Comienza una nueva era

Tras el duro capítulo de la baja de Mourning a causa de su riñón dañado, el surgimiento de Dwyane Wade y el desembarco de O'Neal reabrieron las esperanzas justo en el momento en que Detroit parecía poner otra muralla en el sendero hacia la final.

Ya no más.

"Han sido muchos años de luchas, alegrías y sufrimientos", reconoció Mourning. "Estoy contento por el alto mando de esta franquicia y los aficionados que siempre nos acompañan. Tienen derecho a saborear cada minuto".

Eso es precisamente lo que están haciendo.

Después de todo, nunca antes Miami, reconocida como la Capital del Sol, se había convertido en la auténtica capital del baloncesto.

Los Dolphins conquistaron dos títulos consecutivos en los años setenta y los Marlins otros dos en 1997 y 2003, pero el Heat jamás se había acercado tanto a tocar el cielo.

"Si el Heat gana la Final, esto va a ser de locura", manifestó Audry Pérez. "Siento que este es el año. Wade y Shaq han llevado al equipo a una dimensión superior. El gigante va a cumplir su promesa y Miami se lo va a agradecer por toda la vida".

Sin embargo, el Heat sabe que no tiene nada ganado ante su rival en la final, los Mavericks de Dallas, que dispusieron en una cerrada pelea de los campeones defensores, los Spurs de San Antonio, y rebasaron a unos aguerridos Suns de Phoenix, que batallaron con más corazón que posibilidades.

Más allá de lo que puedan hacer los jugadores de ambos conjuntos, los fanáticos podrán observar de cerca las estrategias de dos coachs muy diferentes, pero igualmente efectivos.

Riley es la leyenda, el hombre que llevó a los Lakers y a Magic Johnson a cuatro coronas y el segundo dirigente en la historia de la NBA de alcanzar una final con tres equipos distintos. Avery Johnson, por su parte, se encuentra en su segunda temporada y es prácticamente un novato.

Que nadie lo dude, esta será una final para el recuerdo.

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