Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Nuevas lecturas

El poema 'Tengo', que tan aclamado fuera en su momento, hoy ya no es el himno de la Revolución del 59 y de Girón.

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En la literatura

En el terreno literario, por ejemplo, la lectura trascendente que del Quijote ha venido haciendo la crítica en los últimos dos siglos, no es la lectura divertida que hicieran los contemporáneos de Cervantes.

En Cuba, por volver a mi isla, el poema Tengo, de Nicolás Guillén, que tan aclamado fuera en su momento, hoy —y desde hace muchos años ya— no es el himno de la Revolución del 59 y de Girón. Todo lo contrario. Hay en él inaceptables versos, decididamente contrarrevolucionarios.

Ya sabemos que Nicolás era puro, que era íntegro, y que fue antiimperialista de corazón. Pero ignorando que el tiempo pasa, se jactó en ese poema de poder entrar en un hotel y alquilar una pieza sin que nadie se lo impidiera. El tiempo al pasar demostró que al menos en cuestiones de hotelería las cosas habían vuelto a ser como antes. En el pasado no le alquilaban a Nicolás en el hotel por negro, y ahora por no ser turista o no ser cubano emigrado.

"Emigrado", he ahí una palabra que en su lectura anterior fue "traidor", cubano que abandonó el país —a veces bajo una lluvia de huevos podridos e insultos.

También El siglo de las luces está teniendo una nueva lectura. Según los lectores pagados por Washington que se ocupan de estas relecturas, cabe suponer un Alejo Carpentier que viajó al porvenir hace medio siglo o poseyó una misteriosa bola de cristal que le permitió conocer el futuro de la revolución en la que él mismo sería protagonista y legatario de alcurnia.

En esa obra maestra de la literatura universal que le llevó años, Carpentier narra el fracaso de la revolución francesa, visto desde las colonias de América. El antiguo joven idealista Victor Hugues ha terminado convirtiéndose en un tirano tan temible que por retener el poder sería capaz de guillotinar hasta a los muertos.

Tampoco la revolución francesa, por su parte, a la vez que allá en París continúa haciendo rodar la cabeza de sus fieles de ayer, dejará en pie ni uno de los grandes decretos que habían hecho de ella el sueño de todos los hombres. Cuantos en ella pusieron un día su corazón, sucumbirán a manos de ella por lejos de París que estén, como sería el destino de los ya por entonces decepcionados cubanos Esteban y Sofía.

Nunca faltarán lecturas nuevas. Cuando no las haga el enemigo, las impondrán la ciencia y el desprejuicio: tal como lentos, pero implacables, hicieron con la gonorrea y el vergonzante condón de mi infancia.


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