Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Bachelet, Chile

Algunas enseñanzas de Chile para los cubanos

Mucho que aprender de la experiencia chilena de más de 40 años

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La historia reciente de Chile muestra experiencias de las que los cubanos dentro y fuera de la Isla podrían aprender.

No digo que se deban copiar todas las experiencias chilenas de los últimos 43 años, desde el ascenso a la presidencia de Allende en 1970 hasta la reelección presidencial de Michele Bachelet hace pocos días, sino que hay cosas que aprender de una realidad diferente a la cubana que, sin embargo, maneja logros y objetivos que pueden compartir los latinoamericanos sin necesidad de pagar un costo social tan excesivo como los cubanos por más de medio siglo.

Ernesto Guevara se burlaba de Salvador Allende porque pretendía llegar al gobierno de Chile sin violencia, por vía electoral. Finalmente lo logró, mientras Guevara fracasó en el Congo y Bolivia con sus quiméricas guerrillas. Paradójicamente, el senador Allende ayudó a los cubanos sobrevivientes de la guerrilla en Bolivia a regresar a Cuba.

El gobierno de la Unidad Popular chilena se materializó en 1970 tras obtener el mayor número de votos para presidente entre los tres candidatos, y gracias al apoyo de la Democracia Cristiana cuando Allende se comprometió públicamente a respetar el Estado de derecho y la democracia en el país.

La injerencia de Fidel Castro y la subsecuente radicalización del gobierno de Allende más allá del programa político anunciado y las promesas de campaña, aunque pretendiera beneficiar a las clases más humildes, debilitó la economía chilena, dividió al país, y enajenó el apoyo de amplios sectores de la población a la Unidad Popular, desatando la ingobernabilidad y una crisis política, económica y social de amplias proporciones, que culminó con el brutal golpe de estado de Augusto Pinochet en 1973.

No se puede defender la brutalidad de Pinochet de ninguna manera. Hay cubanos en Miami, aferrados al maximalismo de la frustración, que presentan a Pinochet como un héroe que salvó a Chile, sin preocuparse por los miles de muertos de su dictadura militar, que no fueron tantos como dice La Habana, aunque sin dudas muchos más de los que quieren reconocer algunos en Miami.

Sin justificar para nada los asesinatos y violaciones de derechos humanos de Pinochet, hay que señalar que no solamente detuvo la caída económica provocada por los desatinos de Allende, sino que implantó las medidas necesarias para la recuperación, crecimiento y fortalecimiento de la economía hasta llevarla a los primeros planos de América Latina y el Caribe, y creó condiciones imprescindibles para que Chile pudiera aspirar a formar parte del grupo de países más desarrollados del mundo. Muchas veces, menos en Cuba, las dictaduras impulsan la economía de sus países. Una economía bien concebida puede prosperar dentro de una tiranía, siempre que el gobierno no interfiera.

Antes que comiencen los teóricos de coeficientes, las viudas de Stalin y las brigadas de respuesta rápida digital a rasgarse las vestiduras por los niveles de desigualdad social en Chile hasta hoy, más que números, incomparables en el caso cubano al no conocerse cifras confiables, una simple pregunta: ¿dónde existe más desigualdad hoy, en Chile o en Cuba? Así de sencillo. No estadísticas dudosas, promesas o consignas, sino la cruda realidad. ¿Dónde hay más desigualdad y atraso hoy, en Chile o en Cuba?

Sin embargo, las cosas no terminan aquí: quince años después del golpe militar, y con la economía chilena prosperando, en 1988, cuando Fidel Castro ya llevaba 30 años en el poder, y el desarrollo de la Cuba tiránica y subsidiada estaba por verse, Pinochet se sometió a un plebiscito en su país, en el cual los chilenos votaron mayoritariamente para que abandonara el poder.

Respetando la voluntad popular, Pinochet no impidió la transición a la democracia, aunque mantuvo su parcela de poder garantizando que no hubiera represalias contra los golpistas, y en 1990 retornaron los gobiernos civiles a Chile, hasta el día de hoy.

Sin venganzas, masacres, ni mítines de repudio, en Chile han habido presidentes de izquierda, centro y derecha desde 1990: entre ellos, la señora Bachelet en su primer mandato, cuyo padre, un general chileno, fue torturado y asesinado por los golpistas.

23 años con gobernantes interesados en mejorar la economía y condiciones de vida de los chilenos, respetando la democracia, el Estado de derecho y a los que piensan diferente, defendiendo la soberanía nacional sin guerritas de palabras contra “el imperialismo”, y propiciando relaciones internacionales pacíficas y constructivas con sus vecinos y con todo el mundo, respetando las leyes y celebrando elecciones limpias y multipartidistas periódicamente, como manda la Constitución del país.

Tras conocerse la victoria de la socialista Bachelet, el Presidente Piñera, de derechas, junto a su esposa, la visitó en su casa y conversó con ella durante una hora. No como enemiga, ni mercenaria, ni agente de una potencia extranjera, sino como alguien con opiniones diferentes a las suyas, que los chilenos entendieron que nuevamente debía regir los destinos del país durante los próximos cuatro años, a partir de marzo del 2014.

Solamente a un obtuso permanente como Evo Morales se le ocurrió exigir a Michele Bachelet tras su reelección, cuando en su primer período presidencial reveló tanta responsabilidad, talento y compromiso con su país, que demostrara que es socialista sacando a Chile de la Alianza del Pacífico (el pacto que garantizará el ingreso del país al Primer Mundo), para incorporarle al ALBA (el pacto que garantizaría nuevamente lo que ya vivió Chile en épocas de Salvador Allende).

Hay que comparar y aprender: los cubanos podrán actuar pensando como el presidente Evo Morales o como el presidente Sebastián Piñera.

De como lo hagan dependerá el futuro de Cuba.


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