Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Homestead

El boulevardito

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Así, con un alarmante diminutivo, bautizó el amigo Ed Sarasola a un paseo condominial de hermosa posibilidad en la ciudad de Miami. Se trata de la calle 9, amojonada entre la 1ª avenida y la Miami ave. del North West.

A la manera del santo bebedor de Josehp Roth, los "homeless" que habitan ese espacio se cubren con periódicos locales; especialmente con el New Times, que tiene la ventaja de ser más voluminoso que el resto y, además, gratis. Algunos estanquillos se ubican tan cerca del boulevardito, que pudiera decirse que están guardados en la biblioteca de casa. Sobre el edredón, el periódico permite al "callejero" llevar la cuenta de los días, o las semanas; estar medianamente informado y disfrutar de la calidez de un material combustible que sirve también como paraguas.

Al leer las noticias con unas 20 horas de retraso, el "homeless" tiene una visión más distanciada de los hechos. Objetiva, digamos, pero igualmente visceral. Se trata de un universo competitivo, desgarrador, con sus escalas de distribución de prestigio, ascensos o descensos, como el Vaticano, Harvard o Wall Street. Se trata de "la calle", o de "la esquina", para ser más preciso.

El boulevardito se encuentra muy cerca del viejo Miami Arena, donde los colores naranja y verde Miami auguran abandono, que es peor que la ruina. Está también próximo al Technology Center of the Americas y a las estaciones Overtown Arena, del metro de la ciudad y de la estación Park West, del Omni Loap. Desde aquí, buscándolo por la calle 11 en cualquier amanecer, uno encuentra un vecindario que despierta en las aceras. Hay haitianos, ghaneses, afroamericanos… y algún cubano que igualmente trata de ser "triunfador" en el medio en que le ha tocado competir.

' No se pide limosna con escopeta'

Diría cualquiera que pujante y luchador, como buen criollo, es José Alberto C., quien exhibe con orgullo el carrito del supermercado Publix más repleto de pertenencias y bienes de la zona. Pepe, además, sabe mendigar adelantando historias, con cierta insolencia, lo que le garantiza desafiar con su nueva mentalidad postmoderna un viejo refrán: "(Oye Pepe) No se pide limosna con escopeta".

Pepe duerme junto a otros vecinos, tan feos e inofensivos como él. Su despertar es lento, descarado, solidario. Una amabilidad gremial, socialista quizás, les permite sortear la globalización desde el contén de la acera. Orinan en orden junto a la palma pública, o cuando hay más suerte detrás del flamboyán. El "flam" tiene más tronco: garantiza mayor privacidad, más fronda: lo que significa mayor confort.


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