieron dedicado a la adquisición, en mayor proporción, de cables, subestaciones, transformadores y otros componentes para reparar la maltrecha estructura del sistema.

Las estadísticas oficiales demuestran que en 2008 se perdieron 2.923,8 millones de KW/hora por los problemas antes apuntados, lo cual representó el 16,3% del total de 17.957,1 millones de KW/hora de la energía eléctrica generada. Un enorme derroche, si se tiene en cuenta que en 1958 las pérdidas fueron de un 8,7%.

Según los datos aportados por el periódico Granma, el 18 de junio pasado, sobre que "generar un kilowatt de electricidad, digamos, le cuesta al país en este momento entre 14 y 16 centavos de dólar", a esos costos se perdieron entre 158 y 181 millones de dólares, descontadas las pérdidas normales de hasta un 10% de la generación. Y sin considerar que el pasado año los precios del petróleo fueron radicalmente superiores a los actuales, llegando en julio a los 147 dólares por barril.

Ahora bien, si el análisis se hace para un período más largo, como podría ser 2000-2008, las pérdidas ascienden a 8.402,0 millones de KW/hora para más de mil millones de dólares dilapidados, un cálculo conservador si se toman como aceptables las pérdidas de hasta un 10% de la energía generada. O lo que es lo mismo, únicamente considerando la cantidad perdida por encima de ese porcentaje. Es decir, en 2008 con una pérdida de un 16,3%, sólo se tomó en consideración un 6,3% para realizar los cálculos.

Visión equivocada

Como puede apreciarse, es muy difícil hablar de "revolución energética" en Cuba. Más bien podría calificarse de desastre energético. Las autoridades han carecido de visión, durante muchos años, en la búsqueda de soluciones alternativas a la utilización de combustibles fósiles.

Al cierre de 2007, del total de la energía eléctrica producida, sólo el 0,7% se generó por fuentes renovables; o sea 121,6 millones de KW/hora, de los cuales 0,2 millones correspondieron a tecnología no hidroeléctrica, de acuerdo con el Anuario de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE).

Si esto se compara con Chile, resulta ínfimo, pues dicho país generó casi 3,0 millones de KW/hora en 2007 por origen eólico y solar, y hoy aplica planes masivos para el desarrollo de estas fuentes renovables, entre ellas el calentamiento de agua mediante la energía solar.

Es oportuno añadir que en el Informe sobre el Índice de Desarrollo Humano 2007-2008 del PNUD, Cuba ocupa el lugar 18 en consumo de electricidad per cápita, entre los países de América Latina y el Caribe, para 1.380 KW/hora en 2004. Asimismo, en el período 1990-2004, el crecimiento de la generación energética fue del 0,6%, sólo superior a países como Antigua y Barbuda, Surinam y Haití, que decrecieron.

Actualmente se vislumbra una crisis energética en la Isla debido a la carencia de recursos financieros para adquirir los portadores necesarios en el exterior. A partir del pasado 1 de junio se estableció una radical disminución del consumo de energía eléctrica del 12,0%, lo cual ocasionará sensibles reducciones en la producción y los servicios. Esto, junto a otros factores negativos, pudiera provocar un sensible decrecimiento del PIB en el presente año.

Una prueba evidente de la inconsistencia del modelo energético, en un país donde, desde hace algunos años, la extracción de petróleo se encuentra estancada. Incluso existe el peligro de retrocesos, por la salida de socios extranjeros —como la empresa canadiense Pebercan en 2008, alegando que las autoridades no habían honrado sus compromisos de pago—.

En conclusión, puede decirse que al igual que otras revoluciones —agrícola, educacional…—, que las autoridades han querido exponer como ejemplo mundial, la llamada "revolución energética" termina como un chasco más. En lugar de haberse alcanzado avances, existe una crisis energética de consecuencias imprevisibles.


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