Actualizado: 01/05/2024 21:49
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Dev Patel, Director, Cine

La furia vengadora

En su primer film como director, Dev Patel demuestra una energía, una cadencia y una expresividad deslumbrantes para un director novato

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Desde que su nombre pasó a ser conocido internacionalmente con Slumdog Millionaire (2018), el actor británico de ascendencia hindú Dev Patel (1990) ha desarrollado una carrera brillante e imparable. De esto son buena prueba las seis series de televisión y los diecisiete largometrajes que ha sumado a su filmografía. Asimismo, por su trabajo en Lion (2016) fue nominado al Oscar. Ha recibido numerosas nominaciones en otros premios, varios de las cuales ha ganado, como el Bafta y el del Sindicato de Actores.

Tras acumular una amplia experiencia y demostrar su buen nivel como actor, Dev Patel acaba de estrenarse como director en Monkey Man (Estados Unidos-Canadá-Singapur-India, 2024, 113 minutos), una película de la que además es coguionista, productor y protagonista. Tras vida en la pantalla a personajes británicos icónicos como David Copperfield (La increíble historia de Davis Copperfield) y Sir Gaiwan (El caballero verde), para su primer proyecto como realizador decidió regresar a la tierra de sus padres y lo ha rodado con un elenco mayoritariamente indio. Su film es además deudor del cine de Bollywood, que tanto gusta de mezclar distintos géneros.

Inspirándose en los filmes de los que confiesa es aficionado, Dev Patel debuta tras la cámara con una película de venganza. Se trata de lo que puede considerarse un género, dada la cantidad de títulos que se inscriben dentro de esa corriente argumental. Pero como apunté antes, la mezcla de géneros es una de las notas distintivas de Monkey Man. Aquí la historia de venganza lleva incorporado un componente de denuncia social y de defensa de las clases más desfavorecidas. El guion también incluye un acercamiento a la mitología hindú, a través del relato de Hanuman, símbolo de la fuerza, el coraje, la rectitud y la devoción a lo religioso.

El protagonista es Kid, un delincuente de poca monta que acaba de salir de la cárcel e intenta adaptarse a un mundo marcado por la avaricia y la ausencia de valores espirituales. Su infancia transcurrió en un slum o favela, similar al del film de Danny Boyle. A duras penas se gana la vida peleando en combates de boxeo clandestinos que se caracterizan por su brutalidad y en los que apenas saca unas pocas rupias. Malvive en las sucias y empobrecidas calles de Yatana, una ciudad ficticia que muchos han de identificar como Mumbai. Kid está marcado por el asesinato de su madre a manos de un jefe de la policía. Y ahora su propósito es acabar con quienes, al matar a su madre y arrasar con el pueblo para apropiarse de sus tierras, arruinaron su existencia.

Sale convertido en un guerrero letal

Para llevar a cabo su plan, consigue entrar a trabajar como camarero en un burdel de lujo. Eso le dará la oportunidad de acercarse al jefe de la policía, algo que naturalmente no será tan fácil como él pensaba. Casi muere a manos de un proxeneta que empuña un hacha, durante una persecución recibe un disparo de la policía. Es rescatado por Alpha, el guardián de un templo local donde se han refugiado los hijras, los transgéneros de la India. Su comunidad está siendo atacada por el creciente movimiento político de Baba Shakti, quien ha conseguido que sean rechazados por la sociedad y, en especial, por la policía. Alpha se convierte en maestro de Kid y a través de su sabiduría ancestral lo prepara para luchar y enfrentar el trauma de su infancia. A través de una experiencia alucinógena lo guía para que sea capaz de enfrentar el trauma de su infancia.

De allí Kid sale convertido en un guerrero letal, a la vez que una suerte de ángel vengador de aquellos que han quedado olvidados por el progreso. Son los que viven hacinados en las enormes barriadas, donde solo hay miseria extrema y suciedad. En los últimos años, India ha tenido un impresionante crecimiento económico, pero de sus 1,480 millones de habitantes entre el 40 y el 60 por ciento vive con carencias y el 16 por ciento sobrevive con 2 dólares al día. Aunque Yatana imaginaria, el retrato social que la película da de ella es de un crudo realismo. Dev Patel también incorpora un mensaje contra el ascenso del ultranacionalismo. Algo que tiene gran actualidad en la India, donde Narendra Modi, su hasta ahora primer ministro, busca dirigir por tercera vez el país más poblado del mundo. Popular y controvertido, bajo su mandato la regresión democrática, la persecución religiosa y la discriminación de minorías, especialmente la musulmana. Muchos lo acusan de reforzar sus credenciales nacionalistas hindúes, para desviar la atención de los fracasos políticos.

Pero Dev Patel se propuso contar una historia de venganza. Y en ese sentido Monkey Man cumple y funcional como tal y es un thriller frenético. La acción está servida en dosis abundantes y con una carga de violencia a veces extrema. (Esto último hace pensar que va a resultar difícil que el film logre esquivar la férrea censura que se aplica al cine en la India.) Dev Patel hace un impresionante trabajo interpretativo y hace una explosiva transformación como estrella del género que escogió para estrenarse como director. Arranca ojos, destroza caras, mata a cuchilladas, agujerea gargantas. Combate en peleas cuerpo a cuerpo, suda, sangra, da golpes, los recibe. Y todo eso lo hace con pasión, alma y convicción.

Admira que haya sido capaz de realizar tan buen trabajo como actor, al mismo tiempo que se encargaba de las labores de director. Lo hago notar porque maneja el lenguaje cinematográfico con una creatividad y un dominio impropios de un debutante. Su puesta en escena posee una estética cuidada y tiene como principal sostén las secuencias de lucha. En estas, sin embargo, la acción tiene un tratamiento distinto al que es usual. La acción, como señala Javier Ocaña en su comentario sobre la película, “nunca está compuesta en base a la continuidad, sino a la ruptura. Los cortes de montaje son incesantes y van a un ritmo desenfrenado; y los planos se suceden sin que transcurran apenas uno o dos segundos entre unos y otros. El manejo del lenguaje cinematográfico de Patel, eso sí, resulta brutal. Tiene una energía, una cadencia y una expresividad deslumbrantes para un director novato”.

Esa ruptura o discontinuidad de la acción se consigue con un montaje audaz, además de con los incesantes movimientos de cámara. Es cierto que el trabajo del fotógrafo no siempre funciona, pero hay que reconocerle que sus hallazgos visuales denotan una voluntad de estilo. Ambos elementos contribuyen además a darle a la película un ritmo vertiginoso. A ese arsenal creativo pertenecen también la ecléctica banda sonora, los toques de humor negro y la inteligencia con la cual el director supo reciclar diversos estilos e influencias.

Al film cabe hacerle algunos señalamientos críticos. En primer lugar, al ser demasiados, los flashbacks al pasado resultan repetitivos. Asimismo, hacia la mitad del metraje hay un bajón en el ritmo. Pero en conjunto, el balance de Monkey Manes satisfactorio. Y hace que uno aguarde con buenas expectativas el siguiente proyecto como director de Dev Patel.