Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Literatura

«La intelectualidad cubana es decimonónica»

Entrevista a Iván de la Nuez, a propósito de su libro 'Fantasía Roja. Los intelectuales de izquierdas y la Revolución cubana'.

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También, los valoro, en un momento dado, como una fracción en la historia del neocolonialismo. Sé que esto ya les gusta menos, pero mi rasero para llegar a esta conclusión no está en la derecha sino en Orientalismo, de Edward Said, o en el Discurso de Argel, del Che Guevara. Y provenir de la izquierda, para esa visión que yo relato en el libro, no es un atenuante, es un agravante.

Por último, he querido situar mi libro, ideológicamente, como una polémica dentro de la izquierda. Ahora bien, sé que muchos de estos titanes de la revolución no admiten mis puntos de vista y no me darán cuartel en esa zona de la ideología. ¿Qué le vamos a hacer? Yo sólo les recuerdo que quien mejor define quién es o no de izquierdas es la derecha, y ahí es más que evidente que yo no estoy y que tampoco me quieren.

Otra cosa es el respeto y la amistad que me merece mucha gente y lo necesarios que encuentro sus aportes, sean de derechas, anarquistas, libertarios, marginales o comunistas. La vida es demasiado compleja, y demasiado corta, como para ir por ella pidiendo carnés o pasaportes.

En este punto, ¿cómo se puede ser progresista, cómo se puede ser de izquierda?

Cuando el sistema comunista fue derribado junto al Muro de Berlín, se abrió una maravillosa posibilidad (al menos en Europa, que es donde vivo) de avanzar en un pensamiento crítico sobre el capitalismo, sin que ello remitiera a una identificación con el Estado, la represión y, en definitiva, con el Gulag. Creo que es una buena posibilidad que tenemos como generación, incluso aquellos que hemos crecido en el comunismo.

Con la caída del Muro de Berlín, ser de izquierda, en Europa, no te remite a un Estado totalitario y esa situación me parece un alivio. De cualquier manera, reivindico una especie de izquierda que se nutre de pensadores algo laterales e incómodos para la ortodoxia, como Lafargue, Russell, Blanchot o Zizek, y que intenta golpear en la moral anquilosada de este sistema de costumbres que vivimos en Occidente (con una laicidad siempre en peligro bajo el amparo de la corrección política y del consenso).

En esa cuerda, parto de la base de que quizá la revolución no sea ya transgresora, pero la transgresión sí que puede ser, en un momento dado, revolucionaria.

¿Dentro de la izquierda europea habría sido posible una posición diferente a la que refleja 'Fantasía Roja'?

No sólo ha sido posible, sino que ha existido. Lo que pasa es que no ha sido la más dominante, ni tampoco la más influyente. Yo hablo de Juan Goytisolo y su apoyo a Reinaldo Arenas, o incluso del mismo Julio Cortázar y su denodado esfuerzo, desde París, por la publicación de Paradiso.

También atiendo a un grupo importante de la izquierda europea más reciente, que no tiene inconveniente en criticar los excesos de la Revolución Cubana y que, al mismo tiempo, no tiene esta proyección fantasiosa que intento plasmar en Fantasía Roja. Pero estas actitudes no han sido el objeto de mi libro.

No me interesaban tanto los puntos de ruptura como los de continuidad. Por eso tampoco me detengo en el caso de Hemingway, porque si bien él realizó una obra ideológica y una intervención práctica en el frente durante la Guerra Civil Española, no puede decirse que hiciera lo mismo con respecto a Cuba. La Isla era para él un lugar donde pescaba, descansaba, bebía y escribía, pero no tenía mucho que ver con sus avatares ideológicos.

Incluso cuando él se encuentra con Fidel, no es en el terreno de Fidel, sino en el terreno de Hemingway, navegando por el mar y pescando agujas. Por eso, no es que no existan otras izquierdas, existen y yo las menciono en el libro. Pero a mí me interesaba reflejar ese punto donde confluye una mezcla de ingenuidad, de pasión y fantasía que produce esta construcción mitológica de la que habla Fantasía Roja. O sea, Cuba casi como fetiche.

Desde el punto de vista de la escritura, ¿cómo resuelve las dos corrientes de pensamiento que habitan en 'Fantasía Roja': la pasión por las ruinas iniciada por Graham Green y la pasión por el fuego que inicia Sartre?

El libro tiene como encrucijada inicial aquella frase de Walter Benjamín, que decía que lo importante no es la ruina, sino el fuego. Por eso Graham Greene (la pasión por la ruina) y Jean-Paul Sartre (la saga del fuego), con sus respectivos seguidores, mantienen la tensión durante casi todo el ensayo.