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EEUU, Trump, Liberalismo

Acerca de Trump

“El desafío de Trump al orden liberal es aún más peligroso porque viene con una falta de respeto a las normas y valores de la propia democracia liberal”

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La revista Foreign Affairs, con casi un siglo publicando sesudos análisis sobre política exterior ha dedicado, casi en su totalidad, su edición de mayo/junio de 2017 a una extensa valoración de la presidencia de Donald Trump y sus peligros.

No es la primera vez que esta revista se ha sentido obligada a valorar al candidato y luego presidente de Estados Unidos, pero en este caso los análisis van más allá de uno que otro tuit, o alguna barrabasada, engañifa o mentira evidente pronunciada sin ningún recato o pudor.

El editor inicia la temática señalando:

“Cubrir la administración de Trump es difícil porque requiere desentrañar tres líneas de su comportamiento: lo normal, lo incompetente y lo peligroso. Cada administración se revuelve, pelea con la prensa y la burocracia, empuja su propia agenda, y trata de evadir la vigilancia intrusiva. Pero las White House ordinarias no mienten repetidamente, ni declararan la guerra a las instituciones de medios de comunicación, ni persiguen objetivos radicales, mientras desdeñan el aporte profesional, ni se niegan a aceptar el escrutinio independiente”.[1]

La revista presenta varios análisis, incluyendo una defensa de la dirección que ha tomado el país bajo la egida de Trump; uno de los artículos aborda, sin nombrar a Trump y su desdén por los servicios de inteligencia, como deben ser las relaciones de la presidencia con esos imprescindibles servicios, es dudoso que el actual presidente lo lea y aprenda algo del mismo, él no es dado a lecturas de tanta profundidad.

Pero aquí me voy a concentrar en el artículo que encabeza la revista escrito por G. John Ikenberry, un académico dedicado a las relaciones internacionales y la política exterior de EEUU, profesor de Política y Asuntos Internacionales en la Escuela Woodrow Wilson de Asuntos Públicos e Internacionales de la Universidad de Princeton.

Ikenberry comienza señalando como una estrategia que tiene decenas de años funcionando con importantes y positivos resultados ha sido puesta en dudas y en riesgo por Trump:

“Se suponía que Estados Unidos y Europa se mantendrían hombro con hombro para proteger los beneficios obtenidos de 70 años de cooperación. En cambio, el Estado más poderoso del mundo ha comenzado a sabotear el orden que creó. Un poder revisionista hostil ha llegado realmente a la escena, pero se sienta en la Oficina Oval, el corazón palpitante del mundo libre. A través de épocas antiguas y modernas, las órdenes construidas por las grandes potencias han ido y venido, pero generalmente han terminado en asesinato, no en suicidio”.[2]

Las declaraciones irresponsable de Trump sobre la ONU, la OTAN, el Banco Mundial y las demás instituciones y alianzas que EEUU fomento y acunó durante años y que han permitido, con sus altas y bajas, sus imperfecciones y errores, la creación de coaliciones que no solo fueron vehículos para el cese de la Guerra Fría sino para el desarrollo de la democracia y a sacar a millones de la pobreza, y contribuir al inusitado crecimiento de la economía mundial, en particular la de EEUU, estás declaraciones hacen titubear, a los ojos de todos los países, el liderazgo norteamericano.

Las ridículas manifestaciones del lema America First por la cual pone en duda los logros de EEUU y rechaza todos los acuerdos comerciales, políticos y militares los cuales supone que puede mejorar ya que en su superlativo ego él es el gran negociador, partiendo del erróneo criterio de que en una negociación alguien gana y el otro pierde, como señala el autor:

“La tenebrosa narrativa de Trump sobre el declive nacional ignora el gran logro estadounidense del siglo XX: la construcción del orden internacional liberal. Construida en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, el orden es complejo y extenso, organizado en torno a la apertura económica, las instituciones multilaterales, la cooperación en materia de seguridad, la solidaridad democrática y los ideales internacionalistas (…) El revisionismo de Trump es peligroso precisamente porque ataca la lógica que subyace a la posición global de Estados Unidos.”[3]

Pero este ataque al liberalismo no se limita a las relaciones internacionales también se manifiesta peligrosamente en lo interno:

“El desafío de Trump al orden liberal es aún más peligroso porque viene con una falta de respeto a las normas y valores de la propia democracia liberal. El presidente ha cuestionado la legitimidad de los jueces federales, ha atacado a la prensa y ha mostrado poco respeto por la Constitución o el estado de derecho. Los hechos, la evidencia, el conocimiento científico, la debida diligencia, el discurso razonado —los elementos esenciales de la vida política democrática— son menospreciados a diario.”[4]

En opinión de Ikenberry cinco elementos básicos de la política de EEUU, tanto externa como interna, han sido puestos en dudas y atacados por Trump, aquí los resumimos:

  • El primero es el internacionalismo: la creencia de que Estados Unidos puede avanzar mejor en sus intereses económicos, políticos y de seguridad al liderar el orden y comprometerse profundamente con las principales regiones del mundo.
  • La segunda convicción fundamental que Trump rechaza es el compromiso de EEUU con el mercado libre.
  • Una tercera convicción que sustenta el liderazgo mundial de los Estados Unidos ha sido el apoyo a las normas e instituciones multilaterales. Esto es lo que ha hecho que el poder de EEUU sea tan único y legítimo.
  • En cuarto lugar, Trump repudia el carácter multicultural y abierto de la sociedad estadounidense. El poder estadounidense a menudo se denomina en unidades de PIB y gastos militares. Pero la propia sociedad americana ha sido una especie de activo oculto.
  • Por último, todos los presidentes estadounidenses desde Woodrow Wilson a Barack Obama han sostenido que existe una comunidad perdurable de democracias liberales y que las democracias poseen una capacidad única para cooperar.

En el cuarto aspectos se detiene a analizar sus consecuencias en el plano internacional y considera que:

“Las principales políticas de la administración Trump —la construcción de una muralla a lo largo de la frontera con México, la prohibición de inmigrantes de seis países de mayoría musulmana y la prohibición temporal de todos los refugiados— han enviado un mensaje inconfundible al mundo. Pero más preocupantes que las propias políticas específicas son las ideas etnonacionalistas, nativistas detrás de ellas.”[5]

Las secuelas de todos esos tuits irresponsables, las evidentes falsedades, los “hechos alternativos”, su desdén por todos los logros de la política internacional de EEUU, los ataques desproporcionados a todo aquello que él considere que es una amenaza a su persona y actuación han provocado reacciones en los países amigos:

“Trump desprecia esta visión del orden, negándose a distinguir entre amigos democráticos liberales y rivales autocráticos, en enero, dijo que confía en Merkel y Putin por igual. En respuesta, algunos europeos occidentales ven ahora a la administración Trump —y por lo tanto los Estados Unidos— como una amenaza mayor que la Rusia de Putin. En febrero, por ejemplo, un editorial de la revista alemana Der Spiegel pidió a Europa que ‘comenzara a planificar sus defensas políticas y económicas contra el peligroso presidente de Estados Unidos.’”[6]

El valor e importancia del análisis de Ikenberry es que se despega de la anécdota, lo pasajero y circunstancial, y va a las esencias de las acciones y proyecciones de la política que Trump ha diseñado y destaca los peligros que ella encierra que no se limitan a lo actual, sino que se proyectará, si no cambia su rumbo, durante decenios.


[1] Covering the Trump administration is difficult because it requires disentangling three strands of its behavior: the normal, the incompetent, and the dangerous.

Every administration spins, fights with the press and the bureaucracy, pushes its own agenda, and tries to evade intrusive oversight. But ordinary White Houses do not repeatedly lie, declare war on mainstream media institutions, pursue radical goals while disdaining professional input, and refuse to accept independent scrutiny.

[2] The United States and Europe were supposed to stand shoulder to shoulder to protect the gains reaped from 70 years of cooperation. Instead, the world’s most powerful state has begun to sabotage the order it created. A hostile revisionist power has indeed arrived on the scene, but it sits in the Oval Office, the beating heart of the free world. Across ancient and modern eras, orders built by great powers have come and gone—but they have usually ended in murder, not suicide.

[3] Trump’s dark narrative of national decline ignores the great American accomplishment of the twentieth century: the building of the liberal international order. Constructed in the years following World War II, the order is complex and sprawling, organized around economic openness, multilateral institutions, security cooperation, democratic solidarity, and internationalist ideals (…) Trump’s revisionism is dangerous precisely because it attacks the logic that undergirds the United States’ global position.

[4] Trump’s challenge to the liberal order is all the more dangerous because it comes with a casual disrespect for the norms and values of liberal democracy itself. The president has questioned the legitimacy of federal judges, attacked the press, and shown little regard for the Constitution or the rule of law. Facts, evidence, scientific knowledge, due diligence, reasoned discourse—the essential elements of democratic political life—are disparaged daily.

[5] The Trump administration’s flagship policies on immigration—building a wall along the Mexican border, banning immigrants from six Muslim-majority countries, and temporarily barring all refugees—have sent an unmistakable message to the world. But more worrying than the specific policies themselves are the ethnonationalist, nativist ideas behind them.

[6] Trump disdains this vision of the order, refusing to distinguish between liberal democratic friends and autocratic rivals—in January, he said that he trusts Merkel and Putin equally. In response, some western Europeans now view the Trump administration—and therefore the United States—as a greater threat than Putin’s Russia. In February, for example, an editorial in the German newsmagazine Der Spiegel called on Europe to “start planning its political and economic defenses. Against America’s dangerous president.”


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