«Gulag»
La periodista, historiadora, columnista y escritora estadounidense Anne Applebaum ha escrito sobre el comunismo y el desarrollo de la sociedad civil en Europa del Este, la Unión Soviética y Rusia
Este bochornoso verano enfrenté la lectura de Gulag, texto de la historiadora Anne Applebaum, con un sin número de pre juicios. El primero, la terrible visión que nos dejara Solzhenitsin con su “archipiélago”[1]. O las candorosas narraciones de la “colonia de trabajo, Gorki”, de Antón Makárenko[2], o el texto de crónicas Imperio de Ryzard Kapuscinski. Además de sinnúmero de artículos donde el celebre sistema de campo de trabajos forzados de la ya felizmente desaparecida Unión soviética, queda como lo que fue: la tumba de millones de personas esclavizadas.
Lo mas trascendente de esta investigación histórica sobre el Gulag, es cambiar la percepción de la utilidad del sistema de campos de concentración. En mi ignorante opinión, los campos fueron levantados para el destierro a objetores de conciencia, opositores o nacionalistas, sin embargo, la autora defiende la tesis, que su esencia fue esclavizar. Sí, millones de personas obligadas a realizar trabajos forzados, para mantener la economía de un Estado parasito y totalitario.
La lista de víctimas de tal crimen, fue engrosado lo mismo por intelectuales de dudosa fidelidad, ingenieros geniales (Tupolev, Koroliov, Glushkov,) delincuentes comunes, mafias (Vor v zakone), chistosos fuera de lugar, héroes militares, sacerdotes, aristócratas, comunistas de otros países[3], o siquiera familiares de los fusilados en las cruentas purgas periódicas.
En la amplia geografía rusa, lugares remotos como desiertos, taiga, o círculo polar ártico, fueron sitios de construcción de “campos” marcados por la deshumanización propia de un estado que pasó del feudalismo zarista, al feudalismo comunista, aderezado por las tecnologías del siglo XX. Su matriz fue la explotación de recursos naturales, colonización de áreas remotas, construcción de enormes infraestructuras y proyectos industriales, de ahí el vinculo entre el crecimiento del sistema de campos, y la campaña de industrialización soviética.
La periodista, historiadora, columnista y escritora estadounidense Anne Applebaum (Washington, 1964), ha escrito extensamente acerca del comunismo y el desarrollo de la sociedad civil en Europa del Este, la Unión Soviética y Rusia. Con su libro Gulag, obtuvo el Premio Pulitzer 2004. El que tuve en mis manos, fue publicado por la editorial DeBolsillo en el 2006, y tiene la excepcional traducción al castellano de Magdalena Chocano. Consta de 671 páginas y 27 capítulos separados en tres partes. Además de Epilogo, Apéndice, Notas, Bibliografía, Glosario e Índice alfabético.
Se puede asegurar que Gulag tiene dos características. Es rigurosamente histórico, y generosamente ameno.
De tal manera una historia dramática y traumática como la de los campos de concentración soviéticos, y los procesos masivos de deportación de pueblos y etnias enteras, es narrada con respeto y profundidad reflexiva, que permite a neófitos, como este escribano, descubrir y reflexionar sobre varias de las falsedades y omisiones narradas por el sistema de propaganda comunista, incluido el castrista.
Este genocidio[4] duró oficialmente 30 años (1930-1960), aunque realmente se extendió durante toda la era soviética (1917-1991).
Makárenko llega al Caribe
Antón Makárenko (1888-1939), es promovido por la literatura comunista como paradigma de la pedagogía soviética. Sin embargo, el realmente administraba la Colonia de Trabajo Gorki, un establecimiento subordinado a la Dirección General de Campos de Trabajo (Gulag), rama del Ministerio del Interior (NKVD). O sea, uno de los campos, destinado a jóvenes delincuentes de Ucrania, Bielorrusia, Rusia y otros territorios cercanos y lejanos. El método pedagógico de Makárenko, era rehabilitar la conducta de delincuentes juveniles, hijos de la guerra civil, los pogromos antisemitas y las hambrunas por confiscación de tierras y cosechas a campesinos, por medio del trabajo forzado y el aislamiento. Nos alerta Anne: “La denominación “colonia educativa laboral”, no es otra cosa que una descripción aceptable de campo de concentración para niños”[5].
En su intención deconstructiva de la República, la dictadura castrista, manejada férreamente por Moscú, cierra las escuelas de maestros normalistas, de tendencia occidental, democrática y liberal y establecen las militarizadas escuelas Makárenko de triste referencia. En 1962 se crean las escuelas para maestros primarios Minas -Topes-Tarará, con plan de estudios de cinco años. Uno en Minas del Frio (Sierra Maestra), dos en Topes de Collantes (Sierra de Guamuhaya), y dos en el Instituto Pedagógico Makárenko de Tarará, dirigidos por la comunista mexicana Elena Gil Izquierdo.
A esta experiencia inconclusa, solo duró dos años, se sumó durante casi medio siglo las “escuelas al campo” y “en el campo”. Clausurada tardíamente hace pocos años, aunque en la zona oriental todavía se mantienen esa forma de esclavitud, promiscuidad y espartanismo en jóvenes y adolescentes.
Trabajo esclavo
El gulag soviético se enfrenta, como dice la historiadora, a la incomprensión de lo que fue en su época y posteriormente, por la carencia de imágenes[6]. No le falta razón. Se conocen los crímenes del holocausto judío realizado por el ejército alemán, por filmaciones de norteamericanos e ingleses durante la liberación de los campos. Pero, de los crímenes del gulag, hay pocas imágenes, incluso de las rebeliones de los esclavos, como la de Ust-Usa (más de 8 mil hombres y mujeres, 1942, Republica Komi), o Kenguir (1954, Kazajistán).
En la dictadura insular las primeras formas de esclavitud fueron, todo indica, las unidades militares de apoyo a la producción (UMAP). Campos de trabajos forzados, que existieron entre 1965 y 68, donde estuvieron unos 25 mil hombres jóvenes que por diversos motivos se negaban a servir el servicio militar obligatorio o eran rechazados de las fuerzas armadas por su preferencia sexual o extracción burguesa, con la supuesta intención de ser reeducados por el gobierno. Sin embargo, se debe mencionar que, por nuestro cosmos nacional, el mecanismo no funciono y el dictador debió utilizar otros mecanismos para instalarlo, como “la nueva escuela”, para los estudiantes, saldar nuestra deuda con la humanidad”, para enviar tropas a África, “las tareas de choque”, para exigirle más a los trabajadores, los innovadores y racionalizadores, para absorber la inventiva de los ciudadanos, y ahora las misiones médicas y el Contingente Henri Reeve, de médicos internacionalistas. Los trabajadores sanitarios llevados a las “misiones”, tienen un alto nivel de restricciones, donde se incluye informar, no salir, no contactar, según resolución 168 del Ministerio de Comercio Exterior. Esto sin contar el tema salarial, por el cual países y organizaciones, consideran su forma de contratación como trabajo esclavo.
Coda
Gulag, no concluye con la desaparición de los campos de prisioneros. Pasa revista también a la psiquiatría como forma de control social, y llega hasta que Mijaíl Gorbachov, nieto de víctima de los campos de concentración, da un perdón general a todos los presos políticos soviéticos.
Sobre la impunidad que sobrevive a la tragedia del gulag nos alerta Anne Applembaun: “Nada alienta más a la negación de la ley, que ver a los villanos salirse con la suya, aprovechando el botín y riéndose en la cara del público.”[7]
[1] Solzhenitsin, Alexander. Archipiélago Gulag.
[2] Makárenko, Antón: Poemas Pedagógicos (1935) y Banderas en las Torres (1938).
[3] “Se afirma que en los campos de Kolimá también había un grupo de niños españoles”. Pág. 339.
[4] Hoy que tantos abuzan del término: El genocidio es un delito internacional que comprende “actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal”.
[5] Pág. 338.
[6] Pág. 25.
[7] Pág. 570.
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