La cruz del Papa
Un regalo sorpresivo e irreverente, que al parecer por la expresión del rostro, produjo estupor al vicario de Cristo
Si el presidente de Bolivia, Evo Morales, quería que su imagen le diera la vuelta al mundo al regalarle al papa Francisco un Jesucristo clavado en la hoz y el martillo, lo logró. Pero el obsequio no fue un éxito. Mientras un Morales sonriente se lo entregaba, la cara de Francisco reflejaba asombro. No está claro cuáles fueron sus palabras, si protestó con “No está bien eso” o solo dijo “No sabía eso”. Lo que sí está claro es que no se esperaba ese raro símbolo de unión entre dos ideologías históricamente enemigas.
La diplomacia vaticana quitó más tarde fuego al incidente, pero el hecho le dio la vuelta al mundo, provocando muchísimas críticas. Solo en la página de CNN en Español, a la hora de redactar esta nota, más del 87 % de los lectores consideraban el regalo del Cristo clavado en la hoz y el martillo, como algo inapropiado.
Morales ha logrado en Bolivia notables progresos económicos y sociales durante sus tres mandatos[I]. Es el primer presidente indígena y su filiación política es claramente de izquierdas. Pero Bolivia dista de ser un Estado comunista representable por la hoz y el martillo soviéticos.
El Socialismo del Siglo XXI, movimiento ideológico en el que se inscribe Morales, difiere mucho del comunismo euroasiático de factura soviética cuyo emblema era esa hoz y el martillo, proclamaba la dictadura del proletariado y el control absoluto de los medios de producción. El Nuevo Modelo Económico, Social, Comunitario y Productivo, vigente actualmente en Bolivia, se apoya fuertemente en la inversión económica privada.
Entonces, ¿por qué un regalo tan raro? ¿Para sobrecoger al Papa? Es conocido que Morales ha sostenido que la Iglesia Católica Romana debería ser desterrada de Bolivia[II] para fundar otra Iglesia no “colonial”, sino nacional y controlada por el Estado; aunque recientemente, después de la mediación de Francisco en las relaciones entre Cuba y EEUU declaró: “ahora siento que tengo Papa”. Habría que preguntarle si ese habría sido el crucifijo adecuado para una nueva e hipotética Iglesia nacional boliviana.
El autor de la llamada “cruz comunista”, cuya réplica le regalaron a Francisco fue el jesuita Luis Espinal Camps, asesinado por los militares derechistas bolivianos en 1980. Probablemente quisieron honrar al sacerdote y juzgarían que siendo el Papa tan desenfadado y “liberal” en sus comentarios, el crucifijo comunista sería algo bien recibido y especial. Pero a la luz de los miles de comentarios en las redes sociales, no es así. La cara del Papa valió más que un millón de palabras.
Sin dudas, el incidente quedará relegado al anecdotario de lo curioso, pero también —de acuerdo con la opinión popular— en el de la imprudencia y el mal gusto. Y también, considerando las cambiantes alianzas políticas, el “crucifijo comunista” permanecería como una especie de advertencia, como un recordatorio para la Iglesia que una vez el presidente Evo Morales quiso desterrar.
Lo notable es que Francisco se ha comprometido, como ningún otro Papa, con la justicia social en el mundo y en especial con Latinoamérica. Es, para muchos católicos, un Papa gentil y llano, que predica con el ejemplo de su humildad y austeridad en favor de los más desfavorecidos. Sin embargo, no falta una parte de la Iglesia Católica que critica y repudia esos mismos comportamientos, considerándolos impropios; faltos de la solemnidad y altura digna del vicario de Cristo, lamentando las mismas actitudes espontáneas y llanas que otros aplauden.
El regalo del crucifijo sobre la hoz y el martillo puso en un aprieto innecesario al Papa en su llegada pastoral a Bolivia. Subraya y brinda nuevas razones a los que alegan que el obispo de Roma, al ocuparse demasiado de los asuntos sociales y económicos del mundo —asuntos en definitiva “terrenales” que lo acercan a posiciones de la izquierda— olvida su principal misión pastoral que es un enriquecimiento espiritual cristiano mucho más tradicional y ortodoxo.
El papa Francisco no es más que otro ser humano, en cuerpo y alma, al igual que nosotros, solo que con una responsabilidad muchísimo más pesada sobre sí. Por eso, ser “Su Santidad” no lo aleja de tristezas y desconciertos, también de momentos de dolor. Y cualquiera de esas tres penas, o las tres, tal vez tocaron a Francisco cuando estuvo frente al presidente boliviano y entre ellos dos, un Cristo crucificado sobre un símbolo rampantemente ateo. No tuvo clase. Aunque Evo Morales nunca hubiera querido molestarlo.
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