Actualizado: 23/04/2024 20:43
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«Ni judíos ni perros»

Represión estudiantil: Desde la muerte de Boitel y las purgas de los años sesenta, la Universidad ha sido 'sólo para revolucionarios'.

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Las pequeñas acciones estudiantiles en la Isla han quedado a la deriva en los últimos tiempos. Las airadas protestas de los alumnos en la Universidad de Oriente en octubre pasado, la entrega de más de 5.000 firmas del Movimiento Cubano "Jóvenes por la Democracia" (MCJD), la marcha de estos últimos por las calles de la capital; el desplante de los estudiantes de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) y su obligada autoinculpación después, y la constante reafirmación de la prensa oficialista en nombre de una unanimidad ficticia, son sólo una arista de lo que verdaderamente está ocurriendo hoy en Cuba.

A la luz de estos actos de "rebeldía", y cuando la Historia oficial pretende ser señuelo para entender la identidad nacional, retomo una cita de la historiadora Hortensia Pichardo de hace 25 años, que parece sacada de un tratado de estrategia pacífica no violenta o de una arenga civilista pro democrática:

"Juventud significa rebeldía. Es raro encontrar un joven que se conforme con la injusticia, o con el abuso de la autoridad. Si no protesta abiertamente, es porque se halla sometido a un régimen despótico que le impide cualquier manifestación espontánea, pero en determinadas condiciones el contexto rompe las trabas que lo han contenido hasta entonces y se manifiesta la rebeldía". ( La actitud estudiantil en Cuba durante el siglo XIX, Editorial Ciencias Sociales).

En su breve pero bien documentada monografía, la doctora Pichardo cita el amotinamiento de los estudiantes en 1853, así como la distribución de proclamas subversivas: empezaron por arrancar una orden rectorial de la tablilla de anuncios de la Universidad de La Habana, luego siguieron lanzamientos de "cohetes" y otras "molestias y alteraciones". Aunque parezcan insignificantes, estos hechos sí se veían entonces como desafíos al gobierno español, eran causa de expulsión, cárcel, destierro y fusilamiento.

Siguiendo el curso de la historia, el rosario de sufrimientos de los estudiantes de la Isla después de la llegada al poder de Fidel Castro, no se queda en los hechos que abortaron las primeras elecciones estudiantiles, ni en el camino a la muerte de Pedro Luis Boitel y las purgas de los años sesenta.

En octubre de 2006, los hermanos Néstor y Rolando Rodríguez Lovaina, seguidos de otros integrantes del Movimiento Cubano "Jóvenes por la Democracia", propusieron una campaña por la autonomía universitaria, para oponerse al segregacionismo actual de la Universidad como coto exclusivo de los "revolucionarios". El objetivo de estos jóvenes es restituir la Universidad Católica de Santo Tomás de Villa Nueva, cerrada tras la promulgación en 1961 de la Ley Administrativa de la Colectivización de la Enseñanza, que acabó con una década de educación emprendida por los dominicos en la Isla.

A esta acción juvenil sucedió la desaparición de organizaciones como Juventud Católica y Acción Católica, entre otras, mostrando sólo la punta del iceberg de la represión que vendría. Rolando R. Lovaina fue condenado a seis años de cárcel por sus acciones contestatarias y hoy dirige, contra viento y marea, el Centro de Estudios Sociales Alternativos. Las expulsiones de estudiantes que discrepan del punto de vista oficial, son habituales, y las amenazas de encarcelamiento y expulsión vienen convoyadas de autoinculpaciones públicas, "licencias temporales" y otros métodos para silenciar cualquier diferendo.

Entre los años 2006 y 2007, fueron expulsados de la sede universitaria de San Germán, en la provincia de Holguín, los jóvenes Yosvani Anzardo Hernández, Lourdes María Yen y quien suscribe, por integrar un proyecto cultural que publicaba la revista Bifronte. Luego, la propia entidad canceló los contratos de trabajo a las profesoras adjuntas Exilda Arjona Palmer y Niurka Valdés Rodríguez, por colaborar con dicha publicación.

El hecho más reciente apunta a la Universidad de Pinar del Río, con la expulsión del estudiante de Derecho Néstor Pérez González por colaborar con la revista Convivencia.

Esto es sólo un botón de muestra de una zona poco visible y apagada entre tanta represión, a veces contenida. A lo largo de la Isla se suceden ejemplos similares a diario. El fulgor descrito por la historiadora Pichardo en La actitud estudiantil se ha eclipsado, aunque la abulia que paraliza también a este estrato de la sociedad hace mella en cualquier intento de "despertar". Las autoridades no discriminan entre la pintada de un cartel y un acto terrorista, si fuera el caso.

En la universidad cubana, el objeto de humillación siempre tendrá el mismo rostro. Un decreto venido del ateísmo más cruel de la década de los años sesenta, hasta el laicismo más patriotero de la actualidad, le ha colgado una etiqueta segregacionista al Alma Mater. Como en la película de Benigni, La vida es bella, donde un cartel rezaba: "Ni judíos ni perros", el pórtico de nuestra institución académica ordena: "Stop… sólo para revolucionarios".


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