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Zimbabue

El estilo de los dictadores

Robert Mugabe culpa a Occidente de la tragedia económica y social de su país, que se cae a pedazos.

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"Ha sido un desastre para el país y se ha convertido en un tirano", afirmó en esa ciudad Tsvangirai, presidente del Movimiento para el Cambio Democrático (MDC), principal partido opositor al régimen de Mugabe. El líder político está en Sudáfrica para "visitar al médico", según dijo en una rueda de prensa, en la que se presentó con la cabeza rapada a raíz de las curas que le tuvieron que hacer por la brecha profunda que recibió tras su detención.

Tsvangirai fue arrestado el 11 de marzo junto a un centenar de activistas de la oposición. Al igual que otros dirigentes, fue golpeado brutalmente por los agentes policiales —según ha admitido Mugabe—, y después de quedar libre terminó en un hospital.

La violenta represión y la hambruna (más de un millón de personas sobreviven gracias a la ayuda en alimentos que presta la comunidad internacional) han generado este flujo de refugiados a los países vecinos, cuyos gobiernos lejos de apuntar a las causas tratan de librar al régimen de Mugabe de las consecuencias de sus actos.

Solidaridad errónea

El pasado 13 de abril, el secretario ejecutivo de la Comunidad para el Desarrollo de África del Sur, Tomaz Salomao, dijo en Harare que los países vecinos de Zimbabue deben hacer presión para que Occidente levante las sanciones que mantiene contra ese país.

"Zimbabue tiene que trabajar duro para mejorar su economía, mientras la SADC busca cómo puede ayudar a que las naciones occidentales le liberen de las sanciones", dijo Salamao.

En 2002, Estados Unidos, la Unión Europea, Suiza, Nueva Zelanda y Australia impusieron sanciones financieras y restringieron la entrada de Robert Mugabe y de algunos altos cargos de su gobierno, la familia y el Parlamento. Estos países decidieron aplicar medidas tras acusar a Zimbabue de celebrar unas elecciones poco transparentes, la violación de los derechos humanos y una falta de compromiso en la aplicación de la ley.

Mugabe considera que estas sanciones contra los representantes de su régimen, que también prohíben la venta de armas, han perjudicado más a la economía general y a los ciudadanos que a los miembros de su gobierno, como era el propósito inicial. Desgraciadamente, estas declaraciones de Salamao reflejan un sentimiento erróneo de solidaridad africana con Mugabe, quien es el verdadero causante de todas las desgracias de su pueblo.

Es un argumento clásico de los líderes totalitarios culpar a otros. El pasado 18 de abril, Mugabe acusó a los países occidentales de colaborar con la oposición para derrocar a su gobierno, en un discurso que pronunció durante los festejos del aniversario de la independencia. Encabezó el acto en un estadio en Harare, ante unos 30.000 seguidores que se juntaron para conmemorar un nuevo aniversario de la independencia.

Durante la ceremonia, el dictador zimbabuense juró que el líder del principal partido de la oposición, Morgan Tsvangirai, nunca llegará al gobierno. También acusó a los partidos opositores de presionar para derrocarlo y avisó de que sus intentos serán en vano.

"Deseo aplaudir la resistencia de nuestro pueblo, que aguanta los descarados intentos de nuestros detractores, quienes trabajan abiertamente confabulados con los títeres sinvergüenzas de nuestro país, para reservar los beneficios de nuestra independencia a través de un cambio de régimen", añadió Mugabe.

"Esta conspiración ha intentado transformarse en un criminal esfuerzo militar, caracterizado por intentos pueriles de algunos elementos de la oposición para crear un estado de anarquía a través de una orgía de violencia", añadió.


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