Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Comercio entre EEUU y China: realidad e ilusión

Ambas partes creen estar mejor posicionadas que la otra para sobrevivir

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Isaac Deutscher cita a León Trotsky, quien afirmó en una ocasión que la revolución rusa corría el peligro de ser derrotada no solo por una entrada hostil al país de tropas extranjeras, sino por una “invasión de mercancías extranjeras baratas”.

El vaticinio de Trotsky resultó correcto. Al final fueron los objetos de consumo y no los misiles los que hicieron polvo al imperio soviético.

Lo que no pudo prever Trotsky fue esa especie de ecuación a la inversa, que ocurriría años más tarde: el país más capitalista del mundo bajo una similar “invasión de mercancías extranjeras baratas”, solo que en este caso elaboradas en una nación con un modelo económico que comparte semejanzas y grandes diferencias con Estados Unidos, pero cuyo sistema político tiene aún una estrecha vinculación con el creado por Lenin y Stalin en tiempos de la desaparecida Unión Soviética.

Lo que comenzó con las críticas diarias del ahora presidente Donald Trump sobre las injusticias del comercio entre EEUU y China, y la pérdida de puestos de trabajos de los estadounidenses , y luego escaló a una limitada guerra comercial entre las dos superpotencias, entra ahora en una etapa donde cada rival busca ver quien cede primero y se desgasta más rápido, pero en la cual los términos ideológicos serán cada vez más explícitos —aunque por supuesto la querella política siempre ha estado presente— en la confrontación entre dos modelos. Podrá hablarse de soberanía, de economía estatal y de mercado, de supuesta injerencia, de aprovechamiento y de víctimas, pero al final todo se reduce al enfrentamiento entre dos imperios.

Comercio e ideología

Los esquemas ideológicos continúan limitando la comprensión de los procesos políticos. China se benefició en gran parte de la derrota de la URSS. Su éxito fue la consecuencia lógica de apartarse del proyecto soviético en lo económico, mientras las estructuras de dominación política se han conservado casi intactas.

China está lejos de alcanzar al poderío norteamericano, pero desde hace años inició una larga marcha para lograrlo, mientras EEUU está empeñado en la preservación de su status quo en el equilibrio internacional.

Desde su llegada la Casa Blanca, el presidente Donald Trump se ha mostrado decidido a cambiar los términos de acuerdo, en lo que se refiere a la balanza comercial.

Trump, que no dejó de denunciar el superávit de China durante la campaña electoral, impuso el año pasado aranceles punitivos a muchos productos de ese país. Tras una tregua durante las negociaciones, que se suponía avanzaban positivamente, el pasado viernes entraron en vigor nuevos aranceles a productos chinos importados, por unos $200.000. Además de estas medidas vigentes, Trump ha amenazado de que “pronto” podría empezar a gravar con un nuevo arancel del 25 % otros $325.000 millones en bienes adicionales del gigante asiático que actualmente entran a EEUU sin pagar impuestos, informa el diario español El Mundo.

La reacción de Trump, al parecer, fue debida a un cable diplomático de Pekín, que llegó a Washington a última hora de la noche del viernes anterior, con ediciones sistemáticas a un borrador de acuerdo comercial de casi 150 páginas, de acuerdo a la agencia Reuters.

En cada uno de los siete capítulos del borrador de acuerdo comercial, China eliminaba sus compromisos de cambiar las leyes para resolver las quejas principales que causaron que EEUU iniciase la guerra comercial: el robo de propiedad intelectual y secretos comerciales de EEUU; transferencias forzadas de tecnología; la política de competencia; el acceso a los servicios financieros; y la manipulación de la moneda. Las reversiones por parte de Pekín socaban las demandas centrales de Washington.

De acuerdo a expertos familiarizados con las negociaciones, los funcionarios chinos determinaron que muchas de las concesiones que EEUU solicitaba entraban en conflicto con leyes chinas que el gobierno no estaba preparado para modificar, según The New York Times. Al parecer, fue el propio presidente chino, Xi Jinping, quien decidió no proceder con tales concesiones.

Las exportaciones chinas y estadounidenses

China es el tercer mayor exportador de bienes a EEUU, detrás de Canadá y México. También es el tercer mayor comprador de servicios estadounidenses cuyo ranking lideran Gran Bretaña y Canadá.

El intercambio comercial de bienes y servicios entre EEUU y China alcanzó el año pasado un total de $737.100 millones.

Pese a las medidas de Trump, en 2018 el déficit comercial de EEUU con China fue de $378.700 millones, un aumento de 12,8 % respecto al año anterior.

Por su parte, el año pasado los estadounidenses exportaron bienes por $120.000 millones a China, un 7,4 % menos que en 2017. Al mismo tiempo, EEUU importó de China por valor de $539.000 millones: es decir, 6,7 % más que un año antes, según el Departamento de Comercio estadounidense, informa la AFP.

En el rubro servicios, EEUU tuvo el año pasado un superávit de $40.400 millones con China, en áreas como las de marcas registradas, software y transporte, entre otras. Estas exportaciones contribuyen a la economía estadounidense con más de 1,1 millones de empleos, según la Cámara de Comercio Estados Unidos-China.

Sin embargo, muchos críticos —incluidos miembros de la Casa Blanca— alegan que el traslado de fábricas le costó a EEUU la pérdida de millones de puestos de trabajo, desde que China pasó a ser miembro de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 2001.

Aunque varios economistas consideran que no es tan clara la relación entre comercio y empleo: EEUU está casi en pleno empleo, pese al descomunal déficit comercial con la potencia asiática. Los trabajos perdidos estaban concentrados en determinadas fábricas y localidades, mientras que los empleos ganados se registran en todo el país.

Una parte del sector agrícola estadounidense ha sido perjudicado por la disputa comercial entre Pekín y Washington. Este sector es al mismo tiempo una parte importante de la base electoral del presidente.

El año pasado las ventas de soja estadounidense a China cayeron 75 % contra 2017 y sumaron apenas unos $3.000 millones luego que Pekín impuso aranceles en represalia a las medidas tarifarias de Trump.

La industria química también ha confrontado dificultades.

“China suministra a Estados Unidos numerosos productos químicos que no están disponibles en otro lado y son insumos decisivos para las manufacturas en Estados Unidos”, dijo Cal Dooley, presidente del Consejo de la Industria Química de EEUU.

“Los riesgos de seguir usando a los aranceles como táctica de negociación con China simplemente son demasiado altos y no es claro que tengan algún beneficio”, señaló.

“Está claro que las tensiones entre Estados Unidos y China son una amenaza para la economía mundial”, declaró Christine Lagarde, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), en París.

Aumento del impacto de la guerra comercial

Las tarifas no son más que impuestos que pagan los importadores por mercaderías extranjeras, y que por supuesto se lo pasan a los clientes. Así que serán los ciudadanos estadounidenses quienes en última instancia pagarán las tarifas del 25 % a los productos chinos.

Por supuesto, dichas tarifas perjudican las ventas y el productor y comerciante busca que sus productos sean competitivos en precios sin afectar sus ganancias. Pero desde hace años los estadounidenses disfrutan de una baja inflación, y las empresas de ganancias considerables, gracias al libre comercio, una política económica que es la quintaesencia del capitalismo en los países desarrollados. Con su estilo populista, Trump ha creado una amalgama ideológica donde supuestamente el libre mercado y el mercantilismo se dan la mano.

Trump ha señalado que si ambas partes no alcanzan un acuerdo —de momento las conversaciones no tienen fecha futura de reanudación—, Estados Unidos volvería a fabricar productos que China elabora actualmente. “Será a la antigua, la forma en que solíamos hacerlo: Nosotros haremos nuestros propios productos”.

Cabe preguntarse por el futuro de EEUU, si tal disparate del mandatario encuentra oídos receptores incluso entre sus fanáticos. El cambio en la economía de EEUU, de nación fundamentalmente productora de mercancías a país de avanzada mundial en la esfera de los servicios, la comunicación y la información es un índice de desarrollo, no de retroceso.

Hasta ahora la economía de EEUU ha limitado el impacto de la guerra comercial, pero los expertos apuntan a que tendrá consecuencias si el conflicto se alarga.

La imposición de tarifas y el panorama de una falta de acuerdo en un futuro cercano resultarán en un fuerte golpe para la economía de EEUU, advierte Deborah Elms, directora ejecutiva del Centro de Comercio de Asia.

“Todas esas compañías de EEUU que de repente se enfrentan a un 25 % de incremento en los costos, y hay que recordar además que China va a responder con sus propias medidas”, añade Elms según la BBC.

“Una guerra comercial será mala para China, tanto para la economía productiva como para los mercados financieros, y también resultará mala para la economía mundial”, señala Gary Hufbauer, del Instituto Peterson para la Economía Internacional.

Realidad, imagen y percepción

En esta disputa comercial, cuentan mucho no solo los datos económicos sino las percepciones de ambas partes, y las que estas creen tienen sus respectivos rivales.

De acuerdo a varios expertos, por el momento la coyuntura parece favorable a Trump, con un crecimiento más sólido de lo previsto en el primer trimestre (+3,2 %), frente a una economía china que se vio afectada el año pasado por los aranceles, informa la AFP.

Según Trump, China tiene más que perder que EEUU en este conflicto, porque como máximo solo puede aplicar aranceles a $120.000 millones de mercancías estadounidenses (el monto de las exportaciones de 2018).

Aunque el análisis del mandatario estadounidense limita la posible capacidad de respuesta de Pekín a la imposición de tarifas. En realidad, China puede desplegar medidas de otro tipo —más agresivas y de las cuales de momento ha preferido prescindir— como la venta de parte de la deuda estadounidense en sus manos o de bonos del gobierno de EEUU. Esto para limitar la respuesta al campo económico —mercado y finanzas—, ya que en la esfera de la geopolítica la situación puede complicarse para ambas potencias.

De acuerdo al Consejo Económico sino-estadounidense, las exportaciones estadounidenses hacia China bajaron el año pasado y los estados de EEUU que más exportan sufren por los aranceles chinos.

La disputa comercial ha mostrado fisuras dentro de la Casa Blanca y entre los aliados del presidente, con algunos funcionarios que presionan por una rápida resolución para calmar los mercados antes de 2020, y otros advirtiendo al presidente que un acuerdo débil con China podría dejarlo políticamente vulnerable para las elecciones del próximo año.

Alentado por una economía estadounidense saludable, Trump parece dispuesto a mantenerse firme en su guerra comercial, sobre todo a partir de que el citado déficit comercial mensual con China cayó en marzo a su nivel más bajo desde 2014, producto de una desaceleración de las exportaciones china a EEUU, pese que el déficit comercial general de EEUU con el mundo aumentó 1,5 % en marzo, a $50 mil millones, según la CNBC. Trump considera que hay una relación entre esta disminución y las cifras positivas de crecimiento económico.

Pero si bien la mayoría de los grupos empresariales están de acuerdo con Trump en que China participa en prácticas comerciales desleales, no respeta la propiedad intelectual estadounidense y continúa subsidiando a sus empresas estatales, consideran que las tarifas son un instrumento de negociación deficiente, según The New York Times.

“Las empresas estadounidenses continúan teniendo problemas importantes con las políticas comerciales de China, pero simplemente debemos encontrar una manera de abordarlas que no convierta a nuestras empresas más competitivas en daños colaterales”, dijo Peter Robinson, director ejecutivo del Consejo de Estados Unidos para Negocios Internacionales, de acuerdo al mismo diario.

Ambas partes creen estar mejor posicionadas que la otra para sobrevivir, advirtió Scott Kennedy, experto en comercio del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, informa la AFP.

Los chinos “no se ven a sí mismos como frágiles y creen que Estados Unidos crece a gran ritmo debido a rebajas de impuestos que no podrá seguir afrontando”, agregó.

“Hemos entrado en una etapa donde la competencia geopolítica EEUU-China se ha intensificado y ahora es más explícita”, afirma Michael Hirson, director de Asia de la firma asesora Grupo Eurasia.

Estados Unidos y China han entrado en una etapa de confrontación que afecta no solo a ambos países, sino a la economía mundial en su totalidad.


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