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Venezuela, Chávez, Maduro

En Venezuela la banalidad del mal tiene dos nombres: Chávez y Maduro

Los campesinos creyeron que durante el chavismo les serían entregadas parcelas de tierra, pero en su lugar estas quedaron en manos de una “cooperativa”, administrada por un coronel

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En 2000 Hugo Chávez intentó una “recolonización” de Venezuela con sus propios pobladores. La idea fundamental era revertir el flujo migratorio del campo a la ciudad, y para ello entregar a los campesinos tierras que estaban en manos de “muchos propietarios que en la realidad vivían en Miami o en Londres”. Hoy el fracaso de ese plan no se expresa solo en frases ideológicas y declaraciones políticas, sino en hechos simples.

Recorrer la vía de tal fracaso desafía los encasillamientos, aunque no lo aparente. Nada más fácil que resumirlo todo en la incapacidad para el desarrollo económico de cualquier engendro que se resume bajo la etiqueta de “socialismo” y en realidad niega hasta dicho concepto; constatar la falta de originalidad del chavismo en la copia burda del desastre castrista; alentar de nuevo lo peligroso que pueden resultar las utopías y las supuestas buenas intenciones de justicia social.

Sin embargo, hay más. Así que lo mejor es limitarse a los testimonios.

El 17 de febrero del 2000 el periodista y escritor inglés Richard Gott publicó un reportaje sobre Hugo Chávez y la revolución venezolana con el título Robinson’s Footprints en la publicación quincenal London Review of Books. El reportaje en cuestión luego pasó a formar del libro In the Shadow of the Liberator: The Impact ofHugo Chavez on Venezuela and Latin America.

El proyecto de Chávez entonces, según el periodista, era lograr el desarrollo de pequeños talleres, áreas agroindustriales y parcelas de autoconsumo, enfocados hacia un consumo interno de sustitución de importaciones y una vuelta a los cultivos indígenas.

Otro reportaje más reciente, que merece convertirse en novela y es de Karla Zabludovsky, The Heiress on the Hill, fue publicado el 23 de junio en BuzzFeed.News.

Este último muestra la dura realidad de los supuestos sueños de Chávez años más tarde. Es, además, una historia muy cercana a Miami. O, mejor dicho, una historia que viaja y vuelve entre dos orillas. Aunque en realidad son tres las orillas.

Monte Sacro, en Carabobo, Venezuela. Una hacienda y una vivienda sobre una colina. El lugar encierra una historia no solo venezolana, sino latinoamericana, que puede ser contada en tres momentos.

Según la leyenda perteneció a Simón Bolívar en el siglo XIX. De acuerdo a los documentos fue adquirida primero por Nelson Rockefeller, en la década de 1950, y luego por el exiliado cubano Jorge Ruiz del Vizo, a comienzos de los años 80. Su hija y heredera, Vivian Ruiz del Vizo, tras una batalla legal de dos años logró retener el título de la propiedad, pero sin derecho a venderla o alquilarla.

El resultado es, ante todo, una mezcla de contrastes.

En la época de Rockefeller la hacienda se caracterizaba por sus campos sembrados de papas, la cría de ganado y la existencia incluso de caballos entrenados para jugar polo. Existía explotación y los trabajadores se consideraban mal pagados. Sin embargo, más de uno añora esa época donde el dinero le servía mejor que en la actualidad para adquirir productos.

Los campesinos creyeron que durante el chavismo les serían entregadas parcelas de tierra, pero en su lugar estas quedaron en manos de una “cooperativa”, administrada por un coronel.

La realidad actual es que las siembras están paralizadas por falta de semillas; los tractores ya no funcionan; quienes cultivaban la tierra ayer están hoy desnutridos y viven de lo que pueden conseguir de forma más o menos legal; la piscina en este momento solo almacena un agua verdosa que se utiliza para descargar los inodoros. En general falta, el agua, la electricidad, el internet y el servicio telefónico.

Mientras, la propietaria, antigua vecina de Miami, aguarda por la caída del régimen de Nicolás Maduro.

Sigue asombrando esa capacidad para crear daños, en un radicalismo que ni siquiera saber perderse en el vacío, sino persiste en la miseria.


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