Actualizado: 29/04/2024 14:55
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Hungría

El primer gran reto

Hace 50 años los húngaros se levantaron contra la dominación soviética y la rebelión acabó ahogada en sangre.

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Para quebrar el bloque estalinista, Nagy recurrió al Frente Patriótico del Pueblo (Hazafias Nepfront), que agrupaba a los sindicatos y las demás organizaciones sociales bajo la manta del Partido Comunista. El Congreso del FPP (octubre 29, 1954) resolvió apoyar el "nuevo curso" e irrumpió con espíritu pluralista y de renovación en la política nacional ( Szabad Nep [Budapest], octubre 27, 1954).

El antemencionado programa estudiantil de dieciséis puntos llegaría a demandar elecciones generales y pluripartidistas, pero el propio Nagy se opuso por temor a la represalia soviética y se contentó con resucitar al FPP para inducir al Partido a tomar parte en el "nuevo curso". Así y todo, su iniciativa política se alejaba mucho del patrón moscovita, que proclamaba el papel rector del Partido Comunista en la sociedad y tachaba de amenaza hasta la mínima posibilidad de escoger en política.

Fracaso tras fracaso

Los jóvenes e intelectuales encabezaron la temprana transición húngara. La unión de escritores y la dirección de su periódico Irodalmi Ujsag fueron suplantadas gradualmente por el Círculo Petofi, que se organizó (marzo 17, 1956) con el visto bueno del Comité Central como espacio de discusión adscrito a la Federación Juvenil Obrera (DISz).

Los mandarines estalinistas esperaban que este círculo funcionara como válvula de escape y aliviara las tensiones político-ideológicas, pero sus miembros (estudiantes y profesionales, escritores y científicos…) criticaron sin cortapisas los crímenes y disparates de Rakosi.

El clímax deliberativo de la transición se alcanzó justamente en una reunión del Círculo Petofi (Budapest, junio 27 de 1956). Además de centenares de personas que abarrotaron el Club de Oficiales del Ejército del Pueblo, miles y miles se congregaron en la calle para oír las intervenciones por altavoces. Aquí se denunciaron la censura gubernamental, los yerros personales de los dirigentes comunistas y las fallas estructurales del Partido. Incluso uno de sus altos funcionarios, Geza Losonczy, condenó que se hubiera postergado tanto el reingreso de Nagy.

Para el 18 de julio de 1956, Rasoki abandonaba el poder y vino a sucederlo Gero, quien también fracasó en la tentativa de frenar los cambios. A la postre, las manifestaciones pacíficas del 23 octubre de 1956 serían baleadas por la policía secreta desde el edificio de Radio Budapest. Poco después entraron los tanques soviéticos. La batalla de Budapest fue un baño de sangre dilatado hasta el armisticio del 28 de octubre.

Las negociaciones ulteriores de Nagy con el enviado del Kremlin, Anastas Mikoyan, (octubre 30 y 31), no se frustraron, como suele afirmarse, por la demanda húngara de salir del Pacto de Varsovia y acogerse a la neutralidad. La segunda invasión de la URSS comenzó antes de la declaración oficial húngara de neutralidad, que hizo Nagy para responder a la irrupción masiva de tropas soviéticas por la frontera durante la noche y madrugada del 30 y el 31 de octubre.

Nagy instó inútilmente al Kremlin a detener el avance de los invasores hacia Budapest, e igual suerte corrieron sus peticiones a Naciones Unidas. Para el primero de noviembre de 1956, las tropas de ocupación andaban por toda Hungría y ponían sitio a la capital. Ese mismo día Nagy proclamó la neutralidad. Había cifrado su esperanza en que tan dramático gesto disuadiría a las fuerzas soviéticas de abrir fuego. Al cabo, no pudo impedirlo, pero al menos concitó la indignación mundial por el crimen.

También ese día se disolvió el Partido Comunista de los Trabajadores Húngaros y afloró el Partido Socialista de los Trabajadores Húngaros. Entretanto, el movimiento obrero, que venía incorporándose gradualmente a la transición, pasó a capitanear la resistencia contra el ejército invasor.

Kadar decretaría la prohibición de los Consejos de Trabajadores (noviembre 21, 1956) y de las demás organizaciones afines (diciembre 4, 1956), pero los consejos siguieron funcionando y las protestas se intensificaron a tal punto que se impuso la ley marcial (diciembre 9). La clase obrera húngara respondió con una huelga general (diciembre 12) y acabó siendo ahogada en sangre.

Así quedó resuelto el dilema mundano del papel que desempeñan los partidos comunistas en las sociedades contemporáneas: ante la alternativa de apóstol o gendarme, optan resueltamente por la vieja tradición cosaca.


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