Actualizado: 28/03/2024 20:04
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ALBA, Chávez, Venezuela

La cumbre de la desvergüenza en Caracas

Parecería imposible tanta desfachatez en solamente un par de días, pero los gobernantes “sobrecumplieron” metas y expectativas

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Un espectáculo digno del peor circo de barrio se celebró el fin de semana en Caracas, a invitación de Hugo Chávez, bajo el pomposo nombre de XI Cumbre de la Alianza Bolivariana de los Pueblos de América, donde estuvieron presentes, además del anfitrión, los gobernantes de Cuba, Nicaragua, Bolivia, Ecuador, San Vicente y las Granadinas, Dominica, Antigua y Barbuda, y el de Haití en condición de invitado.

Antes de la cumbre, se realizó un desfile por el vigésimo aniversario de la “rebelión cívico-militar” del 4 de febrero de 1992, eufemismo para calificar al sangriento golpe de Estado que encabezó Chávez, para rendirse a poco de haber comenzado las hostilidades. En el desfile, los jerarcas militares ratificaron su vocación “bolivariana y socialista”, en desprecio y burla a la constitución venezolana, que establece que la fuerza armada no tiene participación política: ¿una pista de lo que podría esperarse si la oposición ganara las elecciones presidenciales en septiembre?

Tras ese preludio, —al que no asistieron todos los participantes en la Cumbre— y como muestra de la absoluta “transparencia” del cónclave, desde el comienzo Raúl Castro “bromeó” con que no le gustaba que las conversaciones fueran abiertas al público. Al día siguiente, la prensa tuvo limitado el acceso a las deliberaciones.

Algunos mandatarios participaban por fuerza elemental: necesitan el petróleo barato y a crédito, y la ayuda económica que Chávez distribuye generosamente sin tener en cuenta la opinión de los venezolanos. Sin embargo, no siempre se sumaron a las desvergüenzas de los “bolivarianos clásicos”: Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua y Ecuador.

Fue muy reñida la competencia de impudicias y procacidades, teniendo en cuenta el pedigree de varios de los participantes: el “culto” presidente ecuatoriano Rafael Correa planteó adoptar sanciones contra Inglaterra por el litigio con Argentina por las Malvinas, para después proponer la no asistencia de los gobernantes del ALBA a la Cumbre de Las Américas en Cartagena de Indias, Colombia, si Cuba no era invitada. Muy pronto Estados Unidos respondió que el régimen de La Habana “de ninguna manera cumple con el umbral de participación”.

El presidente boliviano, Evo Morales, para no quedarse atrás, propuso establecer un Consejo de Defensa del ALBA y avanzar en la creación de una “nueva doctrina” bajo criterios “anticapitalistas” y “antiimperialistas”. Nada menos que él, que celebra y admira la intromisión de Fidel Castro y Che Guevara en su país, y prácticamente ha entregado su soberanía a Caracas y La Habana.

Hugo Chávez terció, hablando de la posibilidad de que en un futuro se realizaran maniobras militares conjuntas entre países miembros del ALBA. Aunque no se mencionó, sería interesante ver, por ejemplo, qué tienen en común los ejércitos nicaragüense y boliviano, dónde podrían realizar una maniobra conjunta, y con qué objetivos. Tan descabellada resultó la propuesta de Morales que los mandatarios, aunque sonrieron a la idea del cocalero, recomendaron estudios previos antes de tomar alguna decisión.

Cuando tocó el turno de la desvergüenza a Daniel Ortega, su propuesta fue tan peregrina como absurda: construir un canal interoceánico en Nicaragua, para sustituir al de Panamá, con el apoyo del ALBA, China y Brasil. Se sabe que el Canal de Panamá está experimentando en estos momentos una sólida ampliación y modernización, pero el inmoral caudillo nicaragüense se aferró a una vieja y caduca idea: “Aún ampliado el canal de Panamá van a continuar los problemas”, sin explicar cuáles, y dijo que un Canal por Nicaragua “indiscutiblemente queremos trabajarlo dentro de lo que es el pensamiento de Sandino”.

Hubo determinados acuerdos concretos, como otorgarle a Santa Lucía y Surinam el estatus de invitados permanentes, similar al de Haití, y comenzar su proceso de incorporación a la organización, y se aprobó un plan de ayuda a Haití, priorizando salud pública y educación. También se adoptaron medidas que burocratizan la organización, como la designación de un secretario ejecutivo permanente, que será nombrado por Venezuela, y un coordinador de política económica, que será un ecuatoriano.

En el terreno de la ensoñación, se creó ECOALBA, que entraría en vigor en dos años, después que los gobiernos trabajen en un “mapa” económico para avanzar en aspectos tales como encadenamientos productivos y racionalización de la actividad económica con criterios de complementación, según dijo Chávez, cualquier cosa que eso signifique. Además, se intenta que las reservas internacionales de cada Estado miembro se destinen al Banco del ALBA, para constituir un fondo de desarrollo social e infraestructura, y la materialización física del sucre, moneda virtual del grupo, pretendiendo autonomía e independencia del dólar como divisa internacional.

Después del anuncio de la próxima cumbre en Dominica, el circo de Caracas necesitaba un número sensacional para cerrar el espectáculo, y a falta de uno presentó dos, ambos con aprobación unánime: un acuerdo “exigiendo” la liberación de los espías de la Red Avispa que cumplen prisión por espionaje y conspiración en Estados Unidos, conocidos en la propaganda del régimen cubano como “los cinco héroes”, y una declaración de apoyo a la carnicería en Siria y al sanguinario dictador Bashir al Assad, con una condena a la “política sistemática de injerencia” en ese país, mientras se ignoraban los miles de muertos provocados por la salvaje represión.

Sin dudas se trató de una Cumbre de la desvergüenza, que alcanzó cotas significativas de estulticia y falta de escrúpulos: no se podía esperar otra cosa, teniendo en cuenta los participantes. No por gusto Raúl Castro caracterizó la reunión como “un éxito”.


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