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Corea del Norte

Círculo vicioso

La presunta mala salud del dictador y la 'guerra de los panfletos' no auguran progresos duraderos en el diálogo nuclear.

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Todo parecía encaminarse hacia un clima de distensión en la Península de Corea, después de que Estados Unidos anunciara la salida de Corea del Norte de su lista de países patrocinadores del terrorismo, y de que Pyongyang accediera a abrir sus instalaciones nucleares a la inspección internacional.

Con el anuncio de Washington culminó la delicada coreografía diplomática de las últimas semanas y la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, firmó el documento que retira a Pyongyang de esa lista. La medida también abre el camino para retirar otras sanciones económicas contra el país asiático, informó entonces el portavoz del Departamento de Estado, Sean McCormack.

Como si se pusiera en marcha un guión previamente acordado, al día siguiente Corea del Norte aseguró que cooperará con el proceso de verificación de su arsenal nuclear y que permitirá que inspectores extranjeros visiten el complejo de Yongbyon. La declaración de Pyongyang, recogida por su agencia oficial KCNA, se produjo como respuesta a la decisión estadounidense.

Corea del Norte aseguró, a través de un portavoz de su Ministerio de Exteriores, que da la bienvenida a la decisión de Washington. Los actores de estos movimientos diplomáticos deberían tomar en serio una advertencia contenida en un editorial del diario español El País.

Según esa fuente, "el régimen comunista norcoreano es maestro en el arte del chantaje político. Su condición de reducto imprevisible y personalista, extremadamente peligroso tanto hacia dentro como hacia fuera, le permite explotar con éxito el temor internacional a su programa nuclear. Corea del Norte nunca ha dudado en enseñar los dientes a Occidente cada vez que las cosas se han puesto mal, la última y alarmante ocasión en 2006, cuando detonó un artefacto atómico".

El periodista luso Abel Coelho, especialista en asuntos asiáticos, dijo a CUBAENCUENTRO.com que "resulta evidente que Pyongyang optó por el chantaje regional e internacional, con el objetivo de lograr concesiones, como el millón de toneladas de petróleo ya recibido en febrero de 2007, sin avances reales en la desnuclearización".

La guerra de los panfletos

Teóricamente, todo estaba listo para reiniciar las negociaciones. La decisión de Estados Unidos de sacar a Corea del Norte de la lista de países que patrocinan el terrorismo fue apoyada por Corea del Sur, mientras que Japón no ocultó su malestar, debido a que sigue sin solucionarse el contencioso del secuestro de ciudadanos nipones.

Se supone que, a partir de ahora, la principal tarea de la próxima reunión —a seis bandas— sea definir el mecanismo para verificar el potencial nuclear de Corea del Norte, que no ha sido precisado. En estas reuniones, ya maratónicas, participan las dos Coreas, Japón, China, Rusia y Estados Unidos.

Lo que pocos podrían imaginar era que, a renglón seguido, estallaría "la guerra de los panfletos". El pasado 25 de octubre, los gobiernos del Sur y del Norte acordaron realizar una reunión de oficiales de sus respectivos Ejércitos, según anunció ese día el Ministerio de Defensa en Seúl.

La reunión se realizó el 27 y la respuesta de Pyongyang no se hizo esperar. Al día siguiente, el régimen del Norte volvió a amenazar con "reducir a cenizas" a sus vecinos del Sur si estos siguen con su "política hostil", informó la agencia surcoreana de noticias Yonhap.

Un representante del régimen advirtió que la continua propagación, por parte de grupos civiles surcoreanos, de panfletos de propaganda anticomunista en territorio norcoreano será respondida con una "acción práctica decisiva", por parte de su Ejército. El militar dijo que la política de ataque preventivo de su país es "reducir a cenizas" a Corea del Sur y que esta estrategia supone "una guerra justa" para establecer un Estado "independiente y unificado encima de esas cenizas".

Según el especialista surcoreano Kim Ji-hyun, esta "guerra de los panfletos" no es nada nuevo, y durante muchos años el régimen de Pyongyang utilizó el mismo método, con globos que volaban sobre Corea del Sur y dejaban caer la propaganda acerca del "paraíso de la clase obrera norcoreana". Como se dieron cuenta de que no era nada efectiva, entonces propusieron, en 2004, firmar un acuerdo para detener este tipo de acciones.

Lo que sucede, explica Kim Ji-hyun, es que en Corea del Sur existen organizaciones no gubernamentales que luchan por convencer a los norcoreanos de las ventajas de un sistema democrático, y el gobierno de Seúl no cuenta "con mecanismos legales" para impedirles que lancen los globos con panfletos.

La salud de Kim Jong Il

Todo esto se produce cuando persisten las dudas sobre la salud de Kim Jong Il, todo un secreto de Estado. Primero, sólo fueron rumores procedentes de Corea del Sur, aunque resultó notorio que "el querido líder" estuviese ausente en las celebraciones por el aniversario 60 de la fundación de la República Popular Democrática de Corea (RPDC). Ahora, es el semanario parisino Le Point el que informa que "el jefe del departamento de neurocirugía" del Hospital Saint-Anne, Francois Xavier Roux, se encuentra en Corea del Norte.

La agencia AFP preguntó acerca de Roux al departamento de neurocirugía y sólo dijeron que había partido el viernes 24 de octubre, pero que "nada podrían decir acerca del país al cual se dirigió".

Si existe un pedido de ayuda oficial a París, por parte de Pyongyang, se trata de un asunto de Estado. Coincide que Roux es un amigo personal del ministro francés de Asuntos Exteriores, Bernard Kouchner.

Con la "guerra de los panfletos" y el eventual delicado estado de salud de Kim, lógicamente resultan reservados los pronósticos sobre una próxima reunión para retomar el diálogo acerca del desmantelamiento del programa nuclear norcoreano.


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