Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Un español cuenta su encierro como preso político en cárceles de la Isla

Odilo Alonso fue sometido a trabajos forzados y violencia física, pasó hambre y se granjeó castigos y amenazas de muerte como presidiario “plantado”

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Odilo Alonso, un español que pasó casi dos décadas de su vida en varias cárceles de la Isla, como “conspirador contrarrevolucionario”, ha escrito la memoria de su penuria y de su comportamiento como presidiario “plantado” o rebelde.

Entre muros. 18 años prisionero de Castro, editado en España por Edaf, narra la historia de Alonso, oriundo de la región española de Galicia, que durante el tiempo que pasó en las “mazmorras” de la Isla prefirió vivir en calzoncillos antes que vestir los uniformes distintivos de los presos de la Revolución.

Todo empezó en 1956, cuando, a sus 31 años y después de una niñez y juventud que él describe triste y difícil, Alonso decidió embarcar hacia Cuba en busca de su padre emigrante.

Al llegar a la Isla, el “gallego” encuentra a su padre y se relaciona con gente emprendedora que le proporciona trabajo, que él compagina con el desarrollo de diversos inventos que procura patentar.

En enero de 1959, cuando triunfa el régimen de Fidel Castro, Odilo Alonso trabaja en una empresa del multimillonario Francisco Cajigas, a quien ayuda a escapar de la Isla junto con su familia.

El propio Alonso tuvo la oportunidad de huir de Cuba, pero cuenta que prefirió quedarse y hacerle frente al castrismo que acababa de llegar.

Lo describe como “un nuevo capítulo de la historia en que, al pueblo cubano y a muchos que con él nos solidarizamos, nos faltaba por recorrer un largo vía crucis de abusos brutales y de brutal opresión, un dolorosísimo vía crucis de sangre y privación de libertad”.

Alonso, que trabajaba en la Compañía Eléctrica Nueva, tomada por los “revolucionarios”, comenzó sus “actividades conspiratorias” en la Isla de Pinos, donde, entre otras actividades, formó un grupo que introdujo armas en barcos de pesca.

Poco a poco, el régimen de los Castro le fue cercando hasta que Alonso perdió los privilegios que tuvo durante varios años trabajando con las empresas de Cajigas.

Hasta que decidió no aguantar más y se encaminó hacia las montañas del Escambray para alzarse en armas. El proyecto no fructificó y su detención, en enero de 1961, le costó perder “largos años de libertad”.

Odilo Alonso cuenta cómo, a partir de entonces, fue llevado por varias prisiones —“mazmorras”— sometido a trabajos forzados y violencia física, donde pasó hambre y se granjeó castigos y amenazas de muerte como presidiario “plantado”, y de donde también intentó fugarse en varias ocasiones.

Alonso describe con detalle su paso por lugares como el sanatorio de tuberculosos de Tope de Collantes, la prisión de Nueva Gerona, en Isla de Pinos; La Cabaña, en La Habana, o la cárcel de Boniato, en Santiago de Cuba.

A finales de 1972, Alonso y otros dos presos españoles reciben la visita del entonces cónsul español en La Habana, Carlos Spottorno, la primera de una serie de entrevistas con diplomáticos españoles cuya intercesión obtuvo la excarcelación y expatriación en diciembre de 1978.

En su libro, Alonso recuerda cómo sus compañeros de infortunio tarareaban los himnos cubano y español y gritaban “Viva España” y “Viva Cuba libre” cuando le llegó la carta de libertad.


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