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Checoslovaquia, Cuba, URSS

A 50 años de La Primavera de Praga, Cuba y Fidel Castro

En La Habana hacía un calor desmedido. La medianoche del 20 de agosto de 1968, tropas soviéticas se adueñaron del aeropuerto de Praga-Ruzyne

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El 5 de enero de 1968, La Habana amaneció invadida por una brisa fría que ahuyentaba a la gente del Malecón. Todo enero: el mar arremetió contra la ciudad. En Cuba la primavera se encadena con el verano. En Europa es distinto. Oí hablar por primera vez de Praga, a un turista español que conversaba con varias personas en el bar del Hotel Nacional: elogiaba “los avances estructurales del socialismo en Checoslovaquia”. En La Habana hacía un frío de “tranca”, en el cine Yara proyectaban Vals para un millón, la nostálgica historia de amor de dos jóvenes en Praga, donde comenzaba un sueño político de una primaveratruncada.

En aquel entonces veíamos películas europeas en la Cinemateca, bailábamos con la Orquesta Revé, leíamos a Nabokov (Lolita), Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Edmundo Desnoes, Manuel Cofiño, Juan Rulfo, Ernesto Hemingway, Carson McCullers, William Faulkner, Ernesto Sábato, Julio Cortázar y Juan Carlos Onetti. Llegaban a las librerías los breviarios del Fondo de Cultura Económica y los cuadernos de la editorial Joaquín Mortiz de México. Se respiraba un ambiente cultural, todavía sin la censura oficialista que vendría después.

La Rampa. Casa de la Cultura Checa: refugio de poetas, músicos, escritores, pintores, periodistas, estudiantes. Delfín Prats leyó allí su poemario Lenguaje de mudos (prohibido y desaparecido después por las autoridades). La Casa de la Cultura Checa era un espacio de divulgación del arte europeo: vendían discos de rock y de jazz, se programaban conciertos y se ofrecían funciones de cine. Los checos no eran “bolos”. Los “bolos” eran los rusos que se adueñaron del Focsa, el primer edificio de estilo Le Corbusier de América Latina.

Se me quedó en la cabeza aquello de los “avances estructurales del socialismo en Checoslovaquia”, que le escuché decir al turista español. En la universidad alguien habló de un tal Alexander Dubček y de “socialismo con rostro humano”. Se conversaba en susurro del asunto. La Casa de la Cultura Checa seguía siendo una ventana cultural. Los filmes checos El amor se cosecha en verano, Limonada Joe, Trenes rigurosamente vigilados, La tienda de la calle mayor, ¡Al fuego bomberos! y Los Amores de una rubita llenaban los cines de La Habana.

Nos enteramos no sé ni cómo. En La Habana hacía un calor desmedido. La medianoche del 20 de agosto de 1968, tropas soviéticas se adueñaron del aeropuerto de Praga-Ruzyne. En la madrugada, escuadrones del Pacto de Varsovia cruzaban la frontera checoslovaca y sus tanques llegaban hasta el centro de Praga. 250 mil soldados y 5 mil tanques. El otro imperialismo: el Soviético: nadie se atrevía a decir eso en Cuba. Fin al ensayo, al intento pacífico, de edificar un “socialismo con rostro humano”. La Primavera de Praga de Dubček, transitoria quimera. Los checoslovacos amanecieron con las botas de los soldados del Pacto sobre sus espaldas. Frank Kafka miraba a distancia, desde el castillo. La canícula excitaba a la Isla.

El 23 de agosto de 1968, Fidel Castro reconocía con sigilosa actitud que la soberanía del Estado checoslovaco había sido violada; pero, le pedía al Gobierno de la Unión Soviética que invadiese a Cuba en caso de que sucediese algo similar a lo ocurrido en Checoslovaquia (¿!): “Nosotros consideramos que en Checoslovaquia se marchaba hacia una situación contrarrevolucionaria, hacia el capitalismo y hacia los brazos del imperialismo. Entonces esto define nuestra posición en relación al hecho concreto de la acción realizada por un grupo de países socialistas. […]. Resultaba imprescindible impedir a toda costa, de una forma u otra, que ese hecho ocurriera”.

La Invasión militar a Checoslovaquia fue discutida y reprobada por los partidos de izquierda más influyentes de Europa (Francia, Italia, Inglaterra…) y causó sorpresa y contrariedad en intelectuales progresistas como Jean-Paul Sartre, Ernst Mandel, Ernst Fisher, Bertrand Russell, Rossana Rossanda, Tariq Alí, Jaroslav Seifert, Christopher Hitchens, Régis Debray, Noé Jitrik, Kiva Maidanik, Roque Dalton, Roger Garaudy y Teodoro Petkoff, entre otros. La comparecencia televisiva y radial del caudillo fue objeto de estudio y aprobación en todas las aulas universitarias de Cuba.

Desaparecieron de la cartelera de los cines las cintas de Jan Kadár, Milos Forman, Vera Chytilová, Jiri Menzel y Jaromil Jives. Semanas después, dos milicianos armados hacían guardia en la clausurada Casa de la Cultura Checa en La Rampa.


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