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América Latina

La educación es la clave

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América Latina mejora, pero no lo suficiente. Una de las razones es la calidad de la fuerza laboral y de las escuelas.

Una buena educación es la esencia de un círculo virtuoso: aumento de las habilidades y capacidades, promoción del crecimiento y reducción de la pobreza. Los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil necesitan actuar con mayor presteza que hasta ahora, para fortalecer los sistemas educacionales de la región.

-América Latina ya no ofrece fuerza de trabajo barata para atraer a los inversionistas. En otros lugares —de ingresos medios, escala en la que se inscriben la mayoría de los países de la región— se ofrecen otros estímulos, como, por ejemplo, un creciente fondo común de trabajadores altamente calificados, lo que no tiene América Latina.

-Sin mejoras en la calidad, el incremento de la matrícula en las escuelas de la región no atraerá inversiones para crecer con mayor rapidez y competir. Los estudios muestran que la calidad —especialmente por las calificaciones estudiantiles en matemáticas y ciencias— es, al menos, tan importante, si no más, que el hecho de matricular a los niños y retenerlos en las escuelas.

-Los sistemas educacionales inferiores agravan la desigualdad de ingresos en América Latina, una desigualdad que es la más aguda en el mundo. La mayoría de los hijos de las clases media y alta terminan la educación primaria y secundaria, lo que refuerza la desigualdad y mantiene a las clases trabajadoras frustradas en sus potencialidades. No es de extrañar que se afecten el crecimiento y la estabilidad social.

Entre los años 1960 y 2000, la escolaridad promedio de la fuerza laboral en América Latina se duplicó, aunque a partir de la base muy baja de tres años. En un mundo que se mueve con rapidez hacia una producción tecnológicamente avanzada y hacia productos con un valor agregado más alto, América Latina aún forma trabajadores que están mejor preparados para las industrias de trabajo intenso y de materias primas.

Sistemas inadecuados

La educación secundaria es el reto más fuerte. América Latina se ha quedado atrás, con 19 puntos porcentuales, en cuanto a la actuación esperada en este segmento, según los niveles de ingresos, mientras los países de Asia Oriental registran casi 18 puntos porcentuales por encima.

A primera vista, América Latina cumple las normas en las matrículas para la educación superior. Más de una cuarta parte de los jóvenes en edad universitaria están inscritos, un aumento considerable en relación con el 16% que se registró en 1985, cifra similar al promedio mundial (24%) y mucho más alta que en Asia Oriental (17%). Estas matrículas están, sin embargo, 10 puntos porcentuales por debajo de las expectativas, dados los niveles de ingreso de la región. En Asia Oriental se registran 5 puntos porcentuales por encima. La mayor parte de los estudiantes universitarios nunca se gradúa: los mejores lugares son Argentina (25%), Chile (33%), Colombia (50%) y México (30%).

Los investigadores Jeffrey M. Puryear y Tamara Ortega Goodspeed califican las inversiones para la educación, hechas por los gobiernos en América Latina, como "inadecuadas, ineficaces y desiguales". Su artículo Formando el capital humano se puede consultar en HYPERLINK "http://www.thedialogue.org" www.thedialogue.org (pulsar en publicaciones).

Subsidios a los estudiantes ricos

El gasto público en la educación, aunque ha aumentado del 2,7% del Producto Interno Bruto al 4,3% en 2004, varía considerablemente: desde $190 por estudiante de primaria en Nicaragua a $1.450 en Chile. Las repeticiones de grado, las ausencias, los maestros poco capacitados y las ineficaces intervenciones en las políticas para mejorar la calidad consumen una parte considerable de los fondos, sin brindar mucho a cambio.

Los gobiernos de América Latina, como promedio, invierten tres veces más por cada estudiante de educación superior que por los de enseñanza primaria, lo que significa que la educación de los estudiantes de las clases media y alta está siendo subsidiada en perjuicio de las clases pobres. Las prioridades de gasto actual están al revés.

Puryear y Ortega Goodspeed señalan cuatro retos educacionales que América Latina debe encarar para poder competir en estos tiempos:

-Calidad: Hasta los estudiantes ricos y de clase media, en escuelas primarias y secundarias, tienen una actuación por debajo de lo esperado en las pruebas internacionales de matemáticas y lectura.

-Igualdad: El 20% de los jóvenes de entre 21 y 30 años, de mayor nivel de ingresos, recibe hasta siete años más de preparación escolar que el 20% de los estudiantes de nivel de ingresos más bajos.

-Ciencia y tecnología: Todos los niños latinoamericanos están retrasados en el conocimiento de la computación y otras habilidades tecnológicas. Sólo el 1% de los estudiantes uruguayos —los de mejor actuación en la región— se inscribe en los niveles más altos de las matemáticas.

-Enseñanza: Los maestros rara vez son evaluados, su actuación pedagógica no se recompensa y los estándares son, por lo general, inexistentes.

Debe lograrse que las escuelas rindan cuentas. Ahora casi ninguna lo hace. Puryear y Ortega Goodspeed señalan que el compromiso obligatorio es un reto político y técnico. No será fácil establecer estándares, generar información confiable sobre lo que es efectivo, recompensar la actuación magisterial, otorgar poderes a las escuelas, a los padres y las comunidades, y proveer fondos adecuados.

El fracaso en lograrlo, sin embargo, se reflejará en una América Latina que sólo corre en el mismo lugar y cae hacia atrás.


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