Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Cumbre UE-África

Diálogo de sordos

Algunos titulares del foro: el excentricismo de Gadafi y Mugabe, y unos pocos acuerdos concretos.

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La II Cumbre UE-África, realizada recientemente en Lisboa, terminó como era de esperar, con la retórica de que se "abre una nueva etapa" entre los dos continentes y que la Unión Europea y la Unión Africana tendrán, de ahora en adelante, unas relaciones "de igual a igual".

En la Declaración de Lisboa quedó fijado que los dirigentes africanos se comprometen "a defender la democracia y el poder de la ley".

El dictador Robert Mugabe, de Zimbabwe, fue uno de los firmantes. El presidente de Sudán, Omar al-Bashir, que tiene sobre sus hombros el peso de más de 250.000 personas asesinadas en Darfur y cuenta con la protección de Pekín, también rubricó el documento sin que le temblara el pulso.

Mugabe y Al-Bashir regresan a sus países para proseguir con la represión, la violación sistemática de los derechos humanos, sin aplicar los principios de "la buena gobernación" que piden los dirigentes de la UE, porque debe ser respetada la "soberanía" de sus gobiernos. En estos casos, hay una gran complicidad de otros Estados africanos, incluso algunos donde se respetan algunos principios democráticos, pero que no levantan sus voces para condenar a sus colegas.

Mugabe estuvo en Lisboa, a pesar de la oposición de varios países de la UE, porque los dirigentes africanos le consideran "el combatiente" por la independencia de su país.

La diplomacia portuguesa confía ahora en que, en el caso de Mugabe, las conversaciones discretas con dirigentes de África del Sur hayan servido para que cambie algunas de sus actitudes hacia la oposición. Los más optimistas creen que pueden convencerlo de que ha llegado la hora de abandonar el poder.

Hubo que esperar siete años para celebrar la segunda cumbre UE-África, precisamente porque ya desde 2003 surgieron problemas con la participación del dictador de Zimbabwe. Esta situación llevó al convencimiento de la diplomacia europea, y de la presidencia portuguesa de la UE, de que el mero hecho de que se celebrara el cónclave ya representaba "un éxito". Un total de 53 representantes de Estados africanos y 27 de la UE tampoco podían salir de la cumbre con las manos vacías. Por eso hubo algunos acuerdos.

El peligro del dinero

Los gobernantes suscribieron tres documentos en los que expresan su voluntad de contribuir a la solución de los problemas africanos relacionados con el desarrollo, la salud, la inmigración, el comercio, la solución de conflictos y la promoción de la democracia.

Los textos de la Estrategia de Cooperación, el Plan de Acción Conjunta y la Declaración de Lisboa, expresan también el deseo de los dos bloques de mantener una relación de igual a igual, que no esté basada en la relación donante-receptor y en la que ambos cooperen frente a retos como la globalización o el cambio climático.

Las conclusiones no hablan de financiación, si bien la Comisión Europea aspira a encauzar hacia estos nuevos objetivos el montante de la ayuda al desarrollo que la UE y sus Estados miembros dedican al continente africano, unos 36.000 millones de euros anuales.

El problema central radica en que la corrupción es un mal endémico africano y los fondos que se destinan a estos programas de ayuda al desarrollo, salud o inmigración, son administrados por los gobiernos africanos. Es de sobra conocido que la mayoría del dinero toma el rumbo de las cuentas secretas de los gobernantes en bancos suizos, o la compra de suntuosas mansiones en zonas turísticas europeas.

Hay un dato elocuente que muestra el destino de los recursos que obtiene un país africano como Nigeria por la venta del petróleo. Según un estudio realizado por el británico Royal Institute for African Affairs, desde los años setenta hasta nuestros días el gobierno de ese país africano recibió ingresos por 400.000 millones de dólares. En los setenta, 19 millones de nigerianos vivían por debajo del nivel de pobreza. Ahora son 90 millones.

La dirigente del Partido Socialista Portugués y ex diplomática, Ana Gomes, expresó el sentimiento de muchos cuando dijo públicamente: "La verdad es que la mayoría de los líderes africanos que se encuentran en esta Cumbre debían estar en la cárcel".

Inmigración y mercado

La propuesta presentada por el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, para controlar la inmigración ilegal, parece muy bella en el papel y la teoría. El problema podría quedar resuelto, según él, con un programa para educar en sus países a los jóvenes africanos y estimularlos para que permanezcan allí, a través de programas de creación de pequeñas empresas, o el asentamiento en la agricultura. ¿Quiénes manejarán los fondos para estos programas?

Lógicamente, los dirigentes africanos reclaman que ellos son los que conocen las situaciones y, por tanto, se encargarán de la tarea. ¿Cuánto será bien invertido? Lo más probable es que los jóvenes del norte de África u otros países más lejanos continúen llegando o mueran en la travesía hacia las costas del Viejo Continente. España es la que lleva el mayor peso en esta batalla, que no parece con final a la vista.

Ahora bien, en el trasfondo de esta reunión se perfiló el temor de los europeos sobre el expansionismo de Pekín en el continente africano. Por otro lado, los norteamericanos realizan cada vez más inversiones en los países africanos y controlan una gran parte de la producción petrolífera.

Para tener una ligera idea, sólo en Sudán ya se encuentran trabajando más de 700.000 técnicos y obreros chinos. La política de Pekín no es sólo extraer recursos naturales como el petróleo (en el caso de Sudán), sino construir infraestructuras o explotar recursos minerales exportando también su propia mano de obra. En este aspecto, los europeos están en una clara desventaja, por las secuelas tan frescas del proceso de colonización y porque el régimen chino no da sermones acerca de la democracia ni de la buena gobernación.

El comercio bilateral entre la UE y África mueve 200.000 millones de euros anuales. Perder paulatinamente este mercado sería fatal para los intereses europeos. En este aspecto, surgió el tema de mayor controversia en la Cumbre: antes del 31 de diciembre, si se cumplen las formalidades trazadas por la Organización Mundial del Comercio, los países africanos deberían asegurar la liberalización progresiva de sus mercados.

Con justa razón, el presidente de Senegal, Abdoulaye Wade, dijo que si aceptan este principio se lograría "consagrar y acentuar el desequilibrio" entre los dos continentes. Muchos de los productos agrícolas que produce la UE reciben enormes subsidios y las industrias africanas tampoco podrían competir con los productos europeos, argumentó John Kufuor, presidente de Ghana y de turno de la Unión Africana.

En este aspecto no hubo progreso alguno en Lisboa y las esperanzas se centran ahora en que las negociaciones prosigan el año próximo.

Gadafi en jaima y camello

Antes de la Cumbre, ya se encontraba de visita oficial en Lisboa el líder libio Muamar Gadafi. Excéntrico como siempre, se hospedó en una tienda de beduino (jaima), instalada dentro de un fuerte costero en las afueras de Lisboa. También llevó varios camellos.

El dictador libio instó a los gobernantes de la UE a elegir entre "devolver los recursos" expoliados a África durante el colonialismo o "invitar" a los ciudadanos de este continente a vivir en sus países. Gadafi se refirió a África como víctima de las "conquistas y el colonialismo", fenómeno que describió como "intrínsecamente negativo y que tiene como respuesta las dificultades que sufre ahora Europa con la inmigración".

Aunque Gadafi ya reconoció sus responsabilidades en atentados terroristas e intenta presentar un nuevo rostro de estadista, ofreció una conferencia en la Universidad de Lisboa y dejó aflorar una idea peligrosa en su discurso improvisado: "A veces, a los débiles no les queda otro recurso que hacer uso del terrorismo".

En gran medida, la II Cumbre fue la combinación de un diálogo de sordos y un espectáculo para las galerías. Por todo ello, quizá haya que preguntarse como Reed Brody, de la organización no gubernamental Human Watch: "¿Representará esta reunión una diferencia para los que mueren día a día en Darfur, los bombardeos en Somalia, para los militantes que luchan por la democracia en Zimbabwe, o para los jóvenes que se lanzan en todo tipo de embarcaciones hacia España?".


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