Actualizado: 17/04/2024 23:20
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¿“Democracia disciplinada”?

Elecciones birmanas: ¿un anticipo de lo que podría ocurrir en Cuba tras el fin del gobierno de los Castro?

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Los cubanos no hablan mucho de Birmania. Ni en la Isla ni en el exilio. Al parecer lo que ocurre en el distante país tiene poco que ver con ellos. Sin embargo, desde hace años en esa nación asiática se viene desarrollando un proceso que no solo guarda semejanzas —y por supuesto profundas diferencias— con lo ocurrido en la isla caribeña tras el 1ro de enero de 1959 sino con el enfoque que el presidente estadounidense Barack Obama trata de impartir a las relaciones de Washington con La Habana, y esto es lo importante.

El domingo se celebraron los primeros comicios relativamente democráticos de los últimos 25 años en Birmania. Los primeros resultados no se conocerán hasta hoy lunes, pero los votantes acudieron masivamente a las urnas y un total de 91 partidos presentaron candidatos a diputados.

A lo largo del país largas filas se formaron delante de los centros de votación desde la madrugada pero, según reportes, el proceso por lo general fue rápido y mucha gente salió de depositar su voto con una sonrisa en la cara.

¿Cuál es el alcance de esta votación y cuán democrática verdaderamente fue? Antes de intentar contestar esta pregunta hay que hacer un poco de historia de lo ocurrido allí en los últimos años.

El embargo a Birmania

Curioso que lo que ocurre en Birmania nunca se mencione al discutir sobre la posibilidad de eliminar sanciones a Cuba o levantar el embargo. Más curioso aún porque lo sucedido en esa nación brinda argumentos tanto a los defensores del embargo como a quienes se oponen al levantamiento incondicional de este.

Birmania o Myanmar inició su transformación política en 2011, tras casi medio siglo de gobiernos en manos de los militares, que se declararon de izquierda o derecha de acuerdo a las circunstancias nacionales internaciones.

El país cayó en manos de un régimen militar, encabezado por el general Ne Win, a partir de 1962, tras la derrota del gobierno que había llegado al poder luego de una sublevación comunista. Al principio el régimen del general Win, elegido presidente en 1974 y con un sistema unipartidista, redactó una constitución que declaraba al país una “república socialista”. Win, ya retirado del ejército, comenzó a alejarse de los militares, aisló al país, nacionalizó la industria y unió el poder legislativo, judicial y ejecutivo en el Consejo Revolucionario. Pero un golpe de Estado en 1988 llevó al año siguiente a una dictadura militar, que declaró la ley marcial y creó el Consejo para la Restauración de la Ley y el Orden del Estado (junta militar).

Mientras tanto, se sucedieron los intentos de otra revolución y los baños de sangre en donde miles fueron asesinados.

En 1990 se llevaron a cabo elecciones libres por primera vez en casi 30 años, pero la amplia victoria de la Liga Nacional para la Democracia (LND), el partido de Aung San Suu Kyi (hija del activista asesinado Aung San y símbolo de la revolución) fue anulada por los militares, los cuales rehusaron abandonar el poder, y la activista sometida a prisión domiciliaria.

El origen de estos comicios no es reciente. Data del 30 de agosto de 2003, cuando el entonces primer ministro y ex hombre fuerte del régimen, Khin Nyunt, pronunció un discurso de 80 minutos en el que lanzó lo que llamó “hoja de ruta” para el país, que contemplaba el establecimiento de lo que denominó “democracia disciplinada” bajo la tutela de los militares.

El teniente general Thein Sein, quien era el primer secretario de la junta militar, fue nombrado primer ministro en 2007. En abril de 2010 dimitió junto con otros 17 miembros de su gabinete, renunciando a su grado militar para formar un nuevo partido político, el Partido de la Unión, la Solidaridad y el Desarrollo (USDP).

Sein fue elegido presidente en 2011. A partir de entonces comenzó a impulsar reformas políticas y financieras, con miras a fortalecer la deprimida economía local, entre ellas la liberación de los presos políticos, el relajamiento de la represión y dio los primeros pasos hacia una transición democrática.

En vista a eso, Estados Unidos y otras naciones occidentales levantaron algunas de las sanciones impuestas durante el régimen dictatorial.

Cambios políticos y sanciones

A este convulso y ensangrentado país —las matanzas y los conflictos, étnicos y religiosos, son otro capítulo de la historia nacional— llegó Obama en noviembre de 2011, en su segunda visita.

El presidente estadounidense reafirmó que la transición parecía haberse estancado; incluso en algunas áreas habían ocurrido retrocesos y las violaciones a los derechos humanos continuaban.

Obama, escoltado por la opositora birmana en la casa que ésta tiene en la antigua capital del país, pidió cambios “inclusivos” en la Carta Magna ante los comicios generales que acaban de celebrarse.

“La Constitución debe incluir a todo el mundo. No tiene sentido que sea excluyente. Yo no entiendo por qué alguien no puede optar a gobernar su país porque sus hijos son de diferente nacionalidad”, precisó Obama en referencia a Suu Kyi.

La líder opositora estuvo casada con un extranjero y sus hijos tienen pasaporte británico, por lo que, según la Constitución, no puede presentarse como candidata a la presidencia.

Suu Kyi se mostró confiada en que iban a producirse los cambios, ya que son “reclamados por la sociedad” y se lograrán a través del “diálogo”, aunque advirtió de que el proceso será un “camino de baches”.

Los cambios constitucionales no se realizaron y aunque todo indica que el partido de Suu Kyi ganará las elecciones, ella no podrá ser presidente.

¿Fue un error entonces la política de la Casa Blanca? La respuesta no es fácil porque un análisis del panorama birmano, bajo una óptica bipolar, solo lleva a justificar una posición partidista. De adoptarse, todo se reduce a la vieja disyuntiva de la mitad del vaso de agua: ¿medio lleno o medio vacío?

Dos posiciones, en el Congreso de Estados Unidos, definieron la discusión a la hora de imponer restricciones a la junta militar de Birmania.

Una planteaba que la medida debía someterse a una revisión anual. La otra estaba a favor de adoptar algo similar al embargo contra el gobierno cubano: el sostenimiento indefinido de las sanciones hasta que no se produjera un completo cambio democrático. Nada de pasos equilibrados, sino una apuesta de todo o nada.

Al final se impuso la primera posición.

En 2003, el senador republicano Mitch McConnell —ahora presidente del Senado— trabajó junto al exsenador demócrata Max Baucus y los senadores Dianne Feinstein (demócrata) y Chuck Grassley (republicano), y llegaron al acuerdo de que las sanciones serían sometidas a una evaluación anual.

Además del proceso que marcó el fin de la junta militar, otros factores han influido notablemente en la activa participación de la Casa Blanca en el caso birmano: los vínculos de esa nación con China y Corea del Norte, así como la influencia de la India, por una parte, y la ausencia de un numeroso exilio birmano en Estados Unidos, por la otra. La solución del problema se limita a dos factores: democracia y política exterior.

En enero de 2011, la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton, declaró que las sanciones serían levantadas si se producían cambios “reales”.

En 2012 Suu Kyi —quien además es premio Nobel de la Paz— fue liberada y en abril de ese año elegida diputada del Parlamento Nacional. La oposición entró al Parlamento con 43 diputados, pero los militares se reservaron un cuarto de los escaños, lo que garantizó que los opositores no fueran capaces de hacerle sombra al gobierno.

En mayo de ese año Clinton anunció el relajamiento de algunas sanciones —entre ellas restricciones financieras— para facilitar la transición.

Al año siguiente, se eliminaron las restricciones vigentes contra los funcionarios birmanos. En igual sentido, ese mismo año, 2013, la Unión Europea levantó todas sus sanciones, salvo el embargo de armas.

Sin embargo, las esperanzas del cambio se han visto opacadas. En 2011 Obama reconoció, en una entrevista con la revista The Irrawaddy, que en Myanmar “el progreso no ha sido tan rápido como muchos habían esperado, cuando empezó la transición”.

El 9 de agosto de este año, el secretario de Estado John Kerry pidió al gobierno de Birmania acelerar las reformas democráticas. Una semana antes, varios senadores estadounidense habían solicitado nuevas sanciones y en mayo Obama extendió por un año más algunas de las restricciones económicas aún vigentes (prohibición de inversiones norteamericanas y de las exportaciones de ese país a Estados Unidos).

Durante su reciente visita, Obama presionó al presidente Sein para reformar la norma que impide postularse a Suu Kyi, así como eliminar la represión étnica.

Si se compara la situación existente en Birmania con la imperante durante la junta militar, es indudable que se han producido ciertos avances que justifican el fin de algunas de la sanciones. De igual forma hay motivos para mantener otras. El uso de sanciones nunca debe ser una medida de todo o nada, sino de estímulo y respuesta.

¿Quién presidirá en Birmania?

Los militares, que colocaron a uno de los suyos al frente del gobierno civil que asumió el poder en 2011, se reservan el derecho al veto en cualquier cambio constitucional. En igual sentido, cuentan con el 25 % de los escaños en el parlamento, con independencia de los resultados electorales. Además, ante la posibilidad de verse obligado a ceder algo de poder, el ejército se sigue además reservando el nombramiento de algunos de los más importantes cargos ministeriales.

En la práctica, esto significa que la esperada victoria del partido de Suu Kyi no necesariamente garantiza la presidencia para su Liga Nacional por la Democracia, pues la constitución establece que el presidente de la república debe ser electo por los parlamentarios. Además de que, como ya se ha señalado, el mismo texto constitucional también le impide a la líder opositora aspirar directamente al cargo.

Esta vez Aung San Suu Kyi pudo hacer campaña y su partido es el favorito. Pero en la “democracia disciplinada” de Birmania, no podrá ser presidenta.

La LND puede, sin embargo, hacerse con la presidencia obteniendo dos tercios de todos los escaños en disputa —lo que no es fácil— o estableciendo o alianzas con partidos minoritarios, de acuerdo a una información de BBC Mundo.

En ese caso Suu Kyi podría nominar a alguien de su confianza y liderar el gobierno, muy probablemente desde la posición de presidente del parlamento.

Tampoco se puede descartar un escenario en el que la LND sea el partido que obtenga más asientos en el parlamento pero una combinación de los votos del partido de gobierno, algunos partidos étnicos y los diputados militares les permitieran a estos últimos imponer a su candidato, de acuerdo a BBC Mundo.

Eso se traduciría casi con seguridad en un segundo período para el actual presidente Sein, lo que sería matemáticamente posible aún con su partido obteniendo nada más un 15 % de los escaños.

Sería completamente legal, desde el punto de vista de la constitución birmana, pero no sería democrático.

Para continuar la comparación con lo que ocurre en Cuba, en Birmania la Internet no es libre, de acuerdo a la última evaluación de Freedom House. Y según diario Myanmar Times, solamente un tercio de los 91 partidos que participan en la contienda tienen presencia en Facebook.

A lo anterior se une que el registro electoral tampoco parece incluir a todos los potenciales votantes. La minoría musulmana del país —los rohingya, aproximadamente un millón de personas— no tiene derecho al voto, pues sus miembros no son considerados ciudadanos.

Para estar seguro de controlar el gobierno, la LND necesita ganar dos tercios de los escaños disputados. Y la presencia en el mismo de numerosos muertos también ha hecho temer que se pueden presentar algunas irregularidades, según BBC Mundo.

¿Avanza la democracia y los derechos humanos y ciudadanos en Birmania? Sí, al compararse la situación actual con la época de la dictadura militar. Pero el camino es largo, demasiado largo.

Al final todo se reduce, al igual que en Cuba, al famoso vaso con el agua a la mitad. Solo que para quien tiene sed, ello no es suficiente.


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