Fantasmas y fracasos
Democracia y subdesarrollo: ¿Hace falta 'un cambio de modelo'?
Entre el inicio, a mediados de los años ochenta, de la ola democratizadora de Latinoamérica y la caída del presidente Mesa, de Bolivia, quince gobiernos han sido incapaces de cumplir íntegramente el período para el que fueron elegidos.
Entre estas presidencias interrumpidas encontramos tres veces a Ecuador y Bolivia, dos veces a Argentina y Haití, y una vez a seis países más: Brasil, Paraguay, Perú, República Dominicana, Guatemala y Venezuela.
En el mismo período, según Latinobarómetro, el porcentaje de latinoamericanos que apoyan siempre y sin resquicios la democracia cayó ocho puntos porcentuales. Las mayores decepciones con el sistema se dieron en Nicaragua, Paraguay y Bolivia, y el prestigio de la democracia sólo aumentó en Chile, Honduras y Venezuela.
No es difícil constatar que detrás de cada uno de esos fracasos hay causas múltiples que las más de las veces son específicas del país. Aun así, la reciente sacudida boliviana y la reaparición en otros países del fantasma del populismo han servido para extender sombras de duda sobre el estado de la democracia de la región. Animados por el vértigo de un pretendido e inminente Apocalipsis, algunos han aprovechado para reiterar que democracia y subdesarrollo no conviven bien. Que hace falta "un cambio de modelo".
Los que pertenecemos a una generación de españoles que creció oyendo decir que la democracia llegaría a España cuando se alcanzaran los 3.500 dólares de renta per cápita, sabemos que el argumento de la "incompatibilidad" es falaz. No es verdad que la democracia no pueda consolidarse en las economías menos desarrolladas. Basta consultar las estadísticas —las de renta per cápita del FMI y los índices de libertad de Freedom House— para averiguar que en el mundo sólo quedan 29 "dictaduras", pero todavía 100 países con una renta inferior al 40 por ciento de la renta media mundial.
Y si lo que se quiere sugerir es que los países autoritarios han tenido más éxito a la hora de transitar desde el subdesarrollo a la prosperidad, los datos computados por Przeworski lo desmienten: entre 1950 y 1990 las democracias crecieron un 2,4 por ciento y las dictaduras medio punto porcentual menos. Lo que sí es cierto es que las dictaduras "resisten" mejor las crisis económicas que las democracias. Pero eso lo intuíamos todos.
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