Actualizado: 15/04/2024 23:17
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Encuentro en la Red

Fidel en coma, exilio catatónico

Enviar Imprimir

Juanita Castro ha salido de su farmacia. Las turbas que suenan trompetas en las calles de la Ciudad la han sacado de su ensueño. Es una Bella Durmiente a quien a cada rato despierta el hedor de un cadáver: del cadáver más zarandeado del mundo. Olvida que la muerte, para los tiranos, no termina en el lecho, en la agonía, en el salón de emergencias o en la pompa fúnebre.

Que han de ser arrastrados por el fango, despeñados por los desfiladeros, cosidos al pellejo de un burro, para público escarnio y escarmiento. Que, al fallecer, su misma materialidad cae presa de un aberrante materialismo histórico y que las víctimas, como auras tiñosas, quisieran poseer esos huesos, esos mondongos. Tocar al intocable: comérselo, en una especie de teofagia. Canibalismo de los días últimos. Postrimerías del Reprimero, como diría Reinaldo Arenas, si estuviera vivo.

Hemos olvidado, en estos días, el encargo que nos dejó Reinaldo: restregarle nuestras muertes en la cara al tirano agonizante. "Sólo hay un responsable: Fidel Castro. Los sufrimientos del exilio, las penas del destierro, la soledad y las enfermedades que haya podido contraer en el destierro seguramente no las hubiera sufrido de haber vivido libre en mi país". Parece mentira que sea otro muerto el que deba recordarnos estas cosas…

Mientras tanto, los viejos camajanes del exilio histórico no saben qué hacer con tanta rumba, con tanto júbilo desbordado. ¿Pero quién se asombra ya de la catatonia de Pérez Roura, de la ligereza de Mas Santos? Sobran ejemplos de la ineptitud del exilio, de su talento para desaprovechar cada oportunidad histórica, para dejar pasar cada momento culminante del drama político cubano.

No saben qué hacer con esas espontáneas brigadas de jóvenes, de sangre fresca nacida en el exilio, que se lanza a las calles en busca de tareas, de consignas y que ya muestran las cámaras de los noticieros. Las manifestaciones callejeras han estado signadas por su energía, por su música, por la belleza juvenil de sus rostros: el rostro nuevo del exilio y la idea misma de la Cuba libre.

Se ríe de la muerte, como debe ser

Mientras en La Habana la juventud se calla y hace cola para recibir su banderita y su porra; mientras que los ojos duros de los jóvenes asaltadores ni pestañean; mientras las turbas grises, arengadas por los matones, se aprestan a apalear y marchar obedientes, en las calles de Miami la juventud cubana goza, ríe y descarga. Se ríe de la muerte, como debe ser.

Nunca sabremos a qué estarían dispuestos los jóvenes que enarbolan la bandera de Martí y de Maceo en las calles de Miami porque, sencillamente, nos hemos dado el lujo de no preguntárselo, de no darles algo que hacer, de ignorarlos como número, como fuerza, como posibilidad.

Recuerdo que, a raíz de la debacle de Eliancito, hubo reuniones de emergencia en la casa de ciertos millonarios cubanos, coleccionistas de arte y aficionados a la política —diletantes en ambos terrenos— y que se nos pidió, a un grupo de escritores y artistas, a fin de evitar humillaciones futuras, la creación de una revista, un órgano o publicación local que diera batalla a la maquinaria propagandística del castrismo.


« Anterior12Siguiente »