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Latinoamérica, Venezuela, Evangélicos

Evangélicos y política en Latinoamérica

Los evangélicos han irrumpido en la política latinoamericana, con campañas en las cuales se mezcla una ideología profundamente retrógrada en lo familiar y social con programas de ayuda a la población más pobre

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De las diversas formas en que suele escribirse y reescribirse la Historia (la mayúscula es un viejo rezago sartreano), Venezuela exhibe en estos días un ejemplo menor, singular en el país y cada vez más común en Latinoamérica: el auge de la candidatura del pastor evangélico y empresario Javier Bertucci. Paradoja que ha necesitado 50 años para cumplirse, o del mayo francés al venezolano como una ruta perfecta de retroceso.

Según los sondeos, en la votación presidencial de este mes en Venezuela el actual presidente Nicolás Maduro obtendría el 42 % de los votos, el opositor Henri Falcón entre el 25 y el 30 % y Bertucci, el 15 %.

En esta proyección más o menos limitada —parte de supuestos votantes en un proceso que se avizora marcado por el abstencionismo— y con una buena dosis de ingenuidad —supone la honestidad del chavismo— la derrota de Maduro dependería de una unión de los partidarios de Falcón y Bertucci en un solo voto.

Hasta el momento, dicha unión no pasa de un imposible. Ambos opositores realizaron una reunión privada el miércoles, pero desde antes se conocía que una propuesta de este tipo era inviable. Bertucci planeaba pedirle a Falcón que declinara en su favor, cosa que, por supuesto, no iba a ocurrir, de acuerdo a la información del diario español El País.

Sin embargo, hay un fenómeno que va más allá de las circunstancias específicas de Venezuela y las características de los negocios del candidato evangélico —una investigación afirma que Bertucci contrató al bufete Mossak Fonseca para ocultar activos y ganancias en paraísos fiscales, dentro del famoso caso de los Panamá Papers, algo que él niega— y su historial, que incluye una detención en 2010, acusado de “contrabando y asociación para delinquir”, de acuerdo con lo que informa el portal El Estimulo.com, por intentar hacer pasar 5.000 toneladas de diésel a las autoridades como un solvente denominado tecsol. Tuvo medida sustitutiva y su caso no tiene sentencia, según El País.

Este fenómeno es la creciente participación en la política latinoamericana de pastores y seguidores de iglesias evangélicas, pentecostales y neopentecostales.

No es que la fusión de religión y política, bajo la forma de partidos políticos, sea nueva en la región. A partir de 1947 ocurrió un auge de la democracia cristiana —con fundamento en las organizaciones políticas de este tipo en Europa— que llevó al triunfo de sus candidatos presidenciales en diversos países (entre ellos Chile, República Dominicana, Colombia, Venezuela) y a la aparición de ministros, senadores y diputados en toda la región. Pero ahora la fuente de inspiración de los grupos y sectas cristianas ya no está en Europa sino en Estados Unidos.

Ahora dicho fenómeno tiene características propias, en las cuales se mezclan una ideología profundamente retrógrada en lo familiar y social junto a una práctica muy efectiva con programas de ayuda a la población más pobre —que les permite ganar gran número de adeptos entre los más necesitados—, además de tesis económicas neoliberales. Algo así como una socialización reaccionaria. “La derecha nos rebasa por la izquierda”, es el titulo de un artículo de Sandra Barba en el último número de la revista Letras Libres.

Ocurrió en Costa Rica, con el líder evangélico Fabricio Alvarado Muñoz, que no alcanzó la presidencia, pero logró convertir el proceso en uno de los periodos electorales más controversiales en la historia reciente del país. En Brasil, donde Eduardo Cuhna lideró la bancada evangelista para impedir la concreción de normas a favor de derechos reproductivos de las mujeres y fue el líder del impeachment que sacó del poder a la presidenta electa Dilma Rousseff. En Colombia, en el cual los evangelistas jugaron un papel central en contra de ratificar el Acuerdo de Paz de La Habana en el plebiscito de 2016 y en la actual campaña electoral se han aliado con el senador y expresidente Álvaro Uribe, quien tiene en sus listas al Congreso a pastores de la Iglesia del Avivamiento, Ríos de Vida, la Adventista y otras, de acuerdo a un análisis del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG).

“No se suponía que esto iba a suceder. El guion histórico de la modernidad pronosticaba que la religión iría retrocediendo a paso lento pero inexorable”, señala Barba en Letras Libres, quien recuerda que los evangélicos han sido parte de dictaduras, como la del pastor militar Efraín Ríos Montt en Guatemala.

El nombramiento de un papa latinoamericano ha hecho poco para detener este desplazamiento de la Iglesia Católica en Latinoamérica. Con su retórica inflamada, sus canales de radio y televisión, sus templos y sus actos de “avivamiento”, los pastores evangélicos ya no se conforman con las ganancias del gran negocio de la fe. Ahora quieren el poder político.

Una versión abreviada de este artículo, por razones de espacio, aparece en la edición de hoy lunes 14 de mayo del Nuevo Herald.


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