Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Comecandela y su mujer barbuda

Retrato de dos miembros de las Brigadas de Respuesta Rápida; verdugos de su propia gente y de sí mismos.

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Antes, ella y el mismísimo Comecandela se habían presentado varias veces en la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en La Habana, con la intención de tramitar una visa de visita a Las Vegas, pero se la negaban puntualmente. Entonces la Mujer Barbuda concluyó que toda la culpa era del comecandela de su esposo. Así que decidió emprender gestiones por separado, con carácter personal y secreto. Es el motivo que ha impedido su valiosa intervención en las últimas misiones de las Brigadas de Respuesta Rápida.

Comecandela, en cambio, está participando con bríos renovados, por ella, por él, y por todos los que quieran faltar. El hombre se inventa pasiones para la sobrevivencia. Su roña, sus odios, como el buen aguardiente, no sólo requieren de un largo añejamiento. También ayudan los incentivos de la atmósfera.

Y en los días que corren la atmósfera es propicia. Tanto como tan útiles resultan para el régimen los pobres diablos con la traza de Comecandela y la Mujer Barbuda.

Porque por más que se habla del asunto, todavía no se ha dicho suficientemente que las Brigadas de Respuesta Rápida no cuentan, no ya con el aporte, ni siquiera con el apoyo o el visto bueno masivos de los cubanos. Son hordas compuestas por la morralla de nuestra sociedad. Gente bruta, insensible, narcotizada ideológicamente, con la conciencia y el cerebro como tubos de cloaca, que seleccionan, organizan y dirigen el Partido Comunista y el Ministerio del Interior para aprovecharlas en tareas de institución terrorista.

Incluso, son muchos los simpatizantes del régimen que no participan (por pudor, se supone) en los atropellos contra personas inofensivas que llevan a cabo esas hordas. Y no escasean los militantes del Partido Comunista que tampoco lo hacen. Todavía más, no todos los que por una u otra razón incluyen sus nombres en las Brigadas de Respuesta Rápida, asisten de cuerpo presente a las pateaduras y a las bajas acciones para las que son convocados. No significa que por ello queden libres de culpa. Es mera estadística.

En esto, como en otras muchas cosas, la tiranía demuestra cuán lejos está en la práctica de ser medianamente consecuente con sus discursos de enfoque populista y patriotero. El pueblo, en especial su porción más humilde, inculta, dependiente, no es para ellos sino un arsenal que manipulan y hacen estallar a su favor cada vez que les conviene y que muy bien se cuidan de mantener en estatus infrahumano para poder seguir usándolo.

"No temáis a quienes matan el cuerpo, pues no tienen poder para matar el alma", aconseja la Biblia (Mateo, 10,28). Pero se trata de un ingenuo consejo. La verdad es que el poder político (o cualquier poder) empieza siempre por matar el alma. Y en el caso de marras, el poder les ha sobrado durante demasiado tiempo.

Comecandela y la Mujer Barbuda no son, pues, una excepción dentro de las heroicas Brigadas de Respuesta Rápida, caterva de infelices a quienes se les ha impuesto el destino de ser verdugos de su propia gente y de sí mismos.


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