Actualizado: 28/03/2024 20:07
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Encuentro en la Red

El monopolio de la cañona

Los mítines de repudio: un nuevo producto estrella del régimen expande su dominio allende los mares.

Enviar Imprimir

Einstein nos advirtió que hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana. Pero no nos previno sobre la calamidad que puede tener lugar cuando estas dos cosas se mezclan, se confunden, al punto de fundirse en una sola.

Y es lo que parece estar ocurriendo ahora mismo en nuestro mundo, donde a escala general mangonean las armas, el poder del dinero y el fanatismo violento.

Una de las aristas más perversas de esta pandemia consiste en que los agresores han dispuesto sus coartadas de manera que si nos descuidamos nos convencen de que representan la avanzada de la civilización o de la voluntad divina.

Si son grandes potencias, debemos aplaudir no que eliminen, sino que acaparen, para uso y abuso exclusivos, todos los arsenales mortíferos. Si fundamentalismos religiosos, debemos respetarle el talante criminal, ya que es obra de Dios y expresión de sus culturas. Si políticos, por un lado debemos aceptar su incompetencia con resignación casi tan infinita como el universo, y por otro lado debemos creerles que un futuro mejor es posible sólo mediante las prácticas totalitarias, el caudillismo y/o los nacionalismos más ramplones.

Rascar por delante y desollar por atrás es propio de Satanás, ha dicho el dicho. Y así justamente se está viendo con respecto a este monopolio de la cañona.

Si lo sabremos los cubanos, víctimas casi a perpetuidad de un poder que luego de imponerse mediante las armas y la algarada callejera, acusó de criminales y condujo al paredón a todo el que intentara enfrentarlo por iguales medios.

Más tarde, se dedicaría a la exportación de la violencia hacia todo el continente, para terminar sirviendo de árbitro en los planes pacificadores de varios países, algo que hay que agradecerle y que además le vale para obtener el reconocimiento de gobiernos y el aval de instituciones supuestamente democráticos.

Sus espías devienen heroicos luchadores contra el terrorismo. Sus opositores, agentes a sueldo de un imperio enemigo. Sus medidas, sus leyes, sus designios dictatoriales no admiten discusión, sólo aplausos. Las razones de quienes se les oponen no expresan sino falta de razón y de dignidad.

Artes de mediador

Y mientras, desde las cuatro esquinas del mundo, intelectuales y políticos —dicen que de izquierda— patentizan la advertencia de Einstein con justificaciones cínicas o haciendo la vista gorda ante nuestro monopolio de la cañona.

Ahora mismo, un nuevo producto estrella, perteneciente a esta empresa, expande su dominio allende los mares. Se trata de los mítines de repudio, cuya alta competitividad y bajos costos fueron probados ya con creces, durante casi medio siglo, en predios nacionales.

A juzgar por los últimos sondeos de mercadotecnia (realizados en territorio español, ante el poeta Raúl Rivero, y en República Dominicana, ante la novelista Zoè Valdés), el producto no sólo cuenta con engrasados mecanismos de patrocinio, sino además con licencia libre para su expansión y con una masa nada desestimable de comercializadores, amén de espectadores pasivos, que no es lo mismo pero es igual, dadas las circunstancias.

¿Quién duda que dentro de algún tiempo los gobiernos de varias naciones se vean copados hasta el pelo por mítines de repudios? Entonces podrán acudir al régimen de la Isla para que les ayude a resolver el problema con sus infalibles artes de mediador.