Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Opinión

La celebración de Jellaby

Fiesta en Miami y movilización de turbas en La Habana: La cultura democrática tiene un largo trecho por andar.

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En ese sentido, la Ley Helms-Burton tiene todo al revés. Las elecciones tienden a ser históricamente la conclusión de los procesos modernizadores exitosos, no su preámbulo. Jack Zinder, de la Universidad de Columbia, ha demostrado que celebrar elecciones prematuras ha abortado numerosos procesos de liberalización, creando caos político, violencia y espacios para la corrupción y la demagogia. Aunque ninguna democratización es completa sin elecciones competitivas, no hay evidencia de que la celebración de elecciones sea precondición al inicio de procesos de liberalización.

La premisa de que resolver problemas de propiedades nacionalizadas es condición necesaria para el desarrollo de una economía de mercado o una democracia, es simplemente ideología sin evidencia que la sustente. China y Vietnam tienen las mayores tasas de crecimiento del mundo sin haber efectuado compensación o restitución alguna.

Por décadas después de sus dos conflictos civiles más importantes, la guerra de independencia y la guerra civil, Estados Unidos creció aceleradamente. Los afectados por las injusticias cometidas en esos conflictos, incluidos los negros esclavos a los que prometieron una mula y varios acres, esperan todavía por la compensación. Aun cuando se dio a las víctimas legítimo reconocimiento moral, en todas las experiencias exitosas, la viabilidad económica no se condicionó a la reparación de pasadas injusticias.

En las condiciones actuales de Cuba, una apertura económica consistente es la mayor garantía de estabilidad. Tal desarrollo tendría también consecuencias significativas para la reconciliación nacional. Si el gobierno cubano abre la economía al sector privado en la pequeña y mediana propiedad, muchos exiliados contribuirían con capital a ese proceso por su interés empresarial, por su patriotismo y por la esperanza de que, en un futuro, una mayor libertad económica generará la necesaria apertura política. Nada contribuiría más a la reconciliación nacional que negocios conjuntos, viajes y convivencia entre todos los cubanos.

Es en Cuba donde se decide hoy la suerte del embargo norteamericano. Si los sectores de negocios norteamericanos percibieran reales oportunidades en la Isla, desarrollarían presiones contra el embargo que el lobby cubano de derecha no tiene fuerza para resistir. Una apertura económica, en la que los cubanos en el exilio pudieran participar, provocaría el abandono de las organizaciones de derecha exiliada por la mayoría de sus bases. Así pasó al llamado lobby de Madam Chiang Kai Shek cuando los chinos del exterior y los norteamericanos percibieron a China como "país en transición", con oportunidades de negocios y no como una amenaza.

¿Algo para celebrar?

Desde mi condición religiosa considero que los problemas de salud de cualquier ser humano no deben ser motivo de celebración. Cuando los israelitas celebraron que los egipcios se hundían en el Mar Rojo, Dios se enojó pues todos somos sus criaturas y se celebra siempre la vida, no la muerte. Hago la aclaración no para someter mi fe a debate (las creencias religiosas no dependen de la razón), sino porque cuestiono las celebraciones en Miami de la enfermedad de Fidel Castro desde la racionalidad política de lo que es bueno para Cuba.

"Lo que celebró la gente en Miami, y muy bien celebrado —según Emilio Ichikawa—, fue la comprobación definitiva de que Fidel Castro podía morir". La celebración fue entonces una especie de terapia colectiva contra la alucinación de que el comandante no era mortal. ¿Dónde está la racionalidad del festejo? ¿Creyeron que los baños de Elguea o San Diego tenían pociones mágicas? Contrástese tal demencia en hora crítica con el liderazgo certero de la Iglesia Católica, concentrada en defender la paz social y abogar por la reconciliación sin injerencias foráneas.

Pero tomemos con seriedad a los celebrantes y asumamos que para ellos las complicaciones de salud de Fidel Castro son señales que Cuba esta más cerca de la democracia. No necesariamente. El carisma de Fidel Castro es soporte central para el comunismo cubano en su forma actual, pero el sistema puede recomponerse sobre nuevas bases.

¿Serán esas bases más democráticas o más abiertas al mercado? Es posible e incluso probable, pero no inevitable. No es difícil imaginar situaciones en que la ausencia del carisma de Fidel conlleve a un mayor control político, acompañado o no por una reforma económica. Eso para no hablar de los enemigos de Castro que controlan la política de EE UU. Llamarlos demócratas es un chiste de mal gusto.