«EE UU tiene una postura antiplattista»
Carlos Alberto Montaner, Andrés Ortega y Oswaldo Payá. Analistas opinan sobre la 'nueva era' que se abre en Cuba.
Carlos Alberto Montaner
Escritor, periodista y presidente de la Unión Liberal Cubana
El acto del 2 de diciembre fue la despedida a Fidel Castro y la toma de posesión oficial de Raúl. Probablemente no veamos más al Comandante hasta sus funerales, salvo que la quimioterapia haga algún milagro. Falta, claro, una carta final de despedida, efectista, sentida, patriótica y, naturalmente, estalinista.
La posición del subsecretario adjunto de Estado para América Latina, Thomas Shannon, ("Cuba debe democratizarse para mejorar sus relaciones con Estados Unidos") es la que siempre se demandó de Washington. Durante todo el siglo XX se le reprochó a Estados Unidos su indiferencia o su trato cordial con las dictaduras latinoamericanas.
Finalmente, Estados Unidos entendió que es inmoral sostener la política de "he is a son of a bitch, but he is our son of a bitch" y hoy formula sus posiciones estratégicas desde los principios y valores democráticos. Eso es irreprochable. Como lo es decirle a la nomenklatura cubana que primero se arregle con los demócratas de la oposición y luego con Washington. Esa es una postura genuinamente antiplattista. Exactamente contraria a la de quienes buscan arreglarse con Washington sin tomar en cuenta al pueblo cubano. Eso sí es plattismo.
Para los cubanos es una gran cosa que Estados Unidos haya entendido que sus intereses se defienden mejor si en Cuba existe una democracia estable y un sistema económico capaz de generar prosperidad, condición que, por supuesto, es contraria al colectivismo socialista.
Raúl asumirá el control, celebrará el sexto congreso del Partido, si es posible con Fidel vivo, ratificará la línea estalinista de los cinco congresos anteriores, especialmente la del quinto (1997), tal vez eleve a Pérez Roque a presidente del Consejo de Estado, como heredero informal de Raúl (un anciano enfermo de 75 años), pero dejará abierta la puerta a algunas reformas económicas menores que le permitan al país una cierta elevación de su miserable nivel de vida. Pero poco a poco la clase dirigente, que está profundamente dividida en torno al alcance de las reformas, irá quebrándose.
El final del sistema y de la dictadura vendrá como consecuencia de esa división y de un pacto entre los demócratas de la oposición y los reformistas más lúcidos que hoy existen dentro del gobierno.
Andrés Ortega
Director de la edición española de la revista Foreign Polic y y columnista del diario El País.
Ante el horizonte de la desaparición de Fidel Castro, son dos los países que más pueden influir en Cuba: Venezuela y EE UU. El tercero sería España, por los lazos familiares, culturales y económicos, y porque, llegado el caso, puede servir de puente entre La Habana y Caracas. Raúl Castro ha entendido bien: si desaparece su hermano y EE UU adopta una actitud hostil ante la sucesión, puede bloquear la transformación —que aún no transición— de la Isla, y llevarla a un callejón si salida.
Aunque nunca ha llegado a entender bien la naturaleza del régimen cubano y su impacto en el conjunto de América Latina, la administración estadounidense es perfectamente consciente de ello, y por eso habla cada vez de que la fuerza del cambio en Cuba tiene que surgir desde dentro, no desde Washington ni desde Miami (aunque la cuestión electoral en Florida pese). Busca, como España y tantos, un horizonte de democracia, pero puede comprender que tras la muerte de Castro tal horizonte no asomará de forma inmediata.
Raúl no es un hombre tan apegado como su hermano a la igualdad radical, aunque sea tirando de todo el mundo a la pobreza hacia abajo. Como militar y cabeza de empresas en manos del Ejército, es mucho más pragmático. Tiene margen de maniobra. Cuba 2006 no es España 1975. A Cuba le queda no sólo el desarrollo democrático (en un país donde no hay oposición organizada sino disidentes, que no es lo mismo), sino el desarrollo de una economía de mercado. También en la liberación de presos políticos (ha seguido poniendo algunos en libertad por razones de salud), e incluso teniendo gestos que serían muy bien recibidos por la población, como el acceso de los cubanos a los hoteles y centros turísticos, que tienen insultantemente prohibido. Así, ganará algo más que tiempo.
De Chávez se ha dicho que es el verdadero sucesor de Fidel, no en América Latina, sino en la propia Cuba, que tiene ahora en buena parte comprada, o si se prefiere, alquilada. Tiene una gran capacidad de manipulación en la Isla, aunque hay sectores en los que empieza a caer mal, que consideran que no se quitaron la dependencia en la URSS (por desaparición de ésta y a un enorme coste para los cubanos y el régimen castrista) para caer en otra, la de la Venezuela de Chávez.
Sea como sea, la presencia de la ausencia de Fidel Castro en el desfile para conmemorar su 80 cumpleaños y el medio siglo de la llegada del Granma a la Isla, con la que se inició la revolución cubana, ha indicado que todo ha cambiado y nada volverá a ser lo mismo, incluso si llegase a recuperarse. Una nueva época ha comenzado para Cuba. Raúl parece creer que podrá controlarla, y es posible que así sea durante un tiempo. Pero al final, tendrá que abrir la mano, incluso para lo que se llama un "cambio incluyente", es decir, con elementos del antiguo régimen, como ha pasado en casi todos los cambios antes o después.
Es la nueva perspectiva la que realza que el actual gobierno español tuvo razón al rectificar su posición y la de la UE frente a Cuba, pues, pese a algún altibajo, le ha dado una capacidad de interlocución a Madrid que ahora será mucho más importante.
Oswaldo Payá Sardiñas
Líder del Movimiento Cristiano Liberación
Para que Cuba viva libre, los cubanos debemos ser libres todos.
En la celebración del día 2 de diciembre, una vez más el gobierno ha exhibido la fuerza de su ejército, la gloria y memoria de las victorias, demostraciones masivas de apoyo y la permanencia de un poder, pero no la libertad.
La libertad es el derecho inalienable de los seres humanos y sin esta condición no se puede decir que el poder sea del pueblo. Que Cuba viva libre depende de nosotros, de los cubanos, pero también de los que gobiernan. Para que Cuba viva libre, debe ser una realidad que todo cubano pueda expresar libremente sus ideas y sentimientos y que nadie tenga que callar o simular por miedo, o sea reprimido, encarcelado, marcado o excluido por expresar sus opiniones; que todo cubano, viva dentro o fuera del país, pueda viajar sin restricciones y entrar libremente a su país y salir libremente cuando lo desee.
Mientras no sea así, los cubanos vivirán en una cárcel grande donde muchos esperan una oportunidad para escapar.
Que también los cubanos, y no sólo los extranjeros, puedan tener sus negocios y empresas, y los trabajadores tengan todos los derechos sindicales. De esta manera la mayoría pobre dejará de estar discriminada, mientras una minoría es privilegiada.
Que todos los ciudadanos puedan organizarse libremente en partidos políticos y no sólo los comunistas con su solo un partido, negando ese derecho a la mayoría. Entonces se respetaría la diversidad presente en la sociedad y no habría opresión. Que los ciudadanos puedan, verdaderamente, elegir a sus representantes. Entonces el poder será democrático y del pueblo soberano.
Que sean liberados todos los cubanos encarcelados por defender o ejercer pacíficamente los derechos humanos, porque mientras ellos estén encarcelados no sólo se estará cometiendo una grave injusticia, sino que se estará recordando que ninguno de los cubanos somos libres.
Creemos que sí, que los problemas y diferencias del Estado cubano con Estados Unidos de América y con cualquier otro Estado deben resolverse con la negociación sobre la base del respeto mutuo y la no injerencia.
En América Latina, la democracia imperfecta ha dado a los pueblos el derecho y la oportunidad de decidir en las urnas sobre los cambios profundos que necesitan en sus sociedades para hacerlas más justas. También, en Estados Unidos de América, su democracia imperfecta da la oportunidad al pueblo de señalar en las urnas su inconformidad y deseo de cambios.
En Cuba, el sistema comunista, que dice ser la democracia perfecta, está negando al pueblo el derecho a los cambios y a señalar esos cambios en las urnas, como ha ocurrido en todo el continente. Esta oportunidad para que el pueblo exprese su voluntad de cambio en las urnas, es el derecho que defiende el Proyecto Varela. Por eso seguiremos promoviendo el referendo que pide el Proyecto Varela y proponiendo el Programa Todos Cubanos, hasta que en las leyes y en la práctica se garanticen todos los derechos a todos los cubanos.
La unidad monolítica representa el silenciamiento y la opresión sobre la mayoría, esa es la unidad mediante las cadenas. Cuba necesita con urgencia el diálogo sin exclusiones, donde participen cubanos y cubanas, creyentes y no creyentes, de todas las posiciones políticas y formas de pensar.
La unidad orgánica que necesita nuestro pueblo para mirar al futuro y responder a sus desafíos es la que se logra mediante el diálogo sin fronteras y sin exclusiones entre cubanos. Un diálogo sobre la base del respeto a la dignidad y los derechos de todos y también con el perdón entre todos para lograr la reconciliación, porque a todos los cubanos nos otorgó el Creador, nuestro Padre, esta hermosa isla para que vivamos como hermanos.
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