Actualizado: 27/03/2024 22:30
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MÉXICO DF

Fidel y la comida

Espaguetis, quesos franceses y coco glasé: ¿Cuánto han repercutido en la política nacional los gustos alimenticios del Comandante en Jefe?

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Enigma con tufo a 'cosa-nostra'

Enigma con tufo a 'cosa-nostra'

Al tiempo que se sovietizaba, el país se italianizaba, y hasta cierto punto era más fácil entender lo primero que lo segundo. Para descifrar este enigma con tufo a "cosa-nostra" tuve que esperar a finales de 1982 cuando, en mi presencia, Fidel Castro invitó a comer al bailarín español Antonio Gades. Por suerte, no fui invitado a esa cena. Pero al día siguiente, Gades y su esposa de entonces (La Pepa, Marisol) me contaron una escena delirante.

Parece que el cocinero oficial de Fidel —un mulato bajito y jocoso con sombrero de yarey— no estaba disponible. Ni corto ni perezoso, el Comandante se metió en la cocina, se quitó la guerrera verde olivo, pero no la canana con la pistola, y empezó a hacer espaguetis para sus huéspedes de honor. Lo malo no eran los espaguetis, sino las salsas que él les añadía. Preparaba aderezos insólitos, echándoles soya o jugo de naranja, por ejemplo.

Mientras cocinaba soltaba largas disertaciones sobre las propiedades nutritivas de esas salsas, de donde se deduce que Fidel es subversivo hasta cocinando. Le gusta inventar allí donde ya no hay nada que inventar. Cocina como gobierna, guisando utopías. Según me dijeron entre susurros los ilustres invitados españoles aquello no había quien se lo comiera.

Sólo entonces empecé a entender un poco mejor la historia secreta de mi país. La comida tradicional cubana (frijoles negros con arroz, yuca, carne de puerco, plátanos, boniato, malanga…) había desaparecido ya para 1961 y aún en nuestros días escasea. La planificación socialista de la economía, la colectivización de la agricultura y otros desmanes acabaron enseguida con las frutas del país y con los productos de la tierra.

Detrás de la mía, tres generaciones de cubanos ignoran hoy lo que es una champola de guanábana y apenas columbran qué cosa es un arroz con quimbombó, un fufú de plátano o un ajiaco. ¿Se imaginan al pueblo mexicano sin sus pozoles, sin sus tamales, sin sus tacos, sus sopes y sus tortillas de maíz durante más de cuarenta años?

A falta de comida criolla, a partir de 1961 las colas crecieron como trenzas chinas delante de las pizzerías. Lo programado por la eterna libreta de racionamiento era —y sigue siendo— tan poco que había que acudir a esos establecimientos para rellenar la barriga. En los primeros tiempos, los cubanos comían los espaguetis cortándolos en trocitos con el cuchillo y el tenedor, como si fueran bistecs de palomilla, que era lo que en realidad tenían ganas de comer. No sabían enrollarlos en el tenedor, no había ninguna cultura de comer pastas en el país. Cortaban las lasañas con cucharas y andar por ahí con una pizza grasienta envuelta en papel de estraza, o pasearse por la calle devorándola, se convirtieron en rituales habaneros antes nunca vistos.

De resultas, la famosa Bodeguita del Medio —que es la Catedral del Congrí— quedó obnubilada durante una década bajo la impetuosa avalancha de restaurantes estatales de espuria inspiración italiana. Incluso llegaron a cerrarla durante algunos años. Con aquella proliferación de pizzerías, Fidel Castro estaba proyectando hacia la población su gusto por las pastas. Era como si quisiera enseñar a comer a la gente. Si a él le gustaba la comida italiana, ¿cómo no iba a gustarle a "su" pueblo?

No tengo nada contra las pizzas, pero sí contra el hecho de que todos los cubanos tuviéramos que compartir sus aficiones gastronómicas. Bueno, no todas, porque muy pronto prohibió el consumo de la langosta para dedicarla exclusivamente a la exportación. En un país donde todo —menos el cepillo de dientes— es propiedad del Estado, ese afán paternalista tenía que convertirse por real decreto en una especie de dictadura estomacal.

No sólo proliferaban las pizzerías, sino que además el gobierno distribuía espaguetis por la libreta de abastecimientos: única opción para la canasta familiar. Durante por lo menos un par de años las pastas fueron prácticamente el alimento básico de los cubanos. Incluso llegaron a sustituir a las viandas hasta el punto que el humor popular empezó a llamarles "playa larga" a los espaguetis.

"¿Qué comiste hoy, compadre?", se oía en una esquina.