Entre la espada y la pared
Las recientes elecciones muestran lo frágil del sistema electoral. Ahora Benjamín Netanyahu intenta forzar un 'gobierno de unidad nacional'.
Si en algo coinciden casi todos los analistas, es que los arreglos entre bastidores de los políticos israelíes resultan imprevisibles. Este rasgo nunca había sido tan evidente como después de la elección el 10 de febrero pasado de los 120 miembros del XVIII Parlamento (Kneset) israelí.
Los parlamentarios tomaron posesión de sus cargos el martes para dar inicio a una legislatura en la casi completa incertidumbre de qué partidos formarán la coalición del gobierno encargado al líder del Likud, el conservador Benjamín Netanyahu.
Trece partidos, los mismos que la legislatura anterior, consiguieron superar en las elecciones la barrera del 2% de los votos necesarios para tener representación en la Cámara legislativa.
Cuatro formaciones son de derecha o extrema derecha, dos son ultraortodoxas, cuatro de centro y centroizquierda, y tres representan a la minoría árabe, de un millón de habitantes.
En este complejo mosaico se tiene que mover Netanyahu para formar el gobierno, que necesita el apoyo de 61 diputados. Para entender dicho panorama, es necesario saber que el partido Kadima (centro), que encabeza la actual ministra de Asuntos Exteriores, Tzipi Livni, obtuvo el mayor número de escaños (28) y el Likud consiguió 27.
La especialista lusa en asuntos del Medio Oriente, Margarida Santos Lopes, en conversación con CUBAENCUENTRO.com deslizó una fundamental advertencia a propósito de este tema: "En Israel lo que se dice hoy es verdad, y aunque mañana sea todo lo contrario, también es verdad".
Si consigue los apoyos necesarios, Netanyahu formaría el primer gobierno de una formación política minoritaria. Su plazo para compromisos y conciliábulos termina el próximo 20 de marzo.
Gobierno de unidad nacional
El líder del Likud ha tratado de forzar un llamado "Gobierno de unidad nacional" con los argumentos de que Irán representa un mortal peligro para la existencia del Estado de Israel y hacer frente a la crisis económica mundial.
Razones válidas, pero que no convencen aún ni a Livni ni al líder del Partido Laborista (socialdemócrata), Ehud Barak, que consiguió 13 escaños. El laborismo fue el gran perdedor, antes tenían 19 asientos en el Parlamento.
Para Netanyanhu es una operación matemática. Si junta a los diputados del Likud, Kadima y los laboristas, tendría una cómoda mayoría de 68 escaños en el Parlamento. Pero las diferencias políticas entre estos líderes son tan profundas, que resulta muy difícil imaginar un gobierno conjunto.
Netanyahu se opone a hacer concesiones a los palestinos para que formen un Estado, mientras que Livni y Barak están comprometidos con el proceso de paz en el Medio Oriente.
Por otro lado, el líder conservador es un fervoroso defensor de los colonos israelíes, que han usurpado el territorio palestino, además de proponer "la total aniquilación" de Hamás, sin importarles la vida de los civiles.
Sin embargo, en opinión de Santos Lopes, "Netanyahu está tan desesperado que, según la prensa israelí, ofreció a Livni escoger tres importantes cargos del Ejecutivo: las carteras de Asuntos Exteriores, Defensa y Finanzas, e incluso ha llegado a sugerir que sean sus rivales los que definan la política gubernamental".
Livni ya respondió que conoce por experiencia que ocupar el segundo puesto en un gobierno deja muy pocas probabilidades para influir en las decisiones políticas. Tras un encuentro con el líder del Likud el pasado domingo, la actual ministra de Asuntos Exteriores dijo que acordaron continuar con las conversaciones en busca de un Gobierno de unidad, aunque todavía existen "diferencias sustanciales" que hacen imposible el acuerdo.
Partidos ultras
Pero hay otro elemento importante en este mapa político: el refuerzo que ha recibido el partido ultraderechista Israel Beitenu (Israel, nuestra casa), de Avigdor Lieberman, con quince escaños, la tercera formación del arco parlamentario.
Lieberman vende cara la posibilidad de convertirse en partido bisagra en cualquier tipo de coalición.
Por otra parte, también figura en el escenario el partido ultraortodoxo Shas, que con 11 asientos puede representar un asidero para Netanyahu, pero al precio de choques en la coalición con el partido de Lieberman.
"Lieberman quiere avanzar con las bodas civiles, cuando en Israel sólo son aceptadas uniones religiosas, que defiende el Shas", afirmó Santos Lopes, para quien el partido ultraortodoxo podría "transigir" si le ofrecen grandes cuantías de dinero para las escuelas religiosas y las familias numerosas, base de su electorado.
El rabino Ovadia Yosef, líder espiritual de este partido religioso, calificó a los profesores seculares en Israel de "burros" que enseñan tan sólo "sinsentidos". Una muestra del fundamentalismo ortodoxo de esta formación política.
Si Netanyahu consigue una mayoría de 61 diputados, haciendo concesiones a la derecha, "no podrá evitar un colapso en un corto espacio de tiempo", indicó la especialista portuguesa. Algunos analistas estiman que estos son los cálculos de Livni y del dirigente laborista Ehud Barak, que apostarían a mejorar los resultados en nuevas elecciones.
El proceso de paz
Netanyanu difícilmente podrá resistir la presión del presidente estadounidense, Barack Obama, para reiniciar el proceso de paz en el Medio Oriente.
El pasado lunes, en Bruselas, la Unión Europea (UE) insistió en que se reanuden las negociaciones entre Israel y los palestinos tras la formación de un gobierno en Israel, y subrayó que la solución implica la creación de un Estado palestino.
Varios ministros de Exteriores comunitarios reconocieron, al llegar al Consejo de Ministros de la UE, su preocupación por el posible efecto que una coalición israelí con partidos ultraderechistas opuestos al Estado palestino pueda tener en el proceso de paz.
El viceprimer ministro checo, Alexandr Vondra, afirmó en nombre de la presidencia de la UE: "Podemos esperar un inicio un poco duro" de las negociaciones de paz, pero hay que seguir adelante con el objetivo de dos Estados, uno israelí y otro palestino.
Algunos asesores de Netanyahu se han encargado ya de repetir a cuantos periodistas quieren escucharlos que un gobierno del líder de Likud "quizá no sea tan feroz como lo pintan".
Un criterio que se maneja es que los árabes pueden presentar un nuevo plan de paz en la cumbre de Doha, en marzo próximo, y entonces, la administración estadounidense accionaría todo tipo de presiones para que Israel negocie sin estratagemas, como lo ha hecho hasta ahora.
Si para ese entonces Netanyahu es rehén en un gobierno de coalición, con fuerzas ultraortodoxas y de extrema derecha, no podrá aceptar el principio básico de negociar sobre la base de la posible creación de un Estado palestino.
El sistema electoral israelí, con abundancia de partidos fundamentalistas, representa un obstáculo para la estabilidad del gobierno. No en balde, en los últimos diez años realizaron cinco elecciones. Por ejemplo, Ehud Barak tomó posesión como primer ministro el 6 de julio de 1999 y el 7 de marzo cayó el Ejecutivo, supuesto para durar cuatro años. No por mucho tiempo más permaneció en el poder su sucesor, Ariel Sharon.
"Necesitamos cambiar para un sistema de gobierno presidencial, en el cual los diputados y el presidente sean elegidos al mismo tiempo y por el mismo período de mandato. Esto traerá ambos resultados: mayor estabilidad y que tengan que rendir cuentas a la sociedad", dijo a CUBAENCUENTRO.com, de forma breve y tajante, Dan Ben David, profesor de Políticas Públicas de la Universidad de Tel Aviv y reconocido analista en temas de la región.
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