Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Política

Y después del NO… ¿qué?

El resultado del referendo en Venezuela corta la respiración a muchos en Cuba y los pone a sacar cuentas.

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"¿Y ahora qué va a pasar con nosotros?", pregunta una anciana en la cola de un banco en espera de cobrar su jubilación. La gente la mira, pero de momento nadie responde. Están impactados.

Es lunes, el día después de la derrota de Chávez, y los cubanos son devueltos bruscamente a las interrogantes sobre el futuro.

"Volverán los apagones", predice un fornido mecánico que también hace fila frente al banco para pagar su licencia como trabajador por cuenta propia, una de las modalidades de libre empresa personal que todavía es permitida por el gobierno.

"Ya hoy había menos guaguas", dice otro de la cola, para calzar los malos augurios sobre el posible cierre del paraguas energético venezolano. "Lean a Fidel, él dejó caer algo", invita con la barbilla adelantada, insinuante, el custodio del banco. En su cinturón porta un spray irritante como única defensa.

En una de sus llamadas "reflexiones", previas al referendo en Venezuela, Fidel Castro advirtió que aun ganando el sí aprobatorio a las reformas que establecían el socialismo, "las semanas y meses posteriores" podían llegar a ser "sumamente duros para muchos pueblos, entre ellos el de Cuba".

Los cálculos del gobernante apostaban por una reacción violenta de los opositores, ante su fracaso, que trajera consigo una marea de ingobernabilidad de resultados imprevisibles.

Cuentas equivocadas. La sorpresa hizo de las suyas. Por pírrico margen ganó el no reprobatorio y eso pone ahora en solfa toda la perspectiva estratégica de ambos gobiernos.

El canciller, Felipe Pérez Roque, ha querido enviar un mensaje de que no hay pánico.

"Chávez es el presidente y ha sido elegido hasta el año 2013. Así es que tenemos tiempo para pensar en todo", dijo a periodistas en la Embajada de México, un país importante en el mapa político regional con el cual se recomponen las relaciones luego de la era foxista.

Sin plan B

A precios preferenciales, oficialmente Cuba recibe 92.000 barriles diarios de petróleo venezolano —poco más de la mitad del total que consume—, mientras que Caracas es el principal socio comercial de La Habana.

De acuerdo con cifras oficiales, el intercambio de bienes y servicios se elevó a más de 7.000 millones de dólares anuales.

Venezuela, a la que Cuba vende masivos servicios médicos, educacionales y deportivos, entre otros, impulsa también en la Isla millonarios proyectos derivados de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), una entente que con Bolivia y Nicaragua se presenta como la precursora de una unidad regional para el desarrollo y un contrapeso al poderío estadounidense.

Las reformas, que garantizaban la instauración del socialismo y la reelección presidencial indefinida, contenían, de hecho, cláusulas para sostener un proyecto de ese tipo, esbozado ya por Simón Bolívar desde principios del siglo XIX.

El artículo 153 habilitaba a Chávez para concretar su idea de una confederación con otros países, iniciativa lanzada por el propio mandatario en La Habana en octubre pasado, pero que fue fríamente acogida por sus socios cubanos.

La percepción de que Cuba no tiene un plan B para salir del subdesarrollo cala en algunos investigadores.

"La dependencia exterior siempre ha sido nuestro talón de Aquiles como nación", comenta una profesora de historia doméstica que pidió el anonimato.

"Lo dramático es que sin asociarnos a países poderosos, como China, o ricos, como Venezuela, nuestras opciones serían todavía más limitadas. Estamos condenados", resume con pesadumbre la catedrática.

En un artículo titulado "Aprender las lecciones de la historia", publicado hace algunas semanas en Palabra Nueva, la revista de la Arquidiócesis de La Habana, el investigador Orlando Freire hace referencia a las relaciones económicas de la Isla desde 1902 al presente y sitúa el esquema del ALBA como otro factor de dependencia.

"Por tercera vez en su historia como nación independiente, Cuba confía su destino a un socio económico… ¿Qué pasaría si una mañana amanecemos con la noticia de que Hugo Chávez y su proyecto bolivariano han salido de la escena política venezolana?".

La respuesta de Freire hace diana en el temor que ahora muchos sienten: "El daño sería de vastas proporciones… de sólo pensarlo dan escalofríos".

Reformar o perecer

Los efectos de la derrota chavista se mueven en varias dimensiones, desde la económica hasta la psicológica, y agitan en los cubanos el peor de los recuerdos: la debacle soviética y del llamado socialismo real, que puso al borde de la hambruna a millones de personas y desató una crisis de la que todavía no se sale en 17 años.

"La gente tiene temor de que lo poco que hemos logrado, se vaya detrás de él", dice un cerrajero que cobra diez pesos por cada llave. Un cartel con la fotografía de un sonriente Chávez domina el fondo de su pequeño negocio.

"Pero de aquí al 2013 pueden pasar muchas cosas… buenas y malas", dice con aire de suspenso.

Otros son sarcásticos, como este vendedor de baratijas al abrigo de un recodo. "A uno de nuestros dos presidentes le dijeron no queremos socialismo. ¿Cómo se atreven?".

El buhonero alude a una frase de Carlos Lage sobre un presunto bipresidencialismo de los cubanos, que ilustra el grado de intimidad y compromiso estratégico de ambos gobiernos.

Si atendemos correctamente la expresión del ejecutante de la política económica del gabinete, el "no" de los venezolanos es también para Cuba y apura el dilema mental de algunos en las alturas: reformar o perecer.


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