Dura batalla por el voto
Crisis en la Democracia Cristiana y desgaste en la Concertación, pero la oposición no logra capitalizar los traspiés del oficialismo.
Nadie se atrevería a apostar por un ganador en las presidenciales de diciembre de 2009 en Chile, a pesar del avance considerable de la derecha en los recientes comicios municipales.
Todavía resta más de un año para buscar nuevas alianzas, reconvertir descolgados, convencer a los independientes, atraer expulsados, endulzar a los centristas para que den un pasito a la derecha, y a la izquierda dura para que se traslade un poco al centro. Habrá que soportar rebeldías y entrenarse en la discusión sin descalificaciones.
No por gusto, apenas conocidas las cifras del fuerte descenso de la cifra de alcaldes en el oficialismo, la presidenta Michelle Bachelet clamó por "unidad, unidad y más unidad".
Política con pies de gato y buen seso para atraer votos, he aquí, sin cintajos ni colores, la esencia del político en democracia. Pero esto, sin embargo, no fue lo que enseñó en los recientes comicios la Concertación por la Democracia, en el poder desde hace 18 años. Se la observó lacerada por una serie de conflictos intestinos que se ventilaron a la luz pública y no sólo en el seno de cada uno de los cuatro partidos que la integran, sino también entre ellos.
Las visibles causas del descenso
Amén de varios escándalos de corrupción, la pésima implementación de un sistema de transporte urbano que todavía, a casi dos años, continúa gastando decenas de millones de dólares mensuales, se sumó la crisis mundial, que anuncia sus heridas más hondas para 2009.
Mientras a Bachelet se le sigue atribuyendo un liderazgo de garra corta, dos partidos de la Concertación (el Radical Socialdemócrata y el Partido por la Democracia) presentaron cada uno su lista en los comicios, lo cual provocó lo que Camilo Escalona llamó un "ejercicio de canibalismo", que la "ciudadanía castigó".
Si estas razones del descenso son perfectamente visibles, los veinte años que va a cumplir la Concertación en el poder constituyen el lastre con el que tiene que arrastrar el conglomerado. Hay un desgaste natural, y ya los líderes hablan de cambiar las caras, es decir, de nuevas generaciones para protagonizar el ejercicio político.
Sin embargo…
A pesar del derrumbe electoral de la Democracia Cristiana (DC), tradicionalmente el partido más votado en la Concertación, y de la renuncia de Soledad Alvear a su opción presidencial y al liderazgo de esta organización, todavía se abren caminos al oficialismo, ninguno fácil por cierto.
Mientras para el expulsado de la DC Adolfo Zaldívar, presidente del Senado y ahora líder del Partido Regionalista Independiente, los resultados de las municipales son "el principio del fin de la Concertación" y del "proceso de descomposición" de la DC, se comienza a hablar de un pacto con los comunistas para las generales de 2009, que podría ser fructífero si no tuviera tantos enemigos.
La DC, que pasó de 99 alcaldías en 2004 a 41 el domingo 26 de octubre, es el principal escollo a dicho pacto, a pesar de que se acogió al acuerdo —acotado— con los comunistas para las municipales. Este acuerdo entre la Concertación y el partido marxista concluyó con la primera alcaldesa comunista en la Región Metropolitana desde los setenta.
Un democristiano de tomo y lomo como el ministro del Interior Edmundo Pérez Yoma, llamó "inviable" un acuerdo electoral con los comunistas, reunidos con otras fuerzas de izquierda radical en el Juntos Podemos Más. Pérez Yoma subrayó, además, que no hay posibilidad de que integren el gabinete, según había sugerido José Antonio Viera-Gallo, socialista y ministro general de la Presidencia.
Para un referente de la DC como Andrés Zaldívar, "no se pueden sumar cosas que no suman".
El senador opositor y presidente de la Unión Democrática Independiente (UDI), Juan Antonio Coloma, dijo que "esta es la primera señal de que empieza a nacer la 'neoConcertación', y añadió que de "un conglomerado de centro-izquierda", la entidad pasó a uno de "izquierda, sin apellido".
La Moneda, también para congraciarse con los comunistas, tratará de reformar la ley sobre la televisión estatal, con el propósito de incluir en su directorio (donde está la derecha) a dos comunistas. De inmediato la oposición respondió "no". La Moneda, sin duda del lado de la justicia, brega por el derecho del partido marxista a integrar el Congreso.
El diario La Tercera dice que en el PC se piensa que los del gabinete podrían "ser gestos ficticios con miras a las próximas presidenciales".
A la oposición tampoco le será fácil
Pero si las varas que tiene que saltar el oficialismo son muy altas, la tarea de la oposición para el próximo año será también ardua. En primer lugar, el empresario y multimillonario Sebastián Piñera probablemente tenga que volver a competir dentro de la Alianza para ir por segunda vez como candidato a las presidenciales.
Las relaciones entre los dos partidos de oposición nunca han sido aterciopeladas. Con harta frecuencia se piden la cabeza y descalifican sin cortedad alguna. El escozor que Piñera produce en la UDI es permanente, pero es el líder de Renovación Nacional quien, desde hace meses, encabeza las encuestas.
Luego de obtener los más altos resultados en las últimas 14 citas electorales, la derecha tendrá que esforzarse por negociar entre sus filas las condiciones en que cada partido llegará a la cita democrática del año venidero. Quien se acerque al recinto del diálogo, escuchará roce de hierros y verá chispas.
Luego de la crisis en la DC y la pertinaz resistencia del ex mandatario Ricardo Lagos a presentarse en primeras dentro del oficialismo, todo parece indicar que serán el ex presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle y el socialista José Miguel Insulza quienes disputarán la candidatura.
Si a Insulza le afecta su presencia no permanente en Chile —se niega a renunciar a la secretaría general de la OEA—, muchos guardan un buen recuerdo del período de Frei Ruiz-Tagle, cuando la economía creció en 7% anual hasta la crisis asiática. Además, Frei se ha mantenido equidistante de las grandes peleas de la DC.
Aunque no están claras las razones por las cuales la oposición no es capaz de capitalizar los traspiés de la coalición en el poder, es cierto que cuando más desenfocadas han estado las autoridades, no se produce un avance decisivo de las fuerzas contrarias.
A juicio de algunos, aún quedan fuertes rescoldos de antipinochetismo en la sociedad chilena, lo que genera una gran masa de voto cautivo para los demócratas de hoy que se opusieron al régimen militar. Esta actitud del votante ha ayudado a la reconstrucción de la nación chilena, desde las cenizas de la dictadura.
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