Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Política

Dos hermanos y un alfiler

Un año después de la 'cesión de poder', unos insisten en buscar cambios en un mar de sutilezas. Otros en la lectura de los hechos.

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¿Cuán distinta es la Cuba de hoy a la de hace un año?

"La misma y diferente", parecen resumir las respuestas de una informal encuesta de esquina. Es un lío establecer pautas. Nadie contesta de igual modo.

Unas pocas coincidencias aplauden la máxima de los tajantes: si las cosas no mejoran es porque empeoran.

A casi un año del brusco alejamiento de Fidel Castro de sus funciones presidenciales, encontrar el alfiler de la diferencia con su hermano, Raúl Castro, es una tarea que el propio gobierno se esfuerza por borrar como si se tratara de un delito.

Con o sin Fidel al frente, el Partido Comunista hace lo de siempre: siembra la idea de que el poder es un monolito. Es ver en ello una garantía de la estabilidad política y un mensaje a los contrarios de que "no hay fisuras" que aprovechar.

Un profesor universitario de historia contemporánea afirma que la "idea de la unidad es una obsesión histórica para ellos (el liderazgo). Si alguien habla de diferencias lógicas entre el uno y el otro, ellos entienden divergencias y eso resulta inadmisible".

En octubre pasado, el canciller Felipe Pérez Roque, muy dado a los anticipos tácticos, se apresuraba diciendo que "no hay en el pensamiento político de Fidel y Raúl un alfiler de diferencia".

El ministro de Exteriores no habló del pensamiento económico, pero no seamos sofisticados. Es justamente en esa asignatura donde los estudiosos de la transición cubana ven la posibilidad de hallar el alfiler.

¿Leyó Raúl a Lampedusa?

En realidad, el margen de maniobra de Raúl Castro ha sido mínimo teniendo a un Fidel en bata de casa e incluso "entre la vida y la muerte", como ha descrito el propio dictador en una de sus reflexiones periodísticas.

Todavía más. Aun después de una eventual muerte del gobernante, los herederos políticos que quieran una apertura tendrán que guardar las apariencias al no poder presentar en toda la línea un programa que ignore el legado ortodoxo del comandante. Las herejías vendrán con el tiempo, pronostican algunos.

Pese a lo restringido de las acciones del último año, bien planeadas y discretas, cargadas de una perspectiva táctica, es difícil negar que en sí mismas llevan un soplo de renovación.

El gradualismo del general de cuatro estrellas sirve para ir conformando un escenario básico en el terreno económico que permita tomar futuras decisiones estratégicas.

Definitivamente, él parece estar convencido de que una vez solo al frente de Cuba el capital político es escaso y serán los hechos, y no la retórica nacionalista, los que mantengan a flote el sistema. Llegado el momento de la verdad, el bando de los realistas no vacilará en respaldar las reformas con tal de preservar el statu quo: el unipartidismo.

"Si alguna de tales ideas económicas se torna potencialmente peligrosa para la estabilidad política, entonces lo pensaría dos veces, pero creo que él (Raúl) es menos conservador que su hermano y que haya leído a Lampedusa", estima el académico.

La transición en Cuba dependerá, entre otros factores, "de lo astuto que demuestre ser" el gobernante interino Raúl Castro, afirmó en febrero último el nuevo director nacional de Inteligencia de Estados Unidos, Michael McConnell.

La astucia no parece faltarle al ministro de Defensa. Discreción todavía menos. Si es lampedusiano o no, está por ver. Sí es tangible que, en casi un año de mandato y a la sombra espesa de su hermano, el general tomó decisiones impensables hace tan sólo un par de años.


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