Actualizado: 15/04/2024 23:17
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Sociedad

Navidades sin rebajas

Abolida ayer y vendida hoy, la festividad cristiana aporta al PIB socialista.

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Tampoco la mixtura ha faltado en los espacios comerciales estatales. Ornamentos navideños cohabitan en puertas y escaparates junto a posters de Fidel Castro alusivos al aniversario 48 de la revolución. La empresa CIMEX, uno de los pilares de la economía en moneda dura, los hizo estampar por miles.

"No me explico cómo lo permiten. Hace unos años, MachadoVentura prohibió todo este tipo de cosas navideñas en las vidrieras. Imagínese que yo me llevé las bolas para el arbolito de mi casa", recuerda una dependiente a la salida del centro comercial por departamentos Carlos III.

Se trata más de una estética de fin de año que de una espiritualidad combinatoria de símbolos religiosos y políticos.

Quita y pon navideño

El mensaje ya no sonroja a nadie: Castro llevó el quita y pon navideño en una agenda de notas discordantes, pero convenientes, que únicamente él, con su "carisma", ha podido hacerle tragar a los cubanos.

La esgrima entre la revolución y la Iglesia Católica comenzó desde el mismo 1959. El clero, en línea con la oligarquía desplazada pero también representando a cubanos de otros sectores, lanzó rápidamente sus primeros sablazos contra el nuevo régimen. Los privilegios de clase habían quedado dañados o abolidos.

El contragolpe no tardó. Fidel Castro hizo reembarcar a los curas falangistas de vuelta a la madre patria, cerró algunas iglesias, pero respetó la tradición navideña. Es más, hasta 1969 incluyó en la cartilla de racionamiento una canasta que ahora se recuerda con nostalgia.

Nueces, turrones españoles y vinos búlgaros, uvas de no se sabe dónde, mermeladas, membrillo, vita nouva, queso y enlatados con jamón, entre otros, eran esperados con ansiedad por los agradecidos cubanos de los sesenta.

El timonazo vino en el año 1970. Entonces Cuba, en maridaje cerrado con los soviéticos, afianzaba la educación ateísta y los creyentes, de cualquier confesión, eran mal vistos y relegados. Otros, como los santeros o paleros, podían terminar en la cárcel.

Las requisitorias planillas laborales tenían casillas para marcar el tipo de religión o creencia del solicitante. La inmensa mayoría callaba y se declaraba atea.