Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Cambio de mando en EE UU

Colombia en el camino de Obama

Libre comercio, derechos humanos y lucha antiterrorista. ¿Qué política conviene a ambos países sobre estos asuntos?

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"Será parte del trabajo del presidente ocuparse de más de una cosa a la vez", dijo el candidato Barack Obama a finales de septiembre, en medio de la implosión financiera. Y así lo será para el presidente Obama después que asuma el cargo, el 20 de enero del año 2009.

Aunque América Latina no sea, ni por asomo ahora, una de las prioridades en su agenda, espero que Obama sea fiel a sus palabras. Cuando mire decididamente hacia el sur, deberá tener el mismo aliento visionario que resultó en su extraordinaria victoria. De igual forma que no hubiera sido útil para desdibujar la polarización rojo-azul del mapa electoral, un acercamiento corto de miras hacia América Latina tampoco sería beneficioso.

Cuba y Colombia brindarán oportunidades que el nuevo presidente debe aprovechar.

Parece extraño, pero Cuba es un asunto más sencillo. Obama ya ha dicho que eliminaría las restricciones impuestas a los viajes y a las remesas de los cubanoamericanos. Si lo hace pronto, avivaría la buena voluntad que la región ya le ha otorgado. En el ámbito nacional, Cuba es un asunto bipartidista; es decir, que ninguno de los dos partidos apoya o se opone, en su totalidad, a la actual política. Muchos republicanos aprobarían la supresión de las restricciones que han significado una carga tan onerosa para las familias cubanas.

Lo que queda del Plan Colombia

Desde fines de la década de los años noventa, las relaciones Colombia-Estados Unidos han gozado de un fuerte consenso bipartidista. Los demócratas y los republicanos han coincidido en que las acciones para reforzar las capacidades de Colombia, con el fin de frenar el tráfico de drogas y modernizar su Ejército, sirven a los intereses nacionales de Estados Unidos. Así y todo, cuando los demócratas obtuvieron la mayoría en el Congreso, las grietas en el consenso se evidenciaron.

Los demócratas —Obama en primerísimo lugar— aún apoyan el Plan Colombia por las razones de peso que lo justifican, pero son mucho más insistentes que el gobierno de Bush en el tema de la protección de los derechos humanos. Es irónico que, a medida que la situación de seguridad ha mejorado con Álvaro Uribe, el escrutinio nacional e internacional sobre los derechos humanos aumente.

En el año 2007, el Departamento de Estado certificó el avance de Colombia en derechos humanos, lo que, por supuesto, era y es algo real. Sin embargo, los demócratas en el Congreso persistieron en su demanda de mayores cambios en el Plan Colombia, y el gobierno de Bush cedió. El paquete de ayuda total se redujo en un 10% y se varió su composición. Los fondos que inicialmente se habían concebido para un 75% en gastos militares y 25% en sociales, cambiaron a la proporción 55-45.

El acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos y Colombia es un asunto completamente distinto. Sin duda, ha aumentado la oposición al libre comercio en Estados Unidos. Los derechos humanos en general, pero, en especial, los relacionados con los sindicalistas y el exiguo el número de violadores que son llevados a la justicia, constituyen un obstáculo para la aprobación del TLC con Colombia. Al mismo tiempo, Obama votó a favor del TLC Estados Unidos-Perú y ha dado a entender que los avances para el acuerdo colombiano se podrían diseñar siguiendo ese patrón.

Es una pena que tanto Washington como Bogotá no hayan manejado bien el TLC, después que los demócratas ganaran la mayoría en el Congreso. El pasado mes de abril, Bush envió el acuerdo para su aprobación por la vía rápida ( fast track), es decir, respaldarlo o rechazarlo en noventa días. Los demócratas reaccionaron con furia ante la presunción del presidente. ¿Acaso no se había dado cuenta de que los electores le habían dado una paliza a los republicanos en 2006?

En todo caso, es probable que esa elección llevara implícita el fracaso a corto plazo del TLC, pero, si la Casa Blanca hubiera reconocido el nuevo clima político, podría haber mejorado su viabilidad a mediano plazo.

Por una política bipartidista

Por su parte, Uribe navegó por las aguas de la política estadounidense como si los demócratas no tuvieran importancia alguna. Después de 2006, no estaba muy bien parado —por su cercanía a Bush y a los republicanos, así como por su temperamento imperioso— para soportar los cuestionamientos de los demócratas. Ahora Colombia debe enfrentarse a un presidente demócrata, que pudiera tenderle una tabla de salvación si Uribe aprende a navegar sobre las nuevas olas de Washington.

La situación nacional en Colombia ha tenido giros complicados. Los vínculos entre los seguidores de Uribe y los paramilitares se revelan a diario. Aunque miles de paramilitares han sido desmovilizados, emergen nuevos grupos. Las FARC se pueden estar reagrupando luego de los repetidos golpes en el año 2008. El general más importante de Colombia acaba de renunciar luego de un escándalo por el asesinato de civiles.

Tres preguntas para Obama:

-¿Representa Colombia una relación fundamental para Estados Unidos?

-¿Se beneficiaría Estados Unidos con el TLC?

-¿Se mejorarían los problemas nacionales en Colombia si se rechaza el TLC?

Si se responde afirmativamente a las primeras dos, y negativamente a la tercera, entonces Obama debería apoyar el acuerdo con los demócratas en el Congreso. De seguro tendría el apoyo republicano, que supondría un efecto saludable en la reafirmación de una política bipartidista de Estados Unidos hacia Colombia.


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