Actualizado: 01/05/2024 21:49
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Indignación intelectual (I)

Un homenaje en la TV nacional al ex comisario político Luis Pavón reabre viejas heridas entre intelectuales de la Isla.

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Si de improntas culturales valiosas en el periodismo cubano se trata, habría que mostrar aquellas como las de ese hombre de letras que fue Agustín Pí, quien, en ese mismo período, desde su modesto puesto en el periódico Granma, ayudó a cuantos "mal vistos" de valía pudo y logró que las páginas culturales de Granma fueran lo menos cerradas posibles en cada momento y no se convirtieran del todo, como tantas otras publicaciones cubanas de la época, en un erial de mediocridad y oportunismo.

TEMA: La exaltación de ex comisarios políticos

En mi artículo In medias res publicas he hablado de la responsabilidad de los políticos en las limitaciones del papel crítico del intelectual —sobre todo en los años en que la cultura fue conducida por Luis Pavón—, pero ésa es sólo la mitad del problema. La otra mitad —merecedora de un simétrico artículo— es la responsabilidad de los intelectuales: sin el silencio y la pasividad de la casi totalidad de ellos (por no mencionar la complicidad y el oportunismo de no pocos) el "quinquenio gris" o el "pavonato", como ya entonces lo llamaron muchos, no hubiera sido posible, o, en todo caso, no hubiera sido posible con toda la destructividad que tuvo. Con contadas excepciones, entre los intelectuales, los heterosexuales (incluidos los no-homófobos) se desentendieron del destino de los gays; los blancos (incluidos los no-racistas), de la suerte de los negros reivindicadores; los tradicionalistas, del destino de los vanguardistas; los ateos (incluidos los tolerantes), de las vicisitudes de los católicos y demás creyentes; los prosoviéticos, de la suerte de los antirrealistasocialistas y de los marxistas ajenos a la filosofía de Moscú, y así sucesivamente. Cabe preguntarse si esa falta de responsabilidad moral individual podría repetirse hoy entre la intelectualidad cubana.

Se impone, pues, preguntarse responsablemente sin dilación: ¿por qué justamente en este singular momento de la historia de nuestro país en que todo nuestro pueblo está pendiente de la convalecencia del Comandante en Jefe se produce esa repentina gloriosa resurrección mediática de Luis Pavón con un generoso despliegue iconográfico de selectas viejas escenas con los más altos dirigentes políticos, y ello tan sólo días después de la no menos repentina reaparición televisiva de Jorge Serguera, quien desde la presidencia del ICRT hizo un perfecto tándem político-cultural con el CNC durante el "quinquenio gris"?

"Feliz el hombre aquel que llega a conocer las causas de las cosas."

Desiderio Navarro

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Preocupaciones compartidas

El viernes 7 de enero, y en un horario casi estelar, en el programa Impronta del canal Cubavisión, dedicado, como indica su título, a aquellos creadores que han dejado una "impronta" en la cultura nacional, tanto en las artes como en la ciencia y el deporte, se presentó uno dedicado a la exaltación mediática de Luis Pavón Tamayo. Fotos con altos dirigentes del país, portadas de sus escasos libros, paneo sobre una multitud ostentosa de medallas, y una entrevista acerca de su presente, de la labor que realiza en la actualidad. Con voz casi inaudible y manos vacilantes, el televidente creyó oír que "asesoraba" no supo bien qué institución o qué editorial.

Terminada la emisión de este programa, la inmensa ciudad de sus víctimas, cientos de ellas felizmente todavía vivientes, comenzaron a llamarse por teléfono horrorizadas de que la actual Televisión Cubana, más de treinta años después de aquellos oprobiosos acontecimientos, dirigidos por el hoy inmaculado Luis Pavón Tamayo, dedicara parte de su precioso tiempo y espacio a uno de los personajes más execrables, incluidos los tiempos coloniales y neocoloniales, de la historia de la cultura cubana.

Allí estaba, sin duda, quien durante cinco largos y estériles años, presidió la institución rectora de nuestra cultura, desde su alta torre del palacio del Segundo Cabo, frente a la Plaza de Armas. Allí estaba hablando como si nada hubiera ocurrido, lavado por arte del ocultamiento, de toda responsabilidad con su conducta de aquellos años. Ni el texto encomiástico que un locutor leía, en el que las víctimas televidentes se enteraron por primera vez de su importancia como poeta, ni las incoherencias musitadas del entrevistado realizaron alguna referencia, ni por un segundo, al pasado ominoso de quien presidió durante esos cinco años el Consejo Nacional de Cultura.

Es decir que todos habían tomado el agua del Leteo, que da el olvido, y que esperaban que las víctimas, por el contrario, recordaran a su verdugo. Allí estaba, vestido de blanco, el gran parametrador de importantes artistas, ahora si de verdad, el que los persiguió y expulsó de sus trabajos, el que los llevó ante los tribunales laborales, los despojó de sus salarios y de sus puestos, quien los condenó al ostracismo y al vilipendio social, quien pobló sus sueños con las más atroces pesadillas, el que anuló la danza nacional, mutiló funciones del guiñol, quien llevó al exilio a artistas dispuestos a trabajar en su país y dentro de su cultura, quien persiguió a pintores y escultores despojándolos de sus cátedras y de la posibilidad de exponer sus obras, el gran censor de músicos y trovadores, allí estaba quien enseñó a los artistas cubanos un ejercicio apenas practicado en nuestra historia, el de la autocensura, inventor y propiciador de la mediocridad que llenó todo su período con obras que hoy felizmente a nadie le interesa recordar, sabiduría crítica que los dirigentes de la televisión y sus responsables ideológicos no han sabido imitar.

Allí estaba alguien que, con una vocecita en apariencia inofensiva, creó e inculcó en el trabajo cultural, como observa con justicia Desiderio Navarro: "estilos y mecanismos de dirección que ha costado décadas erradicar".

Estos hechos históricos, escamoteados por decisión de alguien, sin embargo debieron ser conocidos por los televidentes —las víctimas los conocen en carne propia—, principalmente las nuevas generaciones que carecen de información sobre tal período. Así la impronta de Luis Pavón Tamayo en la cultura nacional podría ser juzgada con justicia por todos.