Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Opinión

La celebración de Jellaby

Fiesta en Miami y movilización de turbas en La Habana: La cultura democrática tiene un largo trecho por andar.

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Si los festejos eran por la democracia, las celebraciones son por lo menos prematuras. Alfred Stepan ha explicado que los procesos de liberalización post-totalitaria se caracterizan por reducir los niveles de movilización política. ¿Será más difícil para los comunistas movilizar a sus bases con un Fidel menos activo? Sin duda. ¿Será imposible?

No recomendaría a nadie subestimar al comunismo cubano. Con Fidel o sin él, mientras se pretenda dictar desde el norte los destinos de Cuba, imponiendo la revancha contrarrevolucionaria, los comunistas seguirán movilizando el sentimiento nacionalista, el más fuerte de todos, a su favor.

Moderar las pasiones

¿Están los cubanos hoy menos polarizados? Diría que sí, pero eso nada tiene que ver con la enfermedad de Castro. El centro político no es todavía una masa crítica pero ha crecido a través de los contactos, la madurez de las nuevas generaciones y el declive de las ideologías extremistas. Aun así valdría recordar a Oscar Wilde que decía que un pesimista es un optimista informado.

Las reacciones revanchistas a la enfermedad de Fidel Castro en Miami y la movilización de las turbas revolucionarias en la Isla contra disidentes demuestran que la cultura democrática, imprescindible para estabilizar una república viable en reconciliación, tiene un largo trecho por andar.
El hecho es trágico porque los incendiarios de derecha e izquierda son gente normal en su vida cotidiana. El problema es que cuando la pasión los enciende ven a sus oponentes como terribles desalmados, sin reconocer que sus adversarios pueden ser sus propios familiares. Esa reacción pasional es parte del problema. En política, un poco de pasión energiza; en exceso se transforma en fanatismo.

Si se analizan los efectos en Cuba, y fuera de Miami, de las fiestas de la Calle Ocho habría incluso menos que celebrar. Según reportan los corresponsales internacionales de prensa, la mayoría de los cubanos en la Isla asoció los festejos a la existencia de rencores entre los exiliados. En el propio Estados Unidos, el ex presidente James Carter, consideró el alborozo inapropiado, pues "no debe celebrarse que alguien esté enfermo". El congresista Charles Rangel marcó su diferencia cuando dijo que "no es propio del pueblo estadounidense celebrar la enfermedad de otras personas".

En fin, si usted quiere asegurar que en Cuba no ocurran cambios, apoye el embargo y celebre la enfermedad de cualquier dirigente comunista. Si el propósito es hacer terapia en el exilio, no hay que limitarse a dirigentes nacionales, se podía hacer por municipios. La Comisión de la Free Cuba podría crear un fondo para parrandas como las de Remedios, en mi provincia natal. Será tremenda comparsa, pero no tiene nada que ver ni con valores humanos, ni con el mercado, ni con la democracia para Cuba. Esperemos que la catarsis sirva algunos para liberar rencores.

No hace falta saber si Fidel Castro se recuperará para concluir que la mejor contribución de EE UU a la actual situación cubana es la eliminación de las regulaciones que impiden a los exiliados visitar su país, según su conveniencia. Los dólares que pueda recibir La Habana por ese concepto son de mínima importancia, comparados con el impacto político de las visitas de los exiliados a sus familiares, amigos y antiguos compañeros de estudio.