Actualizado: 25/04/2024 19:17
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«Los niños deben crecer con la verdad»

Armando Correa, director de 'People en Español', habla con CUBAENCUENTRO.com

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¿Cuál es tu estimado del periodismo cubano en Miami?

Hoy para mí el periodismo no sólo vive en lo que ves en la prensa escrita y en la televisión. El periodismo abarca un campo más amplio. No creo que nadie tenga más impacto hoy día que los blogueros. El espacio cibernético ha redefinido los medios de comunicación. Mira lo que está pasando en Cuba. Ni la dictadura pudo imaginar, en un país donde las noticias se centran en el triunfalismo de una economía inexistente, en el patético periódico Granma, y donde hay una sola voz, que ahora exista una generación imparable informándole al mundo a través del Internet lo que realmente está pasando en esa isla gobernada por una generación muerta.

Hay muy buenos blogueros en Miami también. El Nuevo Herald sigue siendo el periódico en español más importante en la ciudad, pero en esta época los periódicos ya no tienen la fuerza de antes. Los recortes que ha sufrido no le favorecen; tampoco favorecen a The Miami Herald. ¿Alguien recuerda que The Miami Herald estuvo considerado como uno de los diez mejores periódicos del país, con un equipo investigativo excepcional, ganador de premios Pulitzer y capaz de destronar a un candidato presidencial? Eso hoy parece la prehistoria. No queda nada de ese pasado.

Pero a pesar de los cortes, siguen adelante, lo cual es digno de admiración. Debo confesar que reviso diariamente la página del web de El Nuevo Herald. No puedo dejar de tenerle cariño, principalmente voy todas las mañanas a las noticias de Cuba, aunque cada vez tienen menos notas de la isla.

Antes, un periódico (The Washington Post) o una revista (Time) podían elegir o tumbar a un presidente. Hoy sólo se necesita Facebook o Twitter. Es bien conocido el rol de Facebook en la elección de Obama. Facebook movilizó a toda una generación, la más joven, que nunca antes habían ejercido el voto.

¿Darías el salto de la prensa escrita a la televisión?

La televisión es fascinante. Somos víctimas de la inmediatez visual. Hoy estoy en la prensa escrita, mañana quién sabe. No me gusta cerrarme puertas. Pero me encanta mi trabajo, mi equipo, mi jefa, Martha Nelson, que es una leyenda en el mundo editorial de Estados Unidos, y Time Inc. es el conglomerado de revistas más grandes del país. En fin, no me puedo quejar.

¿Cuál de las personalidades que has entrevistado te impresionó más?

De las celebridades, Shakira. Es una de esas personas con las que puedes tener una conversación inteligente. No es exactamente el patrón ideal para People en Español, porque no suelta prenda de su vida privada, pero te quedas con la sensación de que el encuentro valió la pena. Luis Miguel siempre es un enigma y cada vez que lo he entrevistado ha sido una aventura llegar a él, si te cuento las anécdotas no las creerías. De los políticos, el ex presidente del Perú, Alberto Fujimori. En este caso, porque nunca me imaginé que alguien tan estúpido pudiera gobernar un país. Dio una presentación a la junta editorial de The Miami Herald y sus explicaciones eran más simples que las que pudiera dar mi hija de cuatro años.

¿Cuántas visitas diarias recibe el portal de People en Español?

Nuestra página web tiene sólo tres años, a diferencia de la revista, que va para trece. Para que tengas una idea, la revista demoró siete años en tener ganancias. El website, al año, ya comenzó a generarlas.

Nuestro website tiene al mes 1.4 millones de visitantes individuales (unique visitors) y 26 millones de páginas visitadas. Y sólo somos un canal de noticias de entretenimiento. No somos un portal, al menos por ahora.

¿Te interesa coleccionar arte? ¿A quiénes coleccionas?

Desde que estaba en la universidad comencé a coleccionar a los artistas de mi generación. Cuando nadie hablaba de José Bedia, de Consuelo Castañeda, de Gustavo Acosta, de Ricardo Brey, de Arturo Cuenca, ya yo tenía muchas de sus obras. Algunos eran simples trabajos de fin de curso, y hoy son verdaderas joyas. Si pudiera, me dedicaría a rescatar piezas importantes de la generación del 80 desperdigadas por el mundo. Definitivamente coleccionaría a cubanos. No me interesa un cuadro, una instalación o una fotografía por su relación inmediata. Para eso están los museos. Allí voy a impactarme. En mi casa, todas las obras que tengo tienen además una relación especial conmigo y con el artista.

¿Alguna pieza en particular que prefieras?

Tengo un Bedia, de sus inicios, que parece un sacrificio. Tiene hasta un pájaro disecado. Es tan frágil que lo tenemos guardado. También tenemos un dibujo de Bedia, Cuchillo en la boca, que es de una serie que hizo en los 80. Hasta él mismo lo quería de vuelta. Uno de los más especiales en nuestra colección es sin dudas el plato griego de Consuelo, de una exposición emblemática que ella hizo en el Castillo de la Fuerza, en La Habana. Se titulaba La historia reconstruye la imagen. Es un plato de barro, como los de la antigua Grecia, fragmentado. Le falta la mitad y esa mitad la completa un texto de historia de la Grecia clásica, escrito en la pared. Sacarlo de Cuba fue una odisea. Mi mamá venía para Miami, pidió permiso a la Oficina de Bienes Culturales para sacar la obra y le dijeron que no, porque era patrimonio nacional. Mi mamá entonces safó el plato por donde estaba roto y lo trajo en fragmentos. Luego en Miami, Consuelo lo reconstruyó. Otra pieza de esa exposición es el Partenón. La familia de Gonzalo la conserva en La Habana.

¿Has visitado alguna exposición últimamente?

El que venga a Nueva York no puede perderse New Photography 2009, en el MoMa. Es la fotografía vista desde la deconstrucción. Aunque conocía a los artistas, la manera en que está curada es fascinante. Ahí están Walead Beshty, Daniel Gordon, Leslie Hewitt, Carter Mull. Y en el Guguenheim está una de las muestras más completas de Kandinsky. Lo interesante aquí es ver a Kandinsky en el edificio que se diseñó inspirado en su obra.

¿Con qué frecuencia vas al teatro? ¿Qué te ha impactado esta temporada?

Mi relación con el teatro es especial. Por ejemplo, en cine, puedo ver buenas películas, inteligentes o totalmente comerciales. No me importa, me dejo llevar. En el teatro, no puedo evitar mi ojo crítico. No soporto el teatro comercial ni aficionado. Así que mis visitas son esporádicas. Ahora, con mi hija, casi todos los fines de semanas vamos a ver obras para niños. Teatro "de verdad", creo que lo más reciente que vi fue el último montaje de Igmar Bergman que trajo el BAM. Era un montaje excepcional de María Estuardo. Toda la puesta en escena era en blanco, negro y gris. Un paño rojo se usaba como la sangre. El puntal era altísimo, como si estuvieras en una catedral, y los actores parecían aplastados por el espacio. El escenario estaba inclinado hacia el público, en un ángulo que casi atentaba contra el equilibrio de los actores. Era una puesta en escena de un minimalismo extenuante. Tal vez haya visto algo más después, pero sin dudas no me produjo el impacto necesario para que te lo cuente.

¿Marcas? ¿Tienes algún diseñador favorito?

Con las marcas tengo un problema. No es sólo lo que te guste, si no lo que te quede bien. Mi estructura es grande, así que no quepo en cualquier pieza de diseñador. Claro que me encanta lo que propone Muccia Prada para hombre, o Yohji Yamamoto, pero a mí me quedan mejor Helmut Lang o Armani. No quiere decir que me vista de esas marcas. Estoy comentando lo que me gusta. Al final, vivo en Nueva York y aquí es normal vestirse de negro todo el año.

¿Qué perfume?

Me fascinan los perfumes, pero no los perfumes que sacan por modas los diseñadores de ropa. Esos realmente me aburren. Me gustan los perfumes de las casas de perfumes, como Creed o Santa Maria Novella, o los perfumes artesanales franceses. Antes era muy difícil encontrarlos en Estados Unidos, pero ya hay varias casas que los venden. Ahora estoy más con los olores secos de Jo Malone, me encantan sus aceites y te permiten combinar fragancias. Pero en realidad el que estoy usando ahora todos los días es L’ombre das l’eau de Dyptique. Realmente tengo una gran atracción por las esencias.

¿Qué estás leyendo?

La elegancia del erizo, de Muriel Barbery. Fue una sensación en Francia, y ahora me acaba de llegar en español. No quería leerla en inglés. Si voy a leer algo traducido, prefiero que esté traducido a mi idioma.

¿Gitmo o Guantánamo? ¿Cuáles son tus memorias guantanameras?

En realidad, no viví mucho tiempo en Guantánamo. Mis padres me llevaron para La Habana cuando tenía como tres años. Para mí Guantánamo fue un lugar para ir de vacaciones en el verano. Mi abuelo tenía un bar, muy conocido, Río Bar, que intervinieron. Después se quedó viviendo ahí. Era divertido jugar entre las mesas, los refrigeradores industriales. Mi abuelo estuvo muy bien definido toda su vida. Él decía que el único enemigo de Cuba era Fidel Castro.

Regresé dos veces a Gitmo, a la Base Naval. Fui enviado del Herald para cubrir la famosa crisis de los balseros. Era ver Cuba desde el otro lado, y fui al único MacDonald's en territorio cubano, que está en una pequeña colina.

Fue tremenda experiencia. Mi papá trabajaba en la base naval en la década del 50, incluso tenía un tío que siguió trabajando para la base después de la llegada de Fidel. Algunos de mis familiares cruzaron a nado, para irse del país desde Caimanera. Cuando íbamos de vacaciones a Guantánamo veíamos los canales de televisión americanos y nos fascinaban los anuncios.

Del otro lado me sentí como cuando visité Berlín en 1988, y vi como los jóvenes se sentaban cerca de la Puerta de Brandemburgo para ver el otro lado del país. No es nostalgia, es confrontar tu destino, el que te toca y no puedes cambiar.


¿Regresarías con Emma a Cuba?

Salí de Cuba en octubre de 1991, invitado por un profesor de Pratt Institute de Nueva York para impartir unas conferencias. Como muchos de los que salimos, dejamos el país casi sin despedirnos. Intenté una vez ir de visita a Cuba, y me negaron la visa. Como trabajaba en El Nuevo Herald, y cubría los temas de Cuba, no me dejaban entrar. Luego, cuando el Papa Juan Pablo II iba a visitar Cuba, pedí otra vez visa. Me la otorgaron y llegué al aeropuerto de La Habana, con mi familia esperándome afuera, y nunca me dejaron salir. Me devolvieron a Miami en el mismo avión. La explicación que me dieron fue que mi visa tenía problemas.

Luego me mudé a Nueva York, y ya trabajando en People en Español pedí otra visa, me la dieron y fui con mi sobrino. Ahí me dejaron entrar, pero tuve la sensación de que me vigilaban. Creo que esa es la sensación que tienen todos los cubanos que viven en la isla.

Fui a las escuelas donde estudié, las casas donde viví, visité amigos. Era un país completamente extraño, todo era más chiquito, las distancias más cortas. Me sentí un extranjero en mi propio país.

Emma sabe que es cubana. Por supuesto que me gustaría que mi hija conozca el país al que, de alguna manera, también pertenece.


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