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Libia

El final en el horizonte y la debacle en Bengasi

El movimiento libio no puede ser comparado con las revueltas populares de Túnez y Egipto, según un grupo de expertos que visitó la zona

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Hace apenas dos semanas medios de prensa en Europa Occidental transmitían un inusitado optimismo con respecto a una cercana victoria definitiva sobre Gadafi. Más apoyo militar de la OTAN y el reconocimiento por más de 30 países del Consejo Nacional de Transición se interpretaban como golpes demoledores. Al mismo tiempo los tonos optimistas acerca de la “moral y sentido de misión” entre los rebeldes se calificaban de “incomparablemente más altos”. Para un editorial de El País (Madrid, 17/7/2011), era ya posible vislumbrar “el final en el horizonte” y con la caída de Gadafi la formación de “una franja democrática a lo largo del norte de África.”

¿Optimismo bien fundado o pésimamente infundado? Veamos.

Otra visión de la verdad parecía ganar terreno en medios de la política francesa —nación entre las más entusiastas animadoras de la intervención inicial de la OTAN— cuando el Ministro de la Defensa, Gerard Longuet, declaraba ante el parlamento francés que los bombardeos, lejos de acercar una victoria, lo que habían provocado era un estancamiento de la situación en Libia y que, por tanto, los mismos debían cesar y que debían iniciarse conversaciones para encontrar una fórmula de reparto del poder, aunque ésta suponga la permanencia de Gadafi en Libia (The Gulf Today, 7/16/2011). El señor Longuet, evidentemente, tiene un problema: O no se ha leído la suma del optimismo de El País o el Ministro de Defensa de Francia carece de las fuentes de información de que dispone este órgano de prensa.

Un conocido experto árabe, Hichem Karoui, sostiene que semejante giro en la política francesa se origina en un informe de un grupo de figuras y especialistas que viajaron a Tripolitania y Bengasi para una evaluación caracterizada como “independiente y neutra” del conflicto. ¿Qué nos dice el informe de marras tan diferente de lo que habitualmente leemos en los grandes de los países europeos de la OTAN involucrados en el apoyo a los rebeldes?

1. Que la revolución en Libia “no es democrática ni espontánea. Este es un levantamiento armado en el este del país en un espíritu de venganza y desacuerdo, que intenta encajar en la ‘Primavera Árabe’ con la que no tiene conexión alguna. El movimiento libio no puede ser comparado con las revueltas populares de Túnez y Egipto.”

2. Más preocupante es que el Consejo Nacional de Transición (CNT) es una coalición de elementos dispares, con diferentes intereses y donde “los verdaderos demócratas” son una minoría que deben cohabitar junto a exgadafistas, promonárquicos y simpatizantes de un Islam radical. Consecuentemente, el CNT no ofrece garantía alguna para el futuro…” Libia es el país donde “el riesgo islamista aumenta,” sin olvidar que Cirenaica fue la región que más yihadistas aportó para combatir a los EEUU en Iraq.

3. Y agrega, entre otras conclusiones: “Parece que las potencias occidentales mostraron un excesivo aventurerismo mediante su involucramiento en esta crisis. Lo que hubiera debido ser una victoria fácil deviene en un semifracaso debido a las inconsistencias de las fuerzas rebeldes. Las estancadas operaciones de los insurgentes ofrecen solo dos posibilidades: una poco gloriosa retirada o un mayor involucramiento en el conflicto, incluyendo el envío de unidades terrestres.”

4. Y concluye sentenciando: “la intervención occidental está creando más problemas que los que ha resuelto. Puede desestabilizar toda la región del norte de África, el Sahel y el Cercano Oriente, y estimula el surgimiento de un foco para el radicalismo islámico y el terrorismo en Cirenaica. La coalición tal vez pueda eliminar al dirigente libio. Pero, Occidente debe tener mucho cuidado de no reemplazarlo por un régimen no democrático y más radical.”

Este informe —a años luz de lo que habitualmente se nos transmite por la mayoría absoluta de los grandes medios— nos ofrece una perspectiva bien distinta sobre la cual reflexionar con mayor independencia de criterios y entender mejor los debates en el parlamento francés y el enfoque del Ministro Longuet.

Al cierre del mes de julio, el gran impacto noticioso en el conflicto no era la cercanía de la derrota de Gadafi o nuevos avances o bombardeos espectaculares sobre las posiciones de éste, sino el asesinato del comandante de las fuerzas rebeldes Abdel Fatah Younis y sus dos principales ayudantes, en medio de versiones todavía algo confusas. Lo que al parecer queda bien claro es que Younis fue puesto bajo arresto por el CNT y, finalmente, secuestrado por fuerzas yihadistas de la fracción Mártires del 17 de Febrero, quienes lo asesinan y queman su cadáver en un desolado paraje. Younis había sido Ministro del Interior con Gadafi y junto a Mustafa Abdul Jalil y otros formaron el influyente grupo de ex-gadafistas dentro del CNT.

¿Qué se pone en evidencia?

¡Qué lejos del “final en el horizonte”! En su lugar, afloran violenta y sangrientamente, todas las contradicciones y pugnas existentes dentro del CNT, que más que un cuerpo político coherente, se muestra ahora como montonera caótica; donde la prolongación del conflicto —sin victoria fácil a la vista para los rebeldes y sus aliados en la OTAN— hace estallar dichas contradicciones y pugnas que, seguramente, se han tornado más violentas cuando las ofertas de negociación y compromiso han ganado más terreno frente al empantanamiento de la situación militar. ¿Acaso Younis y otros se inclinaron a favor de semejantes desenlaces provocando así no solo su arresto tentativo, sino su asesinato brutal, por los yihadistas? Altamente probable. ¿Seguirán otros exgadafistas la suerte de Younis? ¿Se ventila un ajuste de cuentas contra estos por parte de las facciones más radicales contra los exgadafistas? ¿Seguirá el caso libio un curso parecido a la desintegración entre los mujadines que abrió las puertas a los talibanes en Afghanistan? De nuevo, es el más probable pronóstico.

La muerte de Younis es además una pérdida sensible en términos de capacidad de mando militar y experiencia, pero mucho más que eso entraña un significativo descrédito doméstico e internacional para el futuro del CNT, pues cuestiona severamente su imagen diplomática así como el apoyo de sus aliados de la OTAN. Longuet, la Merkel y otros podrán acercar la brasa a su sardina y repetir, de nuevo, la consabida frase: ¡Se los advertí! Según testimonios de agencias occidentales de noticias, el hijo de Younis clamaba entre lágrimas en el funeral de su padre, con la asistencia de miles, en Bengasi, por el regreso de Muamar; leyeron bien, por el regreso de Muamar, que no es otro que Gadafi. ¿Quién entonces es el ganador neto de todo esto? El mismo por quien el hijo de Younis clama.

Sin dudas, Libia no encaja ni se contextualiza dentro de la “Primavera Árabe”. En Túnez está muy lejos de consolidarse y mucho menos en Egipto, donde las masas y la más brutal violencia institucional pugnan todavía, en desigual combate, por abrir una vía democrática, aunque cada vez más con predominio de fuerzas islamistas menos secularistas, ángulo éste bien demostrado en los últimos acontecimientos en la Plaza Tahrir. En Marruecos, las migajas de la monarquía apenas rozan el absolutismo jerifiano-alawita. Argelia restableció sus controles luego de pequeñas escaramuzas y en Siria, la singular estructura de poder mantiene sus cuestionados controles sin apenas mella, tanto a nivel de masas como de apoyo militar. La “franja democrática en el norte de África” de la que algunos hablan es, todavía y por un buen rato, simple deseo retórico de una primavera que pudo ser y no lo es aún, y los escenarios que se dibujan en el verdadero horizonte —no en el imaginado o deseado— son menos optimistas y muchísimos más complejos que cualquier editorial o corresponsalía de guerra. La “primavera” está todavía muy lejos y el prolongado invierno, con abundantes turbulencias, frio y oscuro, prevalece.


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