Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Sociedad

Silencio, hay dengue

¿Cuántas víctimas serán necesarias para que el gobierno informe sobre la epidemia que azota el país?

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Muchos habaneros se muestran preocupados por las pésimas condiciones higiénico-sanitarias de la ciudad, lo cual podría agravar los efectos de la epidemia debido, fundamentalmente, al elevado número de salideros existentes —tanto de agua corriente como albañal—, que forman verdaderos estanques en no pocos lugares de La Habana.

Sin embargo, para responder estas preguntas, también han sido entrenados los inspectores de salud pública: su respuesta tranquilizadora es que las larvas del perverso mosquito sólo pueden lograrse en aguas limpias y estancadas. O sea, la culpa es de las personas que en sus casas recogen el agua "irresponsablemente" en vasos espirituales, tanques y búcaros.

Esto tranquiliza mucho, ya que —eliminando tales focos— podremos morir tranquilamente de alguna otra infección provocada por las aguas albañales, pero no de dengue. Una vez más, los responsables directos de que haya una epidemia son los pobladores, nunca las autoridades.

La hora de los guajacones

Como es ya común en este país, lo trágico de la situación se matiza con los colores locales. Así, se sabe que existen criaderos de pequeños peces de agua dulce (de los llamados popularmente guajacones) que se repartirán a la población en sustitución del escaso Abate, que se destina ordinariamente a los depósitos de agua.

Ya en Santiago de Cuba se han distribuido los guajacones en algunos barrios para que la gente los coloque en los tanques de agua de uso doméstico. De manera que ahora se impone el control biológico: estos pececitos se alimentarán de las larvas del mosquito. Si no hay larvas, no hay mosquito ni dengue. Tampoco sobrevivirán los peces sin las larvas, de manera que morirán y corromperán las aguas almacenadas, lo que también puede provocar infecciones. Pero mejor pensar en eso más adelante. Ahora la campaña es contra el Aedes.

Al parecer, el hecho de que el país haya logrado incrementar 20 veces la cifra de médicos que había en 1959 no garantiza la salud de los cubanos en la Isla. Si las autoridades sanitarias no asumen responsablemente la gravedad de estas epidemias recurrentes, y no se toman medidas para erradicarlas y prevenirlas de manera permanente, el porvenir de este pueblo será tan incierto como el que augura el flamante ministro de Salud a "los pobres del planeta".


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