La carne del sándwich
Convertido en un fenómeno sociopolítico y económico decisivo, el populismo repercute en el destino democrático de la región.
Reacio a dejarse atrapar por la teoría, el populismo es un fenómeno viejo dentro y fuera de América Latina. Sin embargo, es aquí donde llega al poder con mucha mayor frecuencia, recuerda el estudioso Tor Opsvik. En la actualidad, cuando no está en el poder, se le observa abriendo los caminos pertinentes para agenciárselo.
Aunque la crisis mundial generada por Estados Unidos puede desacelerar el paso de Hugo Chávez, principal gestor del movimiento en Latinoamérica, las cosas volverán a su sitio, es decir, la crisis dará respiro y entonces recobrará el populismo las energías de su expansión.
Convertido en un fenómeno sociopolítico y económico decisivo, el populismo repercute y repercutirá, sin duda, en el destino democrático de la región.
Hecho poder por largo tiempo en Venezuela —el referendo de diciembre de 2007 le puso un límite que difícilmente Chávez respetará—, son Ecuador, Bolivia y Nicaragua los más afectuosos aliados de Caracas. Sobran las pruebas de que los cuatro quisieran prolongar, por un extenso período, regímenes autoritarios que acarrean francas violaciones de los derechos humanos. Esta es la mayor amenaza del populismo.
De norte a sur
Perú, territorio fundamental en el continente, y cuyo presidente actual, Alan García, fue uno de los primeros en deshacerse de forma explícita de cualquier tutela de Fidel Castro, cuenta en la oposición al fervoroso chavista Ollanta Humala, que acecha el sillón del Palacio Pizarro, ambición que cuajaría para las elecciones venideras.
La envergadura de la amenaza puede alcanzar hasta México. Una hipotética victoria de Manuel López Obrador (aunque es difícil que vuelva a ser el candidato de su partido) metería a Chávez en la política mexicana, a pesar de que López criticó en las elecciones de 2006 que se le vinculara con el venezolano.
A nuestro juicio, sin embargo, el artículo del ex senador Demetrio Javier Sodi, titulado ¿En qué se parecen Chávez y AMLO (Andrés Manuel López Obrador)?, no deja lugar a dudas de la cercanía ideológica y táctica entre ambos.
Como se ha visto en Honduras —y se verá en Costa Rica—, la vinculación comercial del país azteca con Estados Unidos no tiene por qué ser obstáculo infranqueable para un incremento de la presencia de Chávez en México.
Bastaría un poco de diplomacia por parte del mandatario venezolano —los mexicanos son muy susceptibles con su soberanía— y divulgar a toda garganta acuerdos de ayuda hacia los sectores más pobres.
En el otro lado geográfico del continente, y como uno de los puntos fundamentales del sistema, Caracas estableció fuertes lazos financieros y políticos con Buenos Aires. Hasta mayo de 2008 sumaban 7.416 millones las compras de bonos de la deuda argentina por parte de Chávez.
Demócratas atrapados
Si el presidente liberal hondureño Manuel Zelaya mordió el anzuelo de las "ventajas" que ofrecen instituciones como PetroCaribe y ALBA, se espera que pronto se inscriban en esta última tanto Haití como Paraguay, según anunció el propio Chávez.
La constancia democrática de un mandatario como Óscar Arias también se resintió ante las ofertas de Caracas. Hace pocas semanas, Arias dio apoyo "tácito" a "elementos de programas" cubanos y venezolanos y también se ha referido a la "generosidad" presidencial de Chávez.
De acuerdo con Arias, "la cooperación que está dando Venezuela a los países de América Latina y el Caribe es por lo menos unas cuatro o cinco veces más elevada que la que da Estados Unidos". Detrás de estas declaraciones apenas se esconde, desde luego, la intención de Costa Rica de sumarse a PetroCaribe a finales de 2008. Con éste, serían al menos 18 los integrantes de la organización.
El dilema de semejantes afirmaciones reside en que aliarse a cualquiera de los pactos de Chávez constituye una presión contra las denuncias sobre las violaciones de derechos humanos, por ejemplo, en la propia Venezuela. Firmar los pactos impide que los gobiernos denuncien la matriz ideológica y lo que de antidemocrático tiene en su sustancia el régimen de Chávez.
La sombra del populista como miembro pleno de MERCOSUR y la influencia que se extenderá a través del Banco del Sur —se inició con un capital de 7.000 millones de dólares— fortalecerán su ejercicio de ideologización en el continente.
Si la larga mano de Chávez sacude a políticos como Óscar Arias y Manuel Zelaya, no hay por qué titubear en cuanto a que continuará llegando también a las masas pobres de Latinoamérica. Los dos primeros buscan claramente aprovechar los beneficiosos acuerdos con Venezuela, pero las huellas del populismo sobre las masas continentales van a ser más profundas y duraderas.
La pregunta que palpita sobre la mesa es un reto enorme: ¿Qué van a hacer las fuerzas democráticas de la región para evitar que continúe la invasión populista? Recuérdese que la carne del sándwich que oferta Chávez es la instauración de regímenes autoritarios y la violación de las libertades. Y esto es lo peor que puede depararnos el futuro.
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