Divorcio, Iglesia Católica, Papa Francisco
Divorcio a la Italiana
Francisco convierte lo que antes del Vaticano II era un privilegio de los ricos y los nobles en un trámite popular y gratuito
El papa Francisco relajó el martes pasado desde Roma mucho más las reglas para la disolución matrimonial. Nulidad matrimonial, le dicen los juristas eclesiásticos porque como Cristo según Mateo mandó que “…lo que Dios juntó no lo separe el hombre” y como “separar” es semejante a “disolver”, hay que buscarse otra palabra. Al matrimonio hay que “anularlo” para lograr ni más ni menos que el mismo resultado: un divorcio.
Al parecer la Iglesia Católica Romana camina ––aunque acolchada en rodeos y eufemismos–– hacia la paz existencial del divorciado que ha sido devoto y al mismo tiempo sabrosón. Albricias para los que no pueden comulgar. Francisco lo aclaró el pasado agosto: el divorcio no le impide al católico comulgar; la prohibición le cae al divorciado cuando se acuesta con otro ser humano distinto a la persona con que el cura lo casó. Vaya diferencia, Santidad, como si los feligreses se nos divorciaran para ingresarse en un convento. Pero ahora todo se les va a facilitar.
Hay divorcio en la religión musulmana, lo hay en la judía, en el budismo no hay ni sacramento matrimonial, el hinduismo permite el divorcio aunque solo para los hombres y para los cristianos, existen estudios bíblicos que señalan al menos dos justificaciones para el divorcio mondo y lirondo en el Nuevo Testamento: los pecados sexuales y el “abandono por conyugue incrédulo”.
Pero todo esto es demasiado teologal. Lo cierto es que después del Vaticano II ya Roma había hecho muy flexible el procedimiento para casarse otra vez sin terminar en el infierno. Y ahora, incluso antes del sínodo de la familia en Octubre, Francisco convierte lo que antes del Vaticano II era un privilegio de los ricos y los nobles ante el temible tribunal de La Rota en un trámite aún más popular: será gratis, una sola sentencia, mayor importancia del obispo y límite de un año para sentenciar o no la nulidad matrimonial que en el caso de otorgarse no es otra cosa que una sentencia de divorcio.
Y es que estaba cantado, desde hace algún tiempo se comenta en los medios periodísticos que miran al Vaticano como si fuera hacia la Meca, que Francisco estaba buscando “un nuevo concepto del perdón”; y no solo para los asuntos de cama, crías y facturas mensuales que pagar, sino para otros temas, con el vaticinio (¡de ahí proviene el nombre “Vaticano”!) de un más florido camino hacia nuevas armonizaciones canónicas en ese enorme organismo religioso, diplomático y social que es la Iglesia universal construida desde Roma sobre el trono de San Pedro.
Y es que el 50 % de las parejas casadas se divorcian (medios católicos sostienen que en su caso es el 25 %) pero en la realidad, la mayoría de los que llegan al matrimonio por la Iglesia se han casado ya una o varias veces antes, debido al sexo practicado en libertad. Hoy la gente prueba ––incluso los muchachones y doncellas de misa los domingos–– y después paga, sin que esa boda constituya garantía alguna de que la muerte será lo único que los separará. Muchos se preguntan sorprendidos por qué seria esa ansia gay en conquistar el derecho al matrimonio, si todo indica que al menos en occidente, camina hacia su propia decadencia.
Pero la Iglesia Católica Romana necesita fieles. Esa enorme organización piramidal que empieza en la silla de Pedro y baja a través de su jerarquía y diplomacia sobre más de mil doscientos millones de almas en el mundo –– incluidas las 24 iglesias católicas orientales que comulgan con ella–– siempre tuvo una clara misión evangelizadora; pero esa misión de captación es mucho más urgente ahora, cuando la asaltan tantas estadísticas señalando el declive mundial de su rebaño. Es todo un reajuste pastoral esto del divorcio disfrazado, cimentado en el milenario vocabulario útil de la Iglesia. Y mucho más vendrá. Que la retórica no siempre nos ayude en estas nuevas doctrinas del perdón.
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Nota: En mi columna Cardenal Ortega, silencio en Cuba, escándalo en Miami, dije “ni siquiera un sacerdote había sido entrevistado en la televisión cubana desde que Fidel Castro conquistó poder”. Es un error. Carlos Manuel de Céspedes, Vicario General de la Iglesia en Cuba, fue entrevistado también y dicha entrevista salió al aire en la televisión cubana antes que Céspedes falleciera.
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