Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Mariel: 25 años después

La generación perdida

¿Fue este acontecimiento el anti-Granma, como la Embajada del Perú el anti-Moncada?

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La idea de que Mariel fue una coincidencia de conciencias, sin ningún orden que justificara su exaltación a la categoría de 'generación', es de Olga Connor. Imagino que sería su manera de explicar la asincronicidad de que adoleció, desde su nacimiento, la mal llamada "generación del Mariel". Tal y como se conformó esa "suma de excepciones generacionales", convendría —ahora que ha transcurrido un cuarto de siglo— incluir también las "excepciones" de la suma; es decir, los excluidos por olvido, omisión o desacato de las mismas reglas que originaron la confusión taxonómica en primer lugar.

En vez de ser corregidas, las graves transgresiones de la taxonomía marielita se profundizan con cada aniversario. Quisiera recordar aquí a un puñado de excluidos, sin pretender reescribir la historia: mi trabajo es afín al del que limpia un lienzo y restaura figuras que siempre estuvieron allí.

Comencemos por completar la "idea" del Mariel según Olga Connor. En algún artículo reciente, ésta me adjudica erróneamente una génesis marielita cuando, en realidad, yo había llegado a Miami como ex preso político un año antes de que zarpara el primer camaronero. Si me ha tocado aclarar tantas veces ese dato, quizás se deba a que el público me identifica naturalmente con el 'momento' de que habla Connor. Y es que en ese 'momento' entrábamos en la conciencia social —o por lo menos, en el registro literario de la nación— muchos intelectuales de diversa procedencia, recogidos, antologados, mentados o publicados por primera vez en el Miami en los primeros ochenta.

El malentendido marielita comienza —hecho común— con la apropiación de un apelativo (Mariel) por una revista del mismo nombre; lo que equivale a decir, como apropiación de una crisis histórica con fines de proselitismo literario. Si Mariel es el nombre que se apropia un movimiento artístico con el propósito de adjudicarse su carga política, y si la apropiación es el origen del malentendido, deberíamos comenzar entonces por sopesar las consecuencias de tal usurpación.

La doble amenaza

La adopción del nombre Mariel cumplió un doble objetivo, interno y externo: los nuevos exiliados debieron enfrentarse a una doble oposición y definirse en términos de una doble amenaza; como el Jano bifronte, los marielitos encaraban a Miami y a La Habana. Sin embargo, con el paso del tiempo, Mariel terminó adquiriendo en el imaginario criollo una connotación equivalente, pero de signo contrario, a la de 'Granma' o 'Moncada', (el Mariel es el anti-Granma, como la Embajada del Perú es el anti-Moncada).

Inversamente, la adopción del tropo se entendió en el exilio como emblema de connotaciones peyorativas: auto-estigmatizándose, los marielitos no hacían más que impugnar el rechazo con que los recibieron las clases conservadoras del ghetto.

Para los intelectuales, la nueva situación exigía la defensa de sus prerrogativas frente al statu quo instaurado en el exilio histórico —un estado de cosas que pronto se reveló contrario a sus aspiraciones libertarias, democráticas o vanguardistas: los escritores y los artistas de la "generación" del Mariel, como observara oportunamente Reinaldo Arenas, huían de un enemigo sólo para arrojarse en los brazos de otro.


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