Actualizado: 01/05/2024 21:49
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Fidel en coma, exilio catatónico

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Estaba allí la crema y nata de la cultura exiliada —escritores, pintores, periodistas, filósofos… y hasta un cura de visita, recién llegado de la Isla—, pero nada salió de aquello, ni entonces ni nunca; ni siquiera un miserable periodiquito. Antes de dos semanas, a los mecenas se les había enfriado su ardor patriótico-cultural.

Y otra vez, en esta debacle en ciernes, en este funeral de las ilusiones, los artistas son ignorados olímpicamente; los intelectuales, postergados; los filósofos, despedidos; los pensadores, olvidados; los críticos, acallados; los revoltosos, controlados. Sólo la basura vociferante es escuchada. Pareciera que estamos presenciando una riña de putas barrioteras sobre la herencia de un anciano millonario.

De un lado, los curanderos políticos de Castro, los que lo cuidaron y lo bañaron en su larga y embarazosa agonía; del otro, los primos ricos que viven en Washington. Estos últimos no podrían negar, ni aunque quisieran, el parentesco —se parecen más al finado que hasta la misma Juanita Castro—. El órgano de vomitar demagogia y cáscara de piña exhibe el mismo rictus; el dedito parado y el brazo enhiesto señalando un perpetuo surco o camellón, que parece extenderse delante de ellos hacia un infinito cerrado. ¿Por qué no nos reímos de esos hermanitos Pimpinela, como los llamó el genial Max Castro? Y, ¿dónde está Max Castro ahora, cuando más necesitamos su tozudez política?

La tumba de Fidel Castro

Nada se presta más al performance y a la deconstrucción que un funeral; nada más apropiado que la reflexión escatológica en esta hora de desparramos y estampidas. Por poner sólo un ejemplo que llora —hace años— ante los ojos del cielo: el Castroleum. Mi querido amigo Rafael Fornés, profesor de arquitectura de la Universidad de Miami, ha concebido, en colaboración con sus alumnos, una serie de mausoleos o proyectos de tumbas para dar albergue eterno a los restos mortales del tirano.

Algunos de los diseños de Castroleum son verdaderas obras maestras, dignas de ser erigidas inmediatamente. Pero eso no es lo genial. Lo verdaderamente inspirado y revolucionario del proyecto Castroleum de Rafael Fornés, es que se trata, únicamente, del primer paso en una convocatoria mundial, abierta a todos los arquitectos del planeta, para diseñar la tumba de Fidel Castro.

Sé que hace unos años Rafael trató de interesar a León Krier en el proyecto Castroleum, aunque no sé cuál fue la respuesta del belga, el arquitecto favorito del Príncipe Carlos. O cuál sería su respuesta hoy. Sé también que Rafael Fornés era uno de los invitados por aquellos diletantes millonarios de Key Biscayne que mencioné, los que trataron de concebir un plan artístico de acción anticastrista, y fracasaron.

Y me pregunto ahora, ¿por qué nuestros millonarios no ponen su dinero donde han puesto con tanto alarde sus lenguas? ¿Por qué nuestros representantes no se enteran de que hay iniciativas mucho más inspiradas y mucho más geniales que todas las que conciben sus sucias cabecitas, y de que hay una brigada artística que trabaja ahora mismo en cómo enfrentar creativamente la muerte de un dictador?


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